jueves, 31 de diciembre de 2009

La hora de los deseos

Este año quiero ser FELIZ. Es mi único deseo y pienso apostar todas las pasas de uva a eso. No me “encantan” las pasas de uva, prefiero las avellanas, viviría masticando avellanas, lástima que no cuentan a la hora de los deseos.
Ahora caigo en la cuenta de que olvidé aprenderme la cura del mal de ojo la noche de Navidad. ¡La pucha! Siempre me olvido y prometo vanamente que el año próximo… Son las cosas que tengo pendientes: el mal de ojo y la cinta para curar el empacho, después me visto de gitana y me instalo en la plaza a leer la buenaventura y hasta podría publicar libros esotéricos al estilo Horangel.

Doce pasas a las doce, un deseo por cada pasa. ¿Si pido siempre el mismo se tilda la suerte? Mejor pido tres y los voy repartiendo.
Con Iemanyá me entenderé más tarde. Ya que le agradan las joyas, pensé en arrojar mi pulsera de perlas (truchas) al inodoro, pero si lo hago es seguro que pasaré la noche brindando con el plomero. Aún así, no es seguro que le agrade el obsequio y no tendrá forma de devolverlo, entonces nunca sabré si mi deseo será concedido.
Hace mucho que no hablo con Iemanyá… y estoy muy lejos del mar. No servirá,
no es como la otra vez… Mejor las pasas de uva.

¡Vy'apave ary pyahu! (Que te recontra… ¡Feliz año nuevo!)

jueves, 24 de diciembre de 2009

¿Cómo te lo digo?

Me hicieron un regalo hoy, algo inesperado, alguien que no tenía motivos. Pero son precisamente los regalos sencillos los que nos emocionan. Y acá estoy ahora, arruinando el maquillaje con una catarata de llanto agradecido que me arrancaron sin siquiera sospecharlo.

Si no fuera por esta simple frase "FELIZ NAVIDAD, MARIA", sería un regalo absolutamente impersonal, uno más que seguramente pronto olvidaría. "Lo hice para vos", dijo y se me hizo un nudo en la garganta. Balbuceé palabras de agradecimiento, no me lo esperaba...

Feliz Navidad... en el idioma que quieras.

África- Geseende Kerfees en 'n gelukkige
Albania- Gëzuar Krishlindjet Vitin e Ri!
Alemania- Fröhliche Weihnachten und ein glückliches Neues Jahr!
Armenia- Shenoraavor Nor Dari yev Soorp Janunt
Asturias- Bones Navidaes & Gayoleru anu nuevu!
Bélgica- Zalige Kertfeest
Brasil- Feliz Natal! Feliz Ano Novo!
Bulgaria- Tchestita Koleda i Shtastliva Nova Godina
Catalunya- Bon Nadal i feliç any nou!
Croacia- Sretan Bozic
Dinamarca- Glædelig Jul og godt nytår
Eslovenia- Srecen Bozic
Egipto- Colo sana wintom tiebeen
English- Merry Christmas o Happy Christmas and a Happy New Year
Esperanto- Gajan Kristnaskon & Bonan Novjaron
Eslovenia- Srecen Bozic
España- Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo
Estonia- Rõõmsaid Jõulupühi ja Head uut aastat
Finlandia- Hauskaa Joulua
Francia- Joyeux Noël et Bonne Année!
Gales- Nadolig Llawen
Galícia- Bon Nadal e Bo Ani Novo
Grecia- Kala Christougenna Ki'eftihismenos O Kenourios Chronos
Hebreo- Mo'adim Lesimkha
Hispanoamérica- Feliz Navidad
Holanda- Hartelijke Kerstroeten
Hungria- Kellemes karácsonyi ünnepeket és Boldog újévet!
Indonesia- Selamat Hari Natal & Selamat Tahun Baru
Iraq- Idah Saidan Wa Sanah Jadidah
Irlanda- Nodlig mhaith chugnat
Italia- Buon Natale e Felice Anno Nuovo
Japón- Shinnen omedeto. Kurisumasu Omedeto
Latín- Pax hominibus bonae voluntatis
Lituania- Linksmu Kaledu ir laimingu Nauju metu
Luxemburgo- Schéi Krëschtdeeg an e Schéint Néi Joer
Malasia- Selamat Hari Natal dan Tahun Baru
México- Feliz Navidad
Nueva Zelandia (Maorí)- Meri Kirihimete
Noruega- Gledelig Jul
País Vasco- Zorionak eta Urte Berri On!
Polonia- Wesołych Świąt Bożego Narodzenia i szczęśliwego Nowego Roku!
Portugal- Boas Festas e um Feliz Ano Novo
Rumania-- Craciun fericit si un An Nou fericit!
Rusia- Pozdrevlyayu s prazdnikom Rozhdestva i s Novim Godom
Serbia- Hristos se rodi
Somalia- ciid wanaagsan iyo sanad cusub oo fiican.
Suecia- God Jul och Gott Nytt År
Tahiti- Ia ora i te Noere e ia ora na i te matahiti 'api
Tailandia- Sawadee Pee mai
Turquía- Noeliniz Ve Yeni Yiliniz Kutlu Olsun
Ucrania-- Veseloho Vam Rizdva i Shchastlyvoho Novoho Roku!
Valencia- Bon Nadal i feliç any nou
Vietnam- Chung Mung Giang Sinh - Chuc Mung Tan Nien

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Amasando paciencia

Mi horóscopo de hoy dice que tendré que hacer gala de gran determinación para afrontar las contrariedades que se aproximan… “Mercurio, hostil, demanda precaución y paciencia”.

Es casi seguro que se refiere al pan dulce con el que vengo batallando apasionadamente desde el amanecer porque se resiste a leudar como yo quiero. Pero si no resulta un éxito culinario, al menos que se deje masticar, caso contrario terminará catapultado desde el balcón. Y es que la paciencia nunca fue mi fuerte y eso que me esmero pero, cuando casi estoy por lograrlo, me viene a la cabeza la perorata de mamá que machacaba como un mortero… “¡Con ese carácter podrido no vas a llegar a ningún lado!” También decía que un día me iban a “bajar el copete” y tenía razón. Pero que me gane un pan dulce… ¡eso sí que no!

La dejé reposar en el horno tibio todo el tiempo que quiso pues no hay que molestar a la masa cuando está engordando, no hay que mirarla porque se inhibe. Ella es así, cuanto más gorda, más feliz. El secreto es agregar las frutas después de la primer leudada y se la deja descansar un rato más, como cuando uno apaga el despertador a la mañana y sigue de largo porque todavía es temprano y esos diez minutos de yapa son tan pero tan reconfortantes.
Paciencia, paciencia. La cocina es un enchastre de harina y esencia de azahar, todo huele a azahares, la masa, las cortinas, mi pelo…
Es como si la viera… otra Navidad, muchas Navidades… mamá corriendo por la casa controlando el pavo, gritando que nos fuéramos a dormir la siesta y la dejáramos cocinar tranquila, cada vez que pasaba por el comedor arreglaba las bolitas de la ikebana y seguía su carrera navideña contra el reloj y la ansiedad.

Es en estos momentos cuando me cae la ficha porque, de alguna manera, todos esperan de mí esa cosa maternal que suponen heredé como por milagro. Pero yo no soy “mamá”, por mucho que me parezca a ella no le llego ni a los talones, se me pega la creme brulée, nunca aprendí a bordar el punto festón, no sé arrojar panqueques al aire, no tengo paciencia… no soy madre.
A las cansadas, el pan dulce triplicó su tamaño, se lo ve esponjoso, desafiante. ¿Será que no lo hago tan mal…? Parece que sólo era cuestión de esperar… y qué difícil es.
Paciencia...

viernes, 11 de diciembre de 2009

Ahora pagamos boleto

¡No aguanté más! Faltan horas (creo) pues ya olvidé cuándo comenzó todo, lo que no olvidé es cómo y por qué. Tengo que resistir la tentación de volver las páginas si no quiero pasar la noche en vela con los ojos a punto de explotar y la cama llena de miguitas de torta.
Tres años… y vamos por más.

sábado, 5 de diciembre de 2009

El arte del buen comer

Tengo una semana muy culinaria. No sé a qué viene esto, pero comer bien nunca está de más, el estómago lleno trae felicidad, una felicidad que no sería completa sin un buen postre. Como decía Don Martínez a sus ochenta largos... “Pero, dotor… ¿qui dieta ni dieta? Usté mi quiere matar di hambre y lo que io quiero e’ morir contento”.
El otro día fuimos con Nati a robar moras a la plaza. Bien temprano, a la hora en que las palomas
alisan su plumaje, llevábamos una sábana y bolsitas de Coto para guardar la fruta. Y como nadie es insensible a los sobornos, a la piba de la guardia urbana la convencimos con la promesa de un frasquito de dulce… y aquí no ha pasado nada. Dulce de moras, moras negras y jugosas, un placer como pocos. Mi heladera está llena de dulce oscuro y brillante para saborear por la tarde o con el café de la mañana.
Lomitos en colchón de cebollas, una mega tortilla de papas muy pero muy
española, pollo con salsa de puerros, tallarines amasados por esssssstas manos, arroz thai, bruschettas, torta de quinotos confitados, panqueques, fajitas, focaccia… Me la pasé laburando, psé, pero no me quejo. “Cocinar es un acto de amor”, decía mamá, uno no cocina porque sí, cocina para las personas que ama, cocina con pasión. Si no, la comida no tiene gusto. Y cae pesada.
Así, cuando cocino para mis amigas del cole, elijo un menú tentador y poco sofisticado, milanesas con ensaladas multicolores, una rica pasta casera o variedad de pizzas crujientes chorreando queso.
Para mi papá, un contundente guiso de lentejas (y él agregará a escondidas un par de ajíes putaparió pretendiendo que no me doy cuenta). Para mis hermanos, empanadas de todos los sabores, tacos picantes y una torre de papas rejilla.

Para un hombre exigente –sólo si quiero deslumbrarlo- pollo al jengibre con mis especialidades tailandesas, de postre pastel tibio de chocolate con helado de limón y un vino que traerá él.
Pero si el hombre es muy especial, un poco niño y con una enorme necesidad de mimos, amante
de las cosas simples como yo, entonces lo espero con un mate muy espumoso y rosquitas de azúcar para tomarlo en la cama mientras afuera llueve. A lo sumo, si la ocasión es propicia y hay que reponer energías, chocolatada doble y un esponjoso bizcochuelo de naranja… o todo junto y en ese orden. A quien le quepa el saco… que se lo ponga.

jueves, 3 de diciembre de 2009

El regreso de Johnny Bravo

Hace semanas que trato de encontrar el molde original de este esperpento millonario pero se me queda el nombre en la punta de la lengua y no sale… ¡no sale! Y eso que una de mis grandes virtudes es poner el apodo justo en el momento justo, en eso no tengo rival. Menos mal que la gorda del lavadero me sacó de apuros cuando gritó entre carcajadas:

“Ese tipo… el payaso Fort… ¿no les hace acordar a Johnny Bravo?”

Y sí, con el pelo gelificado, inflado como un muñeco Michelín, un tonto con plata, engreído, vanidoso, que protagonizó su propio reality del absurdo y ahora se revuelca con la fauna mediática creyendo –pobre infeliz- que debe la fama a su “talento”. Claro que Johnny Bravo era un perdedor con las minas pero a Ricardito le llueven bombachas por la cabeza. Y no es para menos, si algunas por mucho pero muuuuuuucho menos son capaces subastar el alma… por un alquiler, un viajecito, un par de fotos comprometidas o los tan codiciados quince minutos de fama.
Ricardito nada en un mar de baba, las chirusas se disputan su voluble atención sin recato ni pudor, es el hombre -¿hombre?- del momento y sabe cómo disfrutarlo, se vanagloria de su éxito, cuenta los billetes y los gatos de Esperanto afilan sus colmillos, y baila, canta y opina como el que más. Canta mejor de lo que habla pues es difícil comprender en qué dialecto se expresa si es que expresa algo.
Ricardito Fort es una distracción como cualquier otra. Un parásito de buena cuna, heredero del imperio chocolatero, un pelotudo importante que con lo que le costó la prótesis del mentón bien podría poner un comedor infantil ¡y nos dejamos de joder!
Ay, Ricardo… Billetera mata galán, eso lo sabemos todos. Y vos de galán no tenés mucho, no es galán un hombre que ha perdido el respeto y la caballerosidad, un hombre que aún con dinero no es más que un chiflado escapado del infierno de Dante.
Yo me quedo con tu hermano, el mayor… Roque. Ese no hacía el ridículo ni se paseaba rodeado de modelitos de dudosa sexualidad. ¡Qué bien que la hizo Roque con los quesos…!
Bon appetit.

domingo, 29 de noviembre de 2009

A modo de cuento

Esto es para vos… que cada noche antes de dormir leés silenciosamente todas las tonterías que escribo, que leés porque me querés y te importo… Sabé, pues, que cada vez que escribo para vos es por lo mucho que te quiero y me importás. Touché!
Porque después de tanto tiempo nos animamos a abrir otra vez la puerta, porque no siempre es demasiado tarde… La próxima vez (y creo que la necesitamos) no quiero un café en Tolón. Te invito a caminar bajo la luz del sol o las estrellas, sin incomodidades, sin postergaciones, sin mentiras, sin más dudas.
Como sos buen lector y me conocés bastante bien, vas a entender. Para los demás (mis sinceras disculpas) este embrollo va a resultar sánscrito nivel inicial.

La historia de Semele ya se las conté.
Semele amaba a Júpiter, Júpiter la adoraba. Pero un día Juno –la esposa de Júpiter- los sorprendió en pleno idilio y se armó la gorda. Es que Júpiter será el Capo de los capos pero esa vez Juno lo junó. Muy callada y misteriosa le tendió una trampa a Semele que, como simple mortal enamorada, entró como un caballo (o una yegua, claro).
Júpiter se enfureció con Semele y la pobre murió carbonizada bajo el poder infinito de su rayo.

La Semele de este cuento también amaba a su Júpiter y él a ella, vivían un amor intenso y maravilloso. Pero Juno los descubrió, montó en cólera, pataleó y mintió. Mintió Juno, mintió Semele, mintió Júpiter… pues, digan lo que digan, en las historias de amor abundan las mentiras.
Juno sembró dudas en Semele, dudas de esas que echan raíces bien profundas y duelen hasta las entrañas. Y la escéptica Semele sufrió en silencio intentando desentrañar el misterio, cada tanto encendiendo alguna luz en medio de tanta oscuridad. Las luces que encendió, las guardó muy bien guardadas. Y no dijo nada, aunque a veces le entraban ganas de sacudirle a Júpiter un par de sopapos bien sonoros.
Pasó el tiempo y las cosas parecían acomodarse. Hasta que un día Juno se
enojó más de la cuenta y le exigió a Júpiter saber quién era la tal Semele, pues tan sólo su nombre conocía. Lo amenazó, Júpiter se asustó y Semele, furiosa, no aguantó más. Tanto así que, sin medir las consecuencias, envolvió cuidadosamente todas las dudas y se las revoleó a Juno con la fuerza de un pelotazo.
Juno gritó enloquecida, Júpiter gritó aún más fuerte y desató su rayo contra Semele que, presa de un miedo nuevo, lloró, suplicó y calló lo que no tenía que callar. Juno muy pronto volvió a sonreír y Semele…


No existe el final feliz, ni siquiera en el Olimpo.


martes, 17 de noviembre de 2009

Y parimos a Semele...

Las calles de mi barrio están sembradas de caca de perro y pétalos de jacarandá. No se sabe qué es peor. Uno termina desarrollando un sexto sentido para evitar ser víctima de un resbalón tan traicionero como bochornoso.
Pensaba en eso camino a la parada, martillando los tacos sobre el asfalto mojado. Domingo al mediodía, un calor que saca chispas y yo, como una infeliz, disfrazada de vampiro según los cánones que regulan la particular vestimenta del coro. Y eso que a último momento desistí de la pollera de gasa por miedo a que el patrullero me llevara “de paseo” por exhibiciones obscenas en la vía pública.
Negro de la cabeza a los pies con alguna variación que marca la elegancia. Así y todo, parecemos escapados de una secta peligrosa. La nota de color la dan las chalinas de las mujeres, una excentricidad a la que me sigo negando con descaro.
Será de Dios… Si al menos hubiera un lugar decente donde vestirse… Porque en el baño de los inodoros rosas tamaño culo-de-muñeca, que siempre huele mal y está oscuro, una no puede cambiarse ni los zapatos. No sé cómo hará nuestra bella soprano con su vaporoso atuendo de seda aguamarina.
Los hombres, en cambio, no tienen problema. ¿Qué problema pueden tener si ni siquiera usan tampones? Excepto –claro- Alfred que padece en silencio los sofocos de su andropausia. Esta vez elevó un petitorio para desabotonarse el saco y el moño durante las casi tres horas de concierto, so pena de tener que oficiar de espectador.
Nada más difícil que ubicar a cada uno en su lugar (hay lugares “comprados” para aquéllos que pugnan por desafinar al oído del maestro), especialmente a la orquesta con sus instrumentos sobredimensionados, el contrabajo, la espineta, la tiorba… Esta última entra en escena en las grandes ocasiones pero, aunque la tesorera proteste porque el presupuesto es escaso, el maestro S es sordo a tales pequeñeces.
SEMELE fue un éxito sumamente reconfortante. Los solistas ¡impecables! Nuestro Farinelli esquizofrénico se lució como nunca con esos agudos que rajan cristales. Lástima que es tan puto que, si no, me lo como a besos. Igual que a M, el divo que personificó a Somnus y nos adormeció a todos con su voz de terciopelo. Pero M no sé si es o se hace, por las dudas no pregunto y lo beso sin culpa.
Al fin, después de sudar la gota gorda con los melismas del “Endless Pleasure” terminamos en la pizzería de la esquina devorando una especial de anchoas, comentando los entretelones, los pifies y el magnífico FA sobreagudo que la soprano aterrorizada amenazaba con dejar para otro día. Hasta el maestro S lucía una sonrisa pocas veces vista... y no es para menos.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Conqueror

Si no pasó, está por pasar.

Fue el comentario generalizado apenas comenzado el ensayo. Miradas de complicidad que excluyen toda sorpresa. A esta altura ya es vox populi, algunos por pudor callan, otros gritan a los cuatro vientos la verdad que todos saben.
La cellista nueva se llama Paula. No es bonita, ni siquiera reúne encanto y tampoco toca bien, se confunde, equivoca las entradas, deja caer las partituras y, por si fuera poco, es invariablemente impuntual. Pero, paradójicamente, sigue formando parte de la orquesta.
Al principio el maestro S la ignoraba, se disgustaba cada vez que interrumpía para preguntar tonterías, le contestaba mal y la miraba peor. Todos la miraban mal y cuchicheaban… “¡Qué caradura esta chica!”, “Es insoportable”, “¿Cómo es que no la echa?”,
“¿Está drogada o es siempre así?”
Al ensayo de hoy también llegó tarde. Se entretuvo fumando en la puerta y ni siquiera entró a tiempo para afinar. Sin embargo, el maestro no dijo nada. Claro, con los desatinos del coro ya tiene bastante, no está ni para lanzar indirectas.
Pero no es eso, hay algo más. Imprevistamente, dispuso solos de cello donde no los hay, la elogió, dijo que tenía muy buen sonido y Paula esto, Paula aquello, Paula, Paula, Paula… Y ella con cara de póker pidiendo un LA al continuo para no bajar la afinación, diciendo todo que sí en diálogo cerrado con el maestro, como si los demás formáramos parte del decorado.

-Se la cogió.
-… o está por…
-No perdona a nadie este tipo.
-Pero mucho no va a durar…
-A él no le interesa que dure… ¿para qué?
-Muy triste…
-Le da lo mismo cualquiera, es el afán de conquistar.
-Yo sé de unas cuantas que…


La vibración profunda e inoportuna del contrabajo me impidió seguir escuchando. El contrabajista musculoso que no me saca los ojos de encima (lo sé porque cada vez que lo miro descubro que también me está mirando y la cosa se está poniendo excitante…)
Pero me estoy yendo por la tangente… No me extraña nada de nada este arrebato amoroso del maestro S, lo cierto es que le conozco unos cuantos affaires, algunos inimaginables, vomitivos. Somos pocas las que no hemos tenido el “privilegio” de compartir su cama, a algunas ya se les pasó el cuarto de hora, antes se negaban y ahora se lamentan, yo prefiero reírme y hacer como que no me doy cuenta. Como dice Gloria, es mejor ser la figurita difícil si una no quiere que el día de mañana la señalen con el dedo como a otra más del harem.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Veredicto

Al fin se supo.
Comunicado oficial.
Por razones imprevistas y de fuerza mayor se suspende el famoso viajecito. Y es que los
apestados de escarlatina ya no tienen fiebre pero, de todos modos, es demasiado tarde. Ya no hay chance de participar en el festival de Avignon, las presentaciones en Graz dieron comienzo antes de ayer y sólo quedan tres tristes funciones en Turín, pero el enflaquecido caché no amerita semejante periplo.
Ya está. Nos quedamos. No quería escribirlo porque es como constatar la frustración, no me siento aliviada, todo lo contrario, soy como un volcancito a punto
de erupcionar. Y ni hablar del resto del elenco porque lo mío va sólo de acompañante, no corto ni pincho, pero ellos han perdido sus buenos morlacos y ahí están rasgándose las vestiduras y deseando estrangular a los inocentes enfermitos. Corre la voz de que el papá de uno de los chicos lo sopapeó apenas le dieron el alta. No se puede creer… ¡Desalmado!
Como sea, ya empecé a desarmar la valija. Es la segunda valija que desarmo este año, como si estuviera predestinada a no salir de aquí.
Ya no conoceré el castillo Eggenberg ni el Kriminalmuseum ni la Mole Antonelliana que atesora el guión original de El Padrino, ni el Museo Egipcio con su templo de Ellesija y el Statuario y la efigie de Amenhotep I, ni comeré “merende reali”, “gianduiotti” ni la famosa “bignola”. Eso sobre todo, porque Turín es la cuna del chocolate y no hay ningún tirano Wonka digitando el juego. Eso era lo que más necesitaba...
Otra vez será.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Enraizada

Aquí estoy, no vengo, no me fui. No encuentro insultos suficientemente potentes para maldecir la luz que no me quiere alumbrar. Scheibe!!!
Debería haber partido hace una semana, eso si el diablo no hubiera metido la cola y los dientes como suele hacer. No tengo derecho a quejarme –lo sé- pero me había ilusionado con un esperado cambio de aire, de lugar, de compañías… y ahora no sé, nadie sabe. Si Dios quiere… pero no, no quiero aventurarme.
Es que una abrupta epidemia de escarlatina mantiene acuartelados a los tres pequeñines que forman parte del elenco de la obra de teatro que es la verdadera excusa del viaje. No, no actúo. Voy (si voy) de acompañante de la hija de mi querida amiga que, por razones de fuerza mayor, no puede viajar. Alguien tiene que cuidarla y me echaron el fardo sin titubear.
Por ahora, la demora significa que no conoceremos la ciudad del puentecito, aunque alguien comentó por ahí que el dichoso puente está clausurado por refacciones. Y agregó, seguramente a modo de consuelo, que Avignon es un pueblo muerto.
La cosa es que no podré caminar por el puente cantando la canción que todos sabemos. Me cache en Die!!
Con suerte, volaremos derechito al siguiente destino. Si no, me quedaré aquí a tejer calceta.
Voy a prender velas. No tengo ganas de escribir.

sábado, 24 de octubre de 2009

Nada es porque sí

Extraño al Hombre… Pero más, mucho más extraño al Amigo.

Es lo malo de soñar todas las noches. O soñar es la consecuencia. O simplemente la forma inconsciente (¿inocente?) de liberar, de liberarse. El sueño no reconoce principios, se ríe de la moral, se ríe de uno mismo. A veces llora, también.
Parecía tan real que me dio miedo. Su voz tal como la recuerdo, su voz fue lo primero que conocí de él, no sé si se lo dije alguna vez. Su voz y esa mirada que me paraliza, que mira dentro de mí y después duda. O no duda, sólo está asustado. O duda porque está terriblemente asustado.
Me besó y fue el beso más lindo y más largo que recuerdo. No quería despertar, temerosa de moverme y estropearlo todo. Porque el soñador sabe que el sueño es sueño y que al más leve roce se evapora la ilusión y todo se torna prosaico y concreto, demasiado concreto.
No sé qué dijo, me hablaba al oído pero no podía pensar. Al fin desperté. Me quedé en la cama mirando el techo con los ojos abiertos de par en par, vacía, sin ganas.
Es que no logro evocar los buenos momentos, todo se confunde en una niebla opaca mezcla de bronca, tristeza, amor, angustia, a veces decepción... Cada vez que lucho con el recuerdo, lo único que escucho dentro de mi cabeza son gritos y nunca antes lo había oído gritar, nunca como esa vez. No puedo olvidar ni una sola de sus palabras, nunca nadie me lastimó tanto y, sin embargo, una y otra vez vuelvo a él, aunque no quiera y me resista.
Por momentos pienso en todas las cosas que nos perdimos de compartir, buenas y malas, pero sobre todo buenas pues éste ha sido –a pesar de todo- un buen año.
Quizá debía ser así… “Es el destino”, dirán algunos, los que nunca se comprometen. Pero yo no creo en eso.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Ociosa y mundana

Hay un deseo que pido siempre que pasa un tren…

Esto de tener el saloncito de fiestas justo enfrente tiene su lado positivo. No sólo por los superhéroes que de vez en cuando te sacan de apuros, también brinda la oportunidad de conocer gente nueva, deleitarse con el bullicio de los niños… Es una nota de color en una cuadra anónima de este barrio que es bien barrio, música, globos, risas… ¡y el Trencito de la Alegría!
Sí. Cuando abrí la puerta de calle, allí estaba echando humo por la chimenea (humo ficticio pues
ahora funcionan a batería, pero humo al fin). Un tren pintado de verde con el fileteado característico, música de circo y el traqueteo lento y pesado sobre la calzada… chucuchucu-chucuchucu…
Me quedé embobada observando cómo los niños (y las madres) trepaban a los estribos y corrían a sentarse en el único vagón, entre risas y grititos que denotaban excitación e impaciencia.

-¿Querés subir? Doblo en la esquina, voy hasta la plaza y vuelvo.

El maquinista era el clon de Paolo, con morral y pelo largo. Repitió la pregunta a voz en cuello y recién entonces me di cuenta que me había acercado inconscientemente al tren que ahora hacía rugir el motor, a punto ya de emprender la marcha.

-Y… bueno. Me bajo en la plaza.
-Dale, subí.

No me hice rogar demasiado. Constaté que no hubiera ningún Barney a bordo y me acomodé lo más rápido que pude en el primer asiento. A nadie sorprendió mi compañía y ahí estaba yo con mi sonrisa de oreja a oreja, contenta como perro con tres colas.
Al volver la esquina me envolvió el abrazo dorado del sol acariciando las ventanillas sin vidrios. ¡Era real! La magia de una especie en extinción que, desafiando la vorágine de este siglo celularizado, continúa divirtiendo y maravillando a grandes y chicos por igual. Si lo viera mi papá… ¡él, que muere por los trenes!
Bajé en la plaza que ahora luce bonitas fuentes de agua y arbustos floridos. Caminé un rato, tenía tiempo. En la vidriera que es mi perdición han expuesto un vestido vaporoso, deliciosamente femenino, el vestido soñado que, si no fuera tan rosa, sería perfecto. Y
las sandalias con strass… No sé si comprar las sandalias o el lemon pie que me mira desde la bandeja giratoria de la panadería de al lado. ¿Cómo van a poner una panadería justo acá? ¿Por qué me hacen esto…?
Mi tarde transcurrió en la peluquería, ociosa y mundana como no suelo ser, aunque a veces se torna necesario. Un service completo, sin apuro y con criterio, hojeando revistas chimenteras mientras se seca el esmalte.
Ahora estoy lista para ir a armar la valija. Au revoir!

sábado, 17 de octubre de 2009

Un día muy especial

Dudé entre un generoso trago de ginebra y una de las pastillitas rosas que mágicamente disipan todos los fantasmas el tiempo necesario para capear la crisis. Ganó la pastilla, una mitad para inducir el sueño de la tarde, la otra sólo si la situación termina por desbordarse.
Todo porque amanecí con la garganta chirriando como bisagra sin aceitar. Y mocos. Lo peor son los mocos, aunque
mi mentora me enseñó el truco de cantar “por atrás” y nadie nota la diferencia. Son los nervios del estreno, siempre igual, peor si tenemos en cuenta el mal humor del dire que, a último momento, sigue agregando ritornellos de flautas en los lugares más inesperados.
Dicen los que saben que si el ensayo general es malo, el concierto será fabuloso. Y suele ocurrir así, increíblemente.
La siesta descomprimió gran parte de mis temores aunque no por eso descarté las cábalas de ocasión, a saber: baño de crema, té de menta y árabe de queso con mayonesa, llamado a Ralph que me dice todas las cosas lindas que quiero escuchar y mi bombacha de la suerte. Y mientras revolvía el cajón, caí en la cuenta de que hay bombachas que no he vuelto a usar desde… ¡Diosssssss! ¡No quiero pensar en eso! Justo ahora…
Como era de esperar, llegué tarde. Allí estaba la soprano intentando recuperarse del catarro con unos confites negros que parecían caquita de rata, tanto por la apariencia como por el sabor. Los hombres elegantísimos, de negro riguroso, algunos con moño, excepto el maestro S que luce indefectiblemente arrugado y ya creo que lo hace adrede. Todos expectantes, a la espera del gran momento.
El concierto fue un éxito rotundo. Canté mi SOLO (mis solos) como nunca antes en la vida, no sé si fue la pastilla, el miedo o mi mamá que me sigue cuidando desde algún lugar. Debe ser eso, sí. A veces pienso que no lo hago tan mal, y ella quizá se sienta orgullosa, un poquito al menos, y vele por mí. Me hubiera gustado tanto cantar para ella y no para el ramillete de viejas besuqueras
que me atacaron a la salida y casi me descascaran el maquillaje con tamaña efusividad.
El maestro me abrazó y me dijo al oído algo que no puedo repetir. Hubo profusión de besos y felicitaciones, todos contentos, el coro, la orquesta, los continuistas, la loca del fagot y hasta el contratenor que me serruchaba el piso y tuvo que conformarse con un papel secundario en lugar del INTELLETTO que es MIO, sólo mío y de nadie más.
¡Y me regalaron flores! Eso sí que hay que destacarlo, un bonito ramo de rosas rojas apasionadas y fragantes y el aplauso cerrado que agradecimos con una emoción indescriptible.
Ahhhhhh… Se siente lindo el éxito.

(Está todo ampliamente documentado. Fotos, videos, audio… para la posteridad. Esperen y verán).

martes, 13 de octubre de 2009

La causa

Esta viene de buenas y malas.
Primero la MALA porque a la adversidad hay que ponerle el pecho, como el sargento Cabral en aquella mítica batalla.
Pero hoy no tengo fuerzas para historiar… ¡Otra vez este dolor de panza que me parte como un queso! Inexplicable, nadie sabe, nadie entiende, y yo estoy a los gritos cada vez que los espasmos ganan terreno. No puedo pensar, la frente teñida de sudor helado, doblada en dos contengo la respiración y cuento los segundos… ocho, nueve, diez, once… Y pasa. Pero sé que no tardará en repetirse, cada vez más vigoroso.
Así transcurrieron las horas. Cada hora, un té de boldo. En total, unos diez o doce tés e infinidad de corridas al baño. Estoy segura de que he perdido peso, lo cual sería un alivio si no fuera porque ya estoy por debajo de lo normal.
Como buena cristiana que soy, me instalé en la guardia del hospital a esperar que el erudito de turno se dignara examinarme, dando golpecitos tontos en mi panza como si estuviera llamando a alguien. En esos momentos se me cruza siempre la misma imagen: un alien bebé que inesperadamente despierta y destroza mi caja toráxica (seguro duele menos que la panza) y se abalanza sobre el médico cara-de-nardo y lo muerde en la garganta antes de que pueda reaccionar. Pero nada ocurre y vuelvo a escuchar lo mismo de siempre, ni apendicitis ni gastritis ni nada que valga la pena, nada que justifique mis padecimientos.
De vuelta en casa, mientras preparaba el consabido té, pasé revista a las comidas de los últimos días. Nada fuera de lo común, nada que destaque especialmente.
¡Y ésta es la BUENA! La vi en la alacena, negra y sofisticada, ya ni sé dónde la compré. Tuve una sensación de lo más rara acompañada de náuseas y escalofríos, especialmente cuando leí la fecha
de vencimiento y constaté que soy mucho más tonta de lo que todos creen.
Ahí estaba el cuerpo del delito, un exquisito aceto balsámico que he estado consumiendo ocasionalmente durante –mejor no aclaro que oscurece- un “largo período”. Ahora recuerdo bien que los episodios anteriores iban siempre precedidos de una espectacular ensalada, no sé cómo pero lo sé, es como si me estuviera viendo regando un pilón de tomatitos y albahaca fresca con chorros generosos de aceto vencido. Y lo peor es que he convidado a mis seres queridos, a mis eventuales invitados, pobres comensales desprevenidos, y esto me convierte en envenenadora profesional… como la Yiya Murano… ¡guaaaaaaa!
En fin, arrojé la botella a la basura con la clara convicción de empezar a respetar las etiquetas si no quiero morir en pleno acceso de retortijones y que nadie sepa qué diablos me pasa.

sábado, 3 de octubre de 2009

A días del debut

-María, tu rol de INTELLETTO va completo.
-¿Ah sí? Gracias, maestro.


A otros no les fue tan bien. Como el barítono de la voz envidiable que es tan talentoso como altanero a la hora de hacer valer sus prerrogativas. El maestro S, harto de semejantes veleidades, le dio las gracias y lo fletó sin pestañear. Que pase el que sigue…
El recorte de Cavalieri es decisión tomada e inapelable. Personajes descartados, no habrá vestuario ni regie ni nada. “Quien quiera actuar que actúe”, dijo el maestro. Y recalcó que priorizaremos la música por sobre la puesta en escena, lo cual arrancó suspiros de alivio y algún aplauso aislado entre su séquito de enamoradas.
Hace casi tres semanas que no canto un compás de la Rappresentazione. Hace rato que no canto nada excepto el nuevo jingle de Carrefour que se me pegó como una sanguijuela…
Es que no tengo tiempo, ando como bola sin manija repartida entre las actividades más diversas y, cuando manoteo un ratito de ocio, escribo. Escribo mucho últimamente y, mientras no escribo, me pinto la cara con mis coloretes nuevos.
Ya decidí casi todo lo que haré el próximo año, lo cual ya es bastante teniendo en cuenta que no experimentaba esta sobredosis de claridad de mental desde la vez que me llevaron a pescar en bote a mar abierto y acepté sólo para demostrar que no
me achico así nomás. Claro que después regresé vomitando, verde como un potus y, al caminar, tambaleaba. Pero me miraron con respeto porque no cualquiera… ¿no?
Proyectos… El más inmediato me está mirando desde el atril del piano y es que en menos de un mes estaré cantando sola e indefensa frente al público. Tengo miedo, pero es un miedo estimulante que no me paraliza en absoluto. Además, el maestro me tiene fe desde que me convertí en su “muzza”. Y ahora me voy porque tengo que ponerme en la “piel” del personaje…

Salite pure al cielo,
che nel ciel Dio si vede,
del cor ricca mercede.

jueves, 1 de octubre de 2009

Amor descartable

-¿Estás sola?
-Sí.
-¿Cómo estás para una pizza?
-Te la debo, perdón. Otro día…

No hizo tantas preguntas como la última vez. Por mi parte, evité preguntar lo que quiero saber, de modo que la conversación giró sobre sí misma un largo rato sin que ninguno de los dos se atreviera a mencionar el “objeto” común. A esta altura sospecho que no le place hablar del tema y, si lo hace, no será desprovisto de algún interés.
No lo conozco tanto y él tampoco a mí. Pero hay algo que lo atrae desesperadamente, simple curiosidad o el afán de poseer lo que fue de otro. O sencillamente encuentra en mí algo atípico, algo que no acostumbra ver en su círculo habitual y que por ende lo deslumbra, pero esto no me extraña ni me enorgullece, más bien me llena de confusiones.
“Es un buen muchacho”, diría la tía Clotilde al primer vistazo. Aunque más tarde “no pondría las manos en el fuego” y finalmente sentenciaría “¡Te lo dije!”.
Insistió una vez más y me excusé lo más delicadamente que soy capaz. Al día siguiente, muy temprano en la mañana, dejó un inesperado mensaje en mi celular: “Feliz primavera, linda”. Y promete volver a la carga...
Esto demuestra -para mi pesar- que "los amigos de mis amigos" no quieren ser mis amigos. ¡Me cacho en die!

martes, 29 de septiembre de 2009

El milagroso arte de curar

My beloved sister me regaló una preciosa cazuela de barro. Para mi sorpresa, traía instrucciones precisas para su correcta curación, a saber:

“En otro recipiente preparar un engrudo chirle, dejarlo entibiar y llenar la cazuela. Dejarla reposar con el engrudo unas horas, enjuagarla y estará lista para cocinar”.

Hice el engrudo. Fiel a mi torpeza acostumbrada “engrudé” toda la cocina, el piso y mi pelo, pero fue peor al día siguiente cuando intenté despegar el pasticcio y deshacerme de él. Casi tengo que pedir prestado un cortafierro para rascar los pegotes del fondo de la cazuela. A las cansadas, salió.

-Mirá que capaz no está bien curada…
-¿Cómo que no? Si hice todo al pié de la letra...
-No sé… Fijate en Internet mejor.
-¿Me estás cargando?
-Algunos la remojan en agua varias horas, otros la untan con cal…
-No puede ser… ¡Que lo remilparió!

