domingo, 28 de febrero de 2010

Missa Brevis

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y si “dos veces BREVE”, simplemente genial.

Me anoté en un taller de verano, uno de los tantos talleres de canto que permiten a los directores recaudar un dinerillo extra en esta suerte de pre-temporada. Descarté con inmensa pena el taller de música medieval y el de Charpentier, pues todavía no tengo bien desarrollada la habilidad de estar en dos sitios al mismo tiempo. La próxima vez podría tirar los dados o -¿por qué no?- reincidir en este pequeño proyecto que ha sido tan pero tan gratificante.

Un Haydn respetuoso del estilo, sencillo, de armonías puras en terceras que se elevan hasta las
puertas del paraíso. Bajo la estricta consigna de “abreviar”, el Gloria resultaría un enredo de voces incomprensible si acaso el texto fuera menos familiar, sin embargo suena bello, suena muy Haydn.

En cambio Mozart, con su eterna culpa a cuestas, amedrentado por un padre que lo amó tanto como lo castigó, dibuja un Kyrie cargado de tensiones que hacen
dudar del perdón divino. Mozart teme no ser "perdonado" y su “brevedad” es dramática, por momentos tormentosa aunque no por ello menos hermosa.

Dos Misas breves, dos magníficos compositores y dos grandes maestros. Todo por partida doble y el coro, embelesado, bebe gota a gota este delirio de fugas y hemiolas que es “brevis” pero no tanto.

jueves, 25 de febrero de 2010

Yo te cuido, vos me cuidás

Nos quedamos sentados en el balcón hasta tarde, mirando la luna y el tráfico en la autopista. Ronroneando, refregaba el hocico contra mi cuello y por momentos me daban ganas de llorar. Pensar que él no tiene nada, tan sólo un almohadón tejido al crochet y una ratita de peluche con la que juega de a ratos, no tiene nada y sin embargo es feliz o lo parece.
Quizá sea porque se siente querido y cuidado, a tal punto que olvida cómo le grité por haber volcado la maceta del potus, además de ensuciar la pared y esconderse en el placard de los pulloveres.
A veces quisiera ser como él, dormir sin sobresaltos sabiendo que alguien se ocupa de mí, me cuida y me protege, casi como volver a ser niño.




Touch me
It's so easy to leave me
All alone with the memory
Of my days in the sun
If you touch me
You'll understand what happiness is.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Malcriado y sinvergüenza

Pensamos que no se iba a adaptar, territorio nuevo, olores nuevos, recovecos nuevos… Sin embargo, tras un par de horas atrincherado al costado del lavarropas, decidió que había mejores escondites esperando ser explorados y no quiso perder más tiempo.

Enseguida localizó el platito de la comida y un tazón floreado que lleno cada hora con agua fresca. El baño es oscuro y ofrece interesantes recorridos nocturnos por el borde del bidet y la bañera, lo sé por las huellas que dan testimonio irrefutable de las intrépidas caminatas. Entre otras cosas, compartimos el baño pues no ha consentido en alojar sus piedritas sanitarias en ningún otro lado y, a tal punto considera éste SU BAÑO, que no he logrado gozar de la más mínima intimidad desde que comenzó la feliz convivencia.

Un error muy común es pensar que el minino necesita algún tipo de consuelo por la supuesta depresión post-mudanza, entonces se nos da por exagerar los mimos, las cosas más impensables le son permitidas porque “pobrecito… extraña, se siente solo… es chiquito”. Así fue que me dio lástima cuando lo vi desaparