miércoles, 25 de abril de 2007

For the good times

Estás buscando direcciones
en libros para cocinar,
estás mezclando el dulce con la sal.
Vas procurando informaciones
en unas cajas de metal,
estás comprando al mundo en un bazar.



Soy una naba mandada a hacer. No dije todo lo que quería decirle de una y ahora estoy masticando tachuelas, esperando (siempre esperando) que de señales de vida. Siempre doy con el tipo equivocado, como si tuviera un imán incrustado en la nuca para atraer justamente al que me va a cagar la existencia.
¿Por qué nunca nada sale como yo quiero?
Una vez más todo my little universe está patas para arriba.
Y no puedo hacer nada para resolverlo.
No quiero insistir. Si le importo, ya vendrá con el caballo cansado. Y si no… ya sé que voy a andar un tiempo de capa caída apelando a esa infinidad de pequeñas cosas que me sirven de terapia olvidatoria, menos decorar tortas porque las flores de pastillaje definitivamente no son mi fuerte. Tal vez podría tejer medias o pintar los enanos de jardín que están tan maltratados. Lo que sea menos convertirme en otra consumidora de pastillas para dormir, como si fuera ese el único recurso para deshacerse de las cosas que hacen mal. Para eso tengo mi sombrero mágico que es invisible y enorme, está debajo de la cama y hace que todo lo que pongo ahí desaparezca sin dejar huellas. Entonces antes de dormir hago el inventario de todo lo que me pasó en el día y las cosas desagradables que es mejor sacarse de la cabeza al menos por unas horas, las guardo adentro del sombrero y, como por arte de magia, me empiezo a sentir relajada y tan livianita… Claro que algunas cosas no quieren entrar en el sombrero y entonces hay que hacer fuerza y lleva un poco más de tiempo. Al final siempre me quedo dormida… y sin pastillas.
Pero esta vez parece no funcionar. Ojalá fuera tan fácil…
Ahora ni siquiera puedo consolarme con un puchito. Y pensar que alguna vez, muchas veces, las crisis empezaban, se desarrollaban y terminaban con un pucho en la mano. Cigarrillo va, cigarrillo viene y era tan chiquita…

martes, 24 de abril de 2007

El que espera desespera

Por más que lo intente, no puedo evitar llegar temprano. Tal vez con medio Alplax logro arribar unos diez minutos later, pero no más. Una vez me dijeron que la ansiedad tiene un gran componente genético. Yo diría que más bien inculcado. Porque ¿para qué nos hacían bajar a las 6:45 a esperar el micro escolar que llegaba puntualmente a las 7:05 llueva, truene o caigan enanos de culo? Manías de mi mamá. “¡Apurate que se hace tarde!” Tarde, sí… tarde para cagarse de embole esperando mientras el frío de una mañana cruda de invierno que se cuela por el filo de la puerta te deja hipotérmica. Bajábamos con mi hermana y mi papá. Mi hermano dormía media hora más, esa media hora que termina siendo la más codiciada… Papá no compraba el diario porque lo leía en la oficina, sin mencionar que siempre fue anti Clarín. Pero mientras esperábamos el micro, no podía con su genio y ojeaba los suplementos que dejaban tirados para el vecino de planta baja que alguna vez lo agarró in fraganti. Como no alcanzaba con esperar veinte minutos, cuando papá veía el micro a un par de cuadras, corríamos al cordón de la vereda aún a riesgo de que quedara atrapado en el semáforo y entonces eran dos minutos extra a la intemperie. Diossss…
Esperas como ésta y peores abundan en mi vida.
Ni hablar de las esperas en el consultorio del dentista. Ahí daba lo mismo llegar hora y media tarde pero mamá siempre puntual, más que puntual, exasperantemente temprano. Y después se enojaba cuando, para distraerme, leía las revistas “subidas de tono“ que había en la mesa ratona. Porque las de decoración me aburrían y de política, a los diez años, la verdad mucho no entendía. No había variedad. Y yo optaba por historietas o tal vez Pronto, Radiolandia... que para ella eran cuasi pornográficas porque había fotos de Moria Casán y Graciela Alfano con bikinis ultra small. Una vez encontré una revista Sex Humor debajo de una pila de publicaciones médicas. ¡Guauuuu! Revelación total. Se ve que estuve muy concentrada sin decir ni “mu” durante largo rato porque mamá se acercó a constatar qué estaba leyendo y casi le da un soponcio. Creo que por ese motivo se terminaron las visitas al dentista. Aparte que nunca usaba los aparatos y las dos horas de espera en el consultorio no alcanzaban a ablandar el maxilar lo suficiente para ver resultados.
“Al que madruga Dios lo ayuda” me tiene las bolas por el piso. ¿En qué ayuda? Uno se caga de frío, sueño, desayuna sin ganas, está de mal humor y probablemente resentido por tener que viajar en condiciones infrahumanas para llegar “temprano” a donde sea.
Eso de esperar el bondi una hora o más viendo pasar a todos los demás bondis uno atrás del otro y la cola que crece porque el elegido no aparece… Y cuando ya casi se han perdido las esperanzas, aparece el bondiño y no uno sino cinco en fila todos vacíos excepto, claro está, el que se detiene en la parada y apenas lográs treparte al estribo cuando arranca el motor y “¡Cuidado con la puerta que cierro!” ¿Qué carajo vas a cerrar? Y hay que hacer prodigios de fuerza y equilibrio para no caer como bolsa de papas sobre el pavimento. A todo esto, se supone que llegaste “temprano” a la parada, por las dudas. No sirvió de nada.
Otra cosa totalmente evitable era llegar temprano a los finales de la facultad. Y sentarse a esperar en el aula de al lado a que se dignaran llamarte, o quizás un café, muchos cafés, infinitos cafés, en el bar de enfrente, y por qué no vamos a dar una vuelta por ahí y nos despejamos, no, mejor nos ponemos a repasar… Al final transcurrían las horas, siglos. Estaba bueno no ser el que rompiera el hielo, pero tampoco la pavada de hacerle la gamba al primero y quedarse a echar raíces hasta que el portero apagaba las luces.
Hay veces que llegar temprano es absolutamente innecesario y degradante. Y sepan todos que en esto lo que me sobra es experiencia. Ahora me voy porque se me hace tarde…

martes, 17 de abril de 2007

WWW.QUIEROMENTA.COM.AR

Había una vez una niña aburrida que cantaba canciones de amor y amontonaba sobrecitos vacíos de After Eight sobre la cama mientras soñaba escapadas fugaces y recordaba el tiempo en que todo era brillante y feliz.
Para matar el tedio de su vida rutinaria leía sin parar. Y hacía velas, pintaba, tocaba el piano, peleaba con la mucama, se enamoraba del cirujano plástico y organizaba aquelarres con las amigas.
Hasta que un día alguien dijo: “Todo lo que entra tiene que salir”. Y entonces explotó. A borbotones. Decidió que debía documentar lo que pasaba por su cabeza y por su piel y fue así que tomó la pluma y empezó a escribir… en secreto. Y llenó diarios, cuadernos, agendas y servilletas hasta que al fin descubrió que existía una tierra desconocida llamada… BLOG.
¿Y eso qué es? ¡Ah, tener un blog es re cool! ¿Esos que ponés fotos? ¿Como las teens? No, no. Un blog es tu página personal, escribís lo que querés y la gente te lee. ¿Quién lee? ¿Cualquiera? Sí, cualquiera. ¿Puedo escribir lo que sea? ¿Lo que yo quiera? Sí.
Y así nació MENTA.
Menta, Mentita, Mint, Menta Ligera, Quieromenta.
De a poco, sin grandes aspiraciones, siempre fiel a sí misma y con estilo propio fue asomando al mundo blogger. Al principio solitaria, desapercibida. Hasta que apareció EL.
¿Quién es? ¿Dónde lo conociste? ¿Qué hace? ¿Qué quiere?
MENTA lo sedujo y ÉL se dejó seducir.
MENTA es toc. ÉL también. Y no lo niegan.
Se leen, se comprenden, se pelean, se critican, se ríen, se consuelan y todos los días descubren que tienen algo más en común.
ÉL tiene un nombre largo y desafiante que invita a curiosear:
SETERMINOLAJODA (¿se terminó?) y juntos juegan ese juego peligroso de desnudar el alma.
Hoy
SETERMINO le hizo un regalo especial a MENTA.
Hoy MENTA es
www.quieromenta.com.ar.
¡Sí, puntocompuntoar!

Sepan todos que la niña ya no está aburrida y ahora quiere contar, mostrar, llorar, reír, jugar, bailar, soñar, crear…

Quien quiera leer… ¡que lea!

¡Gracias, SETERMINO, por este nuevo comienzo!

"Y Colorín Colorado, este cuento no se ha terminado..."

sábado, 14 de abril de 2007

“Primera vez”, hay muchas

Nunca antes había estado en un quirófano.
Me disfrazaron con una bata blanca a lunares azules, escarpines gigantes de esa tela-papel descartable y una gorra para el pelo que no quería quedarse en su lugar. Todavía seguía oliendo a Pervinox y tenía hambre y sed.
H me acompañó hasta el último minuto. Se lo notaba nervioso.
Me dejaron unos instantes en la antesala del quirófano con Valeria, la anestesista.
V: ¿Naciste el 5 de agosto? Yo nací el 6, pero tengo un par de años más.
M: Igual podemos decir que somos chicas de treinta. Qué linda que es tu gorra, toda de dibujitos.
V: Sí… es lo único que podemos usar acá para divertirnos entre nosotros. ¡Jajajaja!
M: Y… ¿cómo sabés que cuando me duermo no siento nada de nada?
V: ¿Es la primera vez que te operan?
M: Sí.
Entonces me explicó todo, con mucha paciencia y dulzura. Un amor.
Finalmente entramos al lugar de los hechos y ahí estaba él, mi médico experto y tan dueño de sí. (¿Se dio la carmelita?)
Dr: ¡Hola, nena! Va a estar todo muy bien. Quedate tranquila que después yo te despierto y te cuento.
M: Qué linda es su gorrita, doctor. Es la más colorida de todas.
Y no recuerdo nada más.
Cuando desperté ya todo había terminado.
Dr: Bueno, ya estás operada. ¡Quedaste bárbara!
M: Grac… Uy, nnn pueddd habbblar…
Dr: Es normal. Ahora descansá, después charlamos.
Y con un espantoso dolor de garganta, tos seca y una sed como si hubiera caminado todo el día bajo el sol del Sahara, me fui rodando en mi camilla hasta la sala de recuperación donde me sentaron en un sillón majestuoso esperando que se me pasara el mareo. Me sentía como si hubiera tomado un litro y medio de whisky pero sin resaca.
H estaba a mi lado. Contento y tranquilo. “¿Querés ver la tele?” Yo levantaba el pulgar o lo bajaba para significar que ese canal mejor no. “¿Gran Hermano? No, es temprano todavía”.
Por fin me ofrecieron agua y más tarde el mozo trajo una bandejita con tarta de zapallitos y ensalada de frutas que devoré en segundos.
Uno de los médicos del equipo, que si no fuera cordobés lo miraría con otros ojos, anotó todas las indicaciones y, considerando que estaba lo suficientemente estable, me dio permiso para irme a casa.
Salí tambaleando del brazo de mi marido. ¿Por qué todos me miran y me saludan como si me conocieran de toda la vida? Me pregunto qué habrá pasado en el quirófano. Podrían haberme violado que yo ni enterada.