Entonces, mirando la cazuela con desconfianza, busqué y rebusqué los consejos del experto y resultó peor el remedio que la enfermedad. Es como reza el dicho “En el país de los ciegos, el tuerto es rey” pues aquí todos quieren enseñar, todos saben, todos aconsejan,
todos son dueños de la verdad y la verdad es que ¡nadie sabe nada!

Al final le hice caso a Martiniano pero, si después de todo este candombe me explota la olla, haré un escrache público y se va a acordar de mí.

1) Unté el exterior de la cazuela (y la tapa) con ajo. El olor por poco me mata, es obvio que mi vampiro favorito no vendrá a visitarme hasta el próximo cambio de luna… puedo dormir tranquila.

2) Al día siguiente, con un broche de la ropa prendido a la nariz, pincelé clara batida sobre el ajo y la dejé secar. Es increíble cómo endurece la clara, sin mencionar que han quedado en la superficie unos globitos de aspecto salivoso que dan mucho que pensar…

3) Cuando secó la clara por completo, llené la cazuela con leche dispuesta a hervirla unos pocos minutos.

Con eso bastaría, sólo que, para calentar la olla sobre la hornalla, es necesario un “disco de amianto” si uno no quiere que la pieza se descuartice. No puede ser ¡no-puede-ser! Me pasan todas… ¿A dónde encuentro ahora un disco de amianto? Ya se me encresparon los pelos con tanto ajetreo. El ferretero no sabe de qué le hablo, la chica del cotillón me mira con ojos inexpresivos, no sé qué hacer…

Menos mal que el señor de la casa de pastas se solidarizó, o quizá sólo lo asustó mi cara de estoy-por-llorar cuando confesé mis desdichas entre montañas de ñoquis y capellettis que quedarían tan sabrosos en mi cazuela, si es que logro curarla como Dios manda.
Cuando estaba a punto de resignarme, volvió de la cocina con la nariz sucia de harina y un plato finito en las manos.

-Acá tenés el disco de amianto. Usalo y después me lo traés, mirá que no tengo otro ¿eh?

Casi me pongo a bailar de tanta felicidad y no lo abracé porque me lo impidió la altura del mostrador. Me fui corriendo con el disco apretado contra el pecho. Ahora sí que te voy a curar, cazuela del orto, y vas a ver los guisos que nos vamo’ a morfar.
Quedan todos formalmente invitados.

martes, 22 de septiembre de 2009

Epifanía

Creo que al fin encontré lo que buscaba.
Creo… todavía no estoy segura. Intento dilucidar las perspectivas, rehusando cualquier decisión apresurada, alerta y temblorosa como si se tratara de una cirugía a corazón abierto.
Llevo mucho tiempo esperando, debe ser eso.

“Todo empezó cuando…” Aunque suene gracioso y redundante, me remite a un comienzo lleno
de tropiezos, un proyecto varias veces frustrado y encajonado por años hasta vislumbrar un nuevo rapto de inspiración que, para variar, se esfuma entre las complicaciones que supone erigir una historia, una historia de verdad.
Idea, forma y personajes. No sé dónde situar al narrador, francamente no lo sé. Si hay crimen –siempre lo hay- no encuentro un móvil verdaderamente sustentable. Como es de suponer, la historia empieza a tambalear, los cimientos se resquebrajan y sólo queda la idea desnuda, desprovista de color y animación. Y entonces pierdo la fe (otra vez), entierro las evidencias y pienso que los demás lo hacen mejor, que no puedo conquistar a la inconquistable Musa, no soy capaz.

Pero esta vez fue diferente.
Tomaba un café en la esquina más famosa de Buenos Aires. Cada tanto echaba un vistazo al reloj, no del todo absorta en la novela negra de Ellroy, una edición barata que rescaté en la feria de usados.
Dos señores conversaban animadamente en la mesa contigua. No les presté atención hasta que mencionaron el “caso” y, aunque al principio no entendí de qué hablaban, logré hilvanar unas cuantas frases, un nombre que me sonaba familiar y… ¡Eureka! Allí estaba mi objeto de deseo servido en bandeja: la IDEA, la FORMA un tanto imprecisa pero ciertamente tangible y los PERSONAJES... Sexo, misterio, un crimen (¿pasional?), unos cuantos sospechosos y ningún culpable. “Un caso más de impunidad del que nadie quiere hablar”, eso dijeron.
Y creo que fue esto último lo que me instó a salir corriendo en busca de información, textos, testimonios fehacientes, debía encontrar las fuentes ¡rápido! antes que la dificultad de la tarea disipara el entusiasmo como una frágil nube de polvo.

En fin… aquí estoy, tratando de enfocar la historia como si supiera cómo se hace… Por
momentos, la realidad supera a la ficción y a mis propias ambiciones, no sé si podré llevarlo a cabo pero al menos lo estoy intentando.
Tengo un título… No sé, todavía, pero creo tiene fuerza.
¿El caso? No sé si puedo decirlo… Ella se llamaba Aurelia, pero le decían Oriel.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Papi… ¿O mami?

La doctora Danièle Flaumenbaum -ginecóla, psicoanalista y especialista en medicina china- escribió un libro sobre la mujer y la sexualidad.
Entre otras cosas dice que las féminas, pese a haber escalado posiciones en el campo social-laboral erradicando todo tipo de tabúes a lo largo de la historia, siguen considerando su vida sexual “insatisfactoria”. Y esto tiene que ver con la negación de las dificultades sexuales, no así con la prohibición sexual, lo cual no les permite vivir el placer con plenitud.
Dice Mme. Flaumenbaum que, en el vertiginoso tránsito histórico de la sociedad moderna, las abuelas y madres no han sabido transmitir el concepto de la función sexual de manera adecuada. Por ello, la dificultad de las mujeres a la hora de comprender, pues “para vivir esa sexualidad floreciente deben construir ellas mismas lo que hubieran tenido que recibir siendo niñas”. Es indudablemente un aprendizaje autodidacta.
Pero lo más curioso es que, según expone nuestra doctora, “cada historia de amor nos reconecta con la primera historia de amor que todos (hombres y mujeres) vivimos con nuestra madre”. Y esto la lleva a afirmar que la mujer ama a su pareja más allá del sexo (a veces, independientemente del sexo) puesto que el hombre amado toma en ella el lugar que ocupaba su madre.
La madre tiene la responsabilidad de asistir, alimentar y satisfacer todas las necesidades vitales. “Para la mujer, el hombre que ama adquiere el mismo carácter y por ello se vuelve totalmente dependiente de él”.
La doctora Flaumenbaum no hace más que complicar las cosas. Siempre creí que el hombre, sobre todo si es algo mayor que una, es una versión mejorada del “padre”, una suerte de “papá elegido", fuente de protección, amparo, sostén, amor. Aunque no se trate de una decisión conciente resulta inevitable volcar las implicancias de la relación padre-hija en la pareja.
Pero tal parece que no identificamos al hombre amado con el padre sino con la madre y es que el vínculo con la mamá es el primero de todos, sólido e indestructible, de dependencia total y absoluta. “Hasta que la muerte nos separe”.
Ahora empiezo a entender, como que se hizo la luz en algunos rincones.
Pero sigue resultando desconcertante, sobre todo considerando el enorme ascendiente que las madres tienen para el hombre, en general.
¡O sea que el padre está pintado! Porque si ellos buscan una madre en nosotras y nosotras vemos en ellos el reflejo de la nuestra… ¡el mundo es de las mujeres! ¡Un mundo de madres y suegras! No más “papi”, no más macho argentino. Ay, qué frustración…

(Me colé en la presentación del libro “Mujer deseada, mujer deseante” de Danièle Flaumenbaum. Vi muchas, pero muchas caras de consternación mal disimuladas por el aplauso vigoroso de las feministas de ocasión. Escapé minutos antes del final...)


martes, 15 de septiembre de 2009

Oh La La!