jueves, 12 de abril de 2007

El que guarda siempre encuentra

Esta mañana desperté con la convicción de limpiar la biblioteca. No sólo ordenar los libros. LIMPIAR. Sacudir el polvo y que brillen los estantes. Porque para qué corno le encargué al carpintero una biblioteca de tres cuerpos, a medida y de roble como a mí me gusta si después ni el color de la madera se ve con tanta tierra.
Desayuné maquinalmente con esa ansiedad de plan premeditado, impostergable y, munida del plumero, lustramuebles y trapitos varios, corrí a cumplir mi misión.
Con cuidado fui bajando uno por uno los libros más viejos, esos de Sopena que heredé de mamá, los de Dumas y Víctor Hugo. No recordaba tener tantos. Algunos son tan antiguos que las tapas se quiebran en pedacitos al mínimo roce. Los acomodé con amor arriba de una silla y suavemente los limpié con una franela.
Hay muchos libros infantiles. Tal vez demasiados... Y una cantidad considerable de partituras sin clasificar que por ahora quedarán en lista de espera.
La colección Robin Hood, aunque incompleta, suma unos 120 tomos de los cuales la mitad necesita nueva encuadernación o por lo menos un retoque. El resto se ve bastante bien. Ya no hay sillas disponibles pero puedo apilarlos en el piso. No queda otra.

Recién empecé y ya me duele la espalda.
Libros de economía, historia, novelas, matemática, teatro, cuentos, química…
El piso es un laberinto bibliográfico. Debo controlar la tentación de hojear las páginas de aquellos que, de tanto tiempo ocultos a la sombra, ahora me parecen adquisiciones recientes y novedosas. Como ese gordísimo de María Estuardo que leí hace tanto. Mil y pico de hojas de papel biblia… ¡Mierrrda! Se me cayó todo el estante ¡y la rrre p… que lo parió! De reojo veo el lustramuebles derramándose sobre la alfombra. ¡El broche de oro! Es seguro que no podré quitar la mancha blanca. Qué tragedia.
Con rapidez y precisión intento rescatar los libros del desastre. Hay páginas sueltas y trocitos de encuadernación que servirán de alimento a la aspiradora.
¡Olalá! Y esto??? Digamos que no es precisamente lo que esperaba encontrar… ¿Quién no guardó algo alguna vez, tan pero tan bien escondido que ni uno mismo lo puede encontrar? Pensándolo bien, hubiera preferido sorprenderme con un billete de 100 pero a fin de cuentas es material histórico: cartas de amigas de vaya a saber cuándo, una buena cantidad…
Acá hay una que data de 1987: es de Karina P. con quien me debo haber peleado por algún motivo importante porque me ruega casi en llanto “¡si no querés hablar, por lo menos saludame!” Y hay una de Rafael de 1994, con membrete del Hotel Aladdin de Las Vegas, que se habrá mezclado por error: “esos silencios tuyos y míos, me gustaría romperlos con un gran beso”. ¡Ah bueeeeeno!
Sospecho que me quedaré un rato sentada en medio de este torbellino de libros recordando viejos tiempos. El hallazgo bien lo vale.

martes, 10 de abril de 2007

Los sueños, ¿sueños son?

Mi mamá decía que cuando soñaba con arañas era que alguien se estaba por morir. Y es común escuchar por ahí que soñar que alguien se muere es prolongarle la vida. Lo de las arañas conmigo no corre. Despierto a los manotazos limpios, blanca de pánico, mirando con aprensión debajo de la almohada, entre las sábanas y en la mesita de luz si esa cosa monstruosa y peluda está ahí de cuerpo presente acechando en la oscuridad. Pero nunca se muere nadie por culpa de mis arácnidos.
La noche previa a algún examen importante los apuntes me daban vueltas en la cabeza, me caía adentro de la campana de Gauss, inventaba fórmulas maquiavélicas y se me daba por caminar por la casa buscando la puerta del aula ante los ojos atónitos de toda mi familia. Porque ante situaciones altamente estresantes, sí, I do confess: tengo comportamientos sonámbulos.
Recuerdo cuando me mudé al country y desperté en mitad de la noche con ganas de hacer pis. Me levanté de un salto y corrí en la dirección habitual olvidando que en la casa nueva el baño estaba por el pasillo a la derecha mientras que a la izquierda… "¡Meri, qué haces! ¿Estás loca? ¡Te vas a caer por la ventana!!!” Y sí, la verdad que si mi marido no me atajaba, hacía un clavado espectacular en dirección a los adoquines.
Lo difícil es salir de ese estado de semisueño donde todo parece tan real…
Una vez soñé que entraban a robar y caminaban alrededor de la cama con bolsas y linternas y en el sueño yo me hacía la dormida para no llamar la atención hasta que uno de ellos encontraba mi colección de abanicos y entonces desperté gritando como una poseída: “¡¡¡Llévense todo pero mis abanicos, noooo!!!” Y me largaba a llorar.
A veces sueño que golpeo, araño, muerdo y pateo a alguna persona que me cae especialmente desagradable o que ha hecho algo que no tiene perdón. Algo que jamás de los jamases haría en la vida real. Por eso está bueno soñar. Está bueno desquitarse en ese espacio único donde la mente es absolutamente libre y no se reconocen prejuicios ni límites. Es como dar un paseo en el país de Alicia, cayendo por el túnel o mirando al otro lado del espejo.
Con mi hermana tenemos una discusión recurrente: ella dice que sueña en colores y yo insisto en que mis sueños son sepia con algún tonito que resalta por sobre los demás. Pero no recuerdo haber soñado nunca en technicolor.
Otra cosa que me intriga es cuando soñamos con personas a quienes no hemos visto en años y de golpe ¡zas! Al día siguiente aparecen como por arte de magia “¿Cómo andás? Tanto tiempo. ¡Estás igual!”. Algunos dirán que es milagroso. Yo creo que es una suerte de percepción. No me atrevo a llamarlo “videncia”. Como cuando H soñó que se incendiaba la casa de al lado y teníamos que alojar al vecino, esposa, hijas, mucama y caniche hasta que el seguro les pagara los daños. Menos mal que sólo explotó la térmica y la cosa no pasó a mayores. Pero H anduvo por ahí dándoselas de vidente y los crédulos pedían que lo contara una y otra vez.
Porque la gente dice “no hay que creer en esas cosas”, pero ¿a quién no le atrae todo esto de los sueños, la adivinación, el más allá, los ovnis…?
A mí no me deja dormir. (Y a mi marido menos).

miércoles, 4 de abril de 2007

Cuidados intensivos

La ansiedad pre-menstrual me pone de mal humor, caprichosa, intolerante.
Desperté con ganas de hacer dibujos con brillantina y mancharme la cara y las manos con témperas multicolores. Eso se llama regresión.
Pero como al final la lógica logra imponerse, decido que es tiempo de “hacer algo” porque no puedo apersonarme en la fiesta con cara de muerta-resucitada: debo lucir espléndida, luminosa. Deduzco que la brillantina no me ayudará tanto como ese set milagroso de microexfoliación que me salió un huevo y medio y, en vez de jugar con las témperas, puedo embadurnarme la cara copiosamente con la máscara de colágeno que me deja la piel divina, como recién estrenada.
Quince minutos con la mascarilla y ya siento la cara como de cuero curtido y, por si fuera poco, a temperatura de congelación. Cuento los minutos pero no es cuestión de aflojar ahora. Todavía falta el tónico, la humectante, ¿o será mejor hidro-nutritiva? Qué problema…
Esos dos granitos no se van con nada. Habrá que taparlos.
By the way, mi hijastra y su banda de amiguitas adolescentes conforman un auténtico cúmulo de granos purulentos. “Mal de muchos, consuelo de tontos”. Pero igual ayuda. A mí no se me van a notar y a ellas sí, leeero, leeero…
Diossss…. Se me ha ido toda la mañana en estos menesteres. Cómo pasa el tiempo. Y todavía tengo que hacerme las manos y depilarme las cejas.
H: Amor, ¿qué comemos?
¡Ah bueeeno! Sólo eso me faltaba. ¿Qué se yo qué comemos? Con la fortuna que costó la festichola bien podría hacer ayuno y después atiborrarse de tarteletas, canapés y sanguchitos.
M: No sé… Termino con esto y hago unos fideos.
H: ¡¡¡¿Qué te pasó en la cara?!!!
Pobre, no está para sustos. Y yo francamente, con la cara empastada de esta arcilla de color indefinido, más que una diva de Hollywood parezco el fantasma de la Ópera.
H: Bueno, dejá. Compro algo hecho.

domingo, 1 de abril de 2007

¿Palabras sabias?

Me deprimió leer mi horóscopo de hoy:

"No tiene caso generar tensiones por asuntos que ya sabe, no tienen remedio. Aceptación".