Un mediodía expectante en plena capital porteña.

-¡Vienen del sur!
-¿Dónde?
-¿Los ves? ¿Los ves?
-¡Están sobrevolando el Riachuelo!
-¿Dónde está el Riachuelo?
-¡Allá vienen!
-Aaaaaaaaahhhhhhh…


Y el raudo paso de los aviones desata el aplauso de grandes y chicos, una multitud que mira al cielo con hipnótica adoración, como si Jesucristo fuera francés y estuviera a punto de eyectarse sin paracaídas sobre el obelisco.
La Patrouille de France vino a festejar el Bicentenario pintando el firmamento patrio con sus colores y los nuestros, en ese orden. Y sólo eso. El noticiero anunciaba “una sorpresa” y la gente esperaba una linda exhibición de acrobacias aéreas, algo que no se ve todos los días.
Uno entre miles esbozó el deseo que la mayoría no se atreve a expresar… “Si siguen de largo y ven un edificio pintado de rosa chicle ¡que le metan caño!” y su gracia fue coreada por los concurrentes con risas y vivas y alguien más propuso impactar contra el Congreso y el Indec. Mientras tanto, la jungla de vendedores ambulantes organizaba la distribución de banderitas alusivas y discos de Charles Aznavour.
Demasiada expectativa por unas pocas rayitas de colores. Cuando llegó la hora de las acrobacias se quedaron sin combustible… y nosotros, sin sorpresa.
Pero fue lindo verlos volar tan cerca, parejitos detrás de los Pampa, entre las torres altas de Puerto Madero. Si hubieran sobrevolado Fuerte Apache los bajaban a tiros como al zeppelin de La Serenísima, pero acá en la zona cheta sólo cosecharon aplausos.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Menta dispersa

A veces la vida se asemeja injustamente a un dibujito animado. El circuito caprichoso que se retroalimenta como una cinta sin fin. Previsible.
El Coyote cae aplastado bajo un yunque colosal que debería aniquilarlo pero, como cabe suponer, tan sólo lo plancha un poquito y en segundos enerva hasta el último pelo para reanudar la obsesiva persecución de su… ¿víctima?
Pobre Coyote. Sufre indeciblemente, paciente y tenaz, incansable en pos de su único objetivo, el trofeo, el bocado más sabroso… ¿el enemigo? ¿un sueño?
Quizá un día le toque ganar y, entonces, nada será igual. Es probable que, tras las mieles del éxito, beba gota a gota el vacío imposible del volver a empezar. Entonces habrá roto el círculo y será libre… ¿libre?

sábado, 12 de septiembre de 2009

Videoclub

-Estaba abierto cuando pasaste, ¿no viste que te hice señas?
-Decía “CERRADO”.
-No me entendiste. Para vos siempre está abierto.
-Psé…
-Bueno, alquilá lo que quieras y te llevás otra película gratis.
-¿Por qué?
-A modo de indemnización… Pero la elijo yo.


Suspenso… Terror… Me tienta Tarantino hasta que recuerdo que en las escenas cruciales siempre termino escondiéndome bajo las sábanas, aunque después espío un poquito y pongo cara de espanto. Sin ir más lejos, el “cirujano” de Hostel me persiguió en sueños varias noches seguidas…
Pero éste no es un videoclub cualquiera. En la trastienda guardan clásicos, rarezas, joyas del comic, cine de culto. Dan ganas de quedarse un rato largo a curiosear.
Descarto las comedias y los romances, “la Dalia” sigue donde la dejé y por un momento siento el impulso de volver a verla, pero entonces encuentro lo que necesito y ya no busco más. “La otra Bolena” promete una interesante incursión en los peligrosos amoríos del rey Enrique. Intriga, historia, traiciones y una pasión desbordante. Muy pero muy apropiado.
Contenta, me paré frente a la caja con la tarjetita de socio y el celular vibrando peligrosamente en el bolsillo del pantalón.

-Ésta te va a gustar. Espero haber elegido bien.
-Esteee… Ah, sí, gracias.

¿”Doctor Zhivago”? ¿Pero qué se creyó este tipo…?
El dueño del video tiene mal carácter o, al menos, siempre lo parece. O quizá es sólo que no sintonizamos. Me encajó la película nomás y no pude decir nada puesto que era un obsequio, pero hubiera preferido un muñequito de Aquaman de esos que guarda detrás del mostrador.

-Que disfrutes las películas.
-Gracias.

Me miró a los ojos, muy serio. Fue sólo un segundo, el tiempo necesario para que las cajas
cambiaran de mano, suficiente para establecer la conexión. Y no sé por qué me paralicé, si no había motivos… No entiendo por qué siempre me pasan estas cosas. Camino a casa ya tejí toda la historia, con escenas en cámara lenta y lágrimas y volcanes de chocolate. ¡No, no y no!
Al final soy un imán de atraer catástrofes…

jueves, 10 de septiembre de 2009

Selección de dichos populares

A los tirones como negra peinando al hijo.

Aburrido como choque de tortugas.

A los saltos como rengo en tiroteo.

Áspero como talón de linyera.

Cortito como patada de chancho.

Desubicado como chupete en el culo.

Firme como rulo de estatua.

Flojo como culo de vieja.

Largo como eructo de jirafa.

Más empujones que mostrador de boliche.

Más hambriento que piojo de peluca.

Más enredado que pelea de pulpos.

Más inútil que teta de monja.

Más ordinario que diente de madera.

Más pesado que collar de sandias.

Más pesado que político en campaña.

Más pesado que sopa de chancho.

Más rápido que escupida de músico.

Más resbaloso que mate de carnicero.

Más seco que lengua de trapo.

Menos gracia que torta sin Royal.

Molesto como mosca de velorio.

Ordinario como canapé de mondongo.

Peligroso como cirujano con hipo.

Perdido como turco en la neblina.

Rellena como alpargata de gordo.

Seguidor como perro de sulky.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Malas compañías

Ayer a la noche un mosquito zumbaba cerca de mi oído, volaba en espiral hasta el techo y se desplomaba en picada una y otra vez. Di tumbos en la cama manoteando el aire, incapaz de atraparlo. Por su culpa, casi me pierdo el glorioso regreso de Micky Vainilla.
Encendí el velador. Nada, como si se lo hubiera tragado la tierra. Era cuestión de apagar la luz y el desgraciado arrancaba a volar incansable de acá para allá, si hasta se le dio por posarse en la pantalla del televisor justo sobre la nariz de Pachano cuando despachaba su célebre frase “No me gustó”.
Harta de provocaciones corrí en busca del Selton, dispuesta a “vaciar el cargador” como si me atacara un ejército de cucarachas acorazadas.
Volví armada y furiosa pero el mosquito había desaparecido. Lo busqué por los rincones, detrás de la cortina, en el techo, en el placard… Ni la sombra.
Volví a la cama con el Selton en la mano. Al cabo de varios minutos, el susodicho seguía sin dar señales de vida. Guardé el insecticida, comprobé por enésima vez que la llave de gas estuviera cerrada y me fui a acostar, no sin antes saborear una buena cucharada de dulce de leche.
Hice zapping hasta pasada la medianoche, maratoneando entre recetas inutilísimas y documentales morbosos sobre la criatura de Metepec, considerando las probabilidades de recurrir a la pastilla puesto que el alcohol sólo me provoca risa y dolor de cabeza.
Hay un espejo frente a la cama. Me gustan los espejos, en ese sentido soy estrictamente narcisista, aunque los amantes del Feng Shui proclamen que es mejor tenerlos lejos pues los espejos en el dormitorio absorben toda la energía sexual. Psé…
Pero cuando miré de cerca el puntito negro en el espejo, resultó que no era un punto sino el mosquito de mis pesadillas. Quietecito en un rincón, no hacía ni mu. Esperé un rato y nada, parecía haber captado el mensaje o tal vez aguardaba el momento del sueño para drenarme sin culpa.
Media hora de vigilia y seguíamos allí. Y me empezó a dar lástima el pobre… Comprendí que al liquidarlo me quedaría sola como indio malo, comprendió que si me atacaba lo hacía boleta. Ambos comprendimos, afortunadamente.
Cuando desperté a la mañana, el mosquito estaba en el mismo lugar. Abrí la ventana y con suaves golpes de viento lo obligué a salir.

-Pero ¿le miraste las patas?
-¿Qué patas?
-¡Nena! El Aedes tiene rayas blancas en las patas.
-¿El qué…?
-¿Pero en qué país vivís? ¡El mosquito del dengue!
-Ufa, qué sé yo… tampoco exageres.
-Sos boluda.

(Esto último es el extracto de la conversación sostenida con mi hermana “la bióloga” que, en circunstancias más felices, hubiera criado una colonia entera de neumococos sólo para presumir de familia numerosa… ¡Celosa! )

viernes, 4 de septiembre de 2009

Mariposa de primavera

Hace rato que lo tengo guardado.
Pensé estrenarlo en primavera y ella estuvo de acuerdo… “Cuando vos quieras”, dijo. No sé si no le gustó el anterior (debo admitir que a mí tampoco) o quizá sólo quería inspirarme la alegría que entonces era incapaz de sentir.
De cualquier modo, aquí está coronando mi bello mundo como una suave y tibia brisa, ni temprano ni tarde, en el momento justo para disfrutarlo como se merece.
¡Encantador! Me gusta porque es fresco, irradia personalidad y color, y lo más importante de todo:
Mariposa lo hizo para mí, pensando en mí, un regalo desinteresado y, por ello, infinitamente más valioso.
Ahora no sé cómo rayos retribuir, lo cual me coloca en un serio aprieto. Habrá que pensar algo… Por lo pronto, aquí estoy mirando embobada la nueva cara joven de QUIEROMENTA. Mejor que un lifting ¡mucho mejor!

Un especial agradecimiento a Mariel que, con su enorme ternura, hace más liviano el peso de mis días grises.

martes, 1 de septiembre de 2009

Superhéroe

Cuando paró de llover ya casi era tarde.
Bajé corriendo. Las llaves que desaparecen en el fondo de la cartera y esta humedad que me va a dejar el pelo como un nido de resortes… Podría ser peor, siempre puede ser peor.
El portero me detiene con una sonrisa de oreja a oreja y ese deseo inoportuno de convertirse en confidente… que cómo estoy, que si las cosas van mejor, que si me quedo o si me voy, y la pregunta elocuente, la misma de siempre… “¿Todo bien?” Pero ¿qué es “todo bien”? ¡¡¿qué carajo es “todo bien”?!!
Este portero me recuerda a otro portero, a todos los porteros, pero en especial a ése que, desafiando las fronteras del caradurismo total, se le daba por acotar a modo de despedida: “¿Listo?” ¡¡¡¿Listo qué, infeliz?!!! ¡La pucha, que raza prescindible estos tipos!
Pisar la vereda me cambia la cara, me despeja, pero sólo por un instante. Enfrente, el saloncito de fiestas infantiles rebalsa de niños ruidosos, globos de colores, cientos de globos, y una canción espantosa que no logro identificar.

Los padres depositan a los pequeños monstruos en esa horrible jaula estereotipada a cambio dos o tres horas de paz, un espejismo de paz más parecido a una tregua, y ya no es como antes cuando los amiguitos venían a casa y jugábamos al baile de las sillas, al huevo podrido o a las carreras de embolsados y mamá hacía la torta con voladitos de papel crepé y mirábamos cortos de Disney en el Superocho de Kiyoshi, el tintorero del barrio (para los vecinos, Adolfo) y, algunas veces, venía el payaso Carlitos con sus piruetas y trucos de magia… Sigo sosteniendo que todo tiempo pasado fue mejor. Definitivamente.
La lluvia dejó la vereda pantanosa, llena de hojas amarillas y charcos de agua sucia. Cuántas hojas… ¿pero es que todavía es otoño en esta cuadra?
¡Aaaaayyyyyyyyyy! Fue el castigo divino, ese que decía mamá… $>@&%)=(@%# que lo remilparió!!!
Las hojas mojadas se deslizan como manteca sobre el pan caliente, una trampa mortal para el desatento que pisa sin mirar… O sea, yo.
Fue una caída en cámara lenta, bochornosa, completamente evitable. En segundos yacía despatarrada en la vereda tratando de determinar el cómo y el por qué, sabiéndome el foco de atención de niños, padres y portero.
Y en eso (lo juro por Dios), como una aparición extraterrenal, pegando unos saltitos de lo más cómicos, salió del estacionamiento de al lado ÉL, mi salvador… ¡el Hombre Araña! Sí, sí, sí. El auténtico. O por lo menos, bastante bien disfrazado aunque algo escaso de musculatura y petiso.
Corrió (saltó) hacia mí que seguía sentada en el piso con la boca abierta, restregándome los ojos sin dar crédito a la escena más bizarra que protagonicé en esta vida. Me ayudó a pararme en medio del griterío infernal de los mocosos que alentaban a su héroe.
Al fin de pié, me sacudí las hojas de la campera y saludé a la concurrencia para dar un poco de credibilidad a todo el asunto. Spiderman dijo algo a través de la máscara. No le entendí pero el acento cordobés me hizo retroceder espantada.

“Gracias, flaco. Menos mal que me salvaste. Ahora andá, que te están esperando”.

Y se fue a la fiestita.
Huí sin volver la vista atrás, ni siquiera le pregunté el truquito de la telaraña ni le arranqué la máscara para espiar. En ese momento pensaba “si lo cuento, no me creen… ¡es de fábula!”. Y sí, a veces creo que mi vida la escribe un loco y yo no soy más que un pobre personaje esclavo de sus caprichos.


lunes, 31 de agosto de 2009

Enjoy the rain

Cuando iba a la colonia festejaba si llovía. Eso significaba que no podían obligarme a nadar, a saltar, a correr tras la pelota, ni perseguir a nadie en ningún juego idiota.
Lo mismo cuando íbamos a la casa de tía Emilia, pues entonces no tenía que rastrillar el parque en busca de algún hormiguero nuevo ni tirarme de cabeza en “lo hondo” como Evangelina que era la chica per-fec-ta.
Mi mayor deseo era esconderme en el vestidor de tía Emilia, donde decenas de vestidos de fiesta colgaban glamorosos e inaccesibles, orlados de piedras y lentejuelas que destellaban en la penumbra. Seda y terciopelo que acariciaba
con respeto casi religioso. Me gustaba oler las telas y probarme los zapatos de tacón. A la larga mamá me descubría in fraganti y había que poner pies en polvorosa, pero siempre había oportunidad de volver.
La lluvia trae, inevitablemente, más chances de ciudad, de encierro, de lectura, de películas, de mates con bizcochitos y siestas muy largas.
Me gusta la lluvia. En especial si es la excusa milagrosa para escapar de un bullicioso día de campo con deporte incluido. Pero, para algunos, esto último implica una excentricidad tan absurda que jamás me atrevería a formularlo en voz alta.
Me gusta. Me gusta mucho mucho la lluvia, me hace feliz. No tanto como… bueno, como “eso”. Pero, sí, un poco feliz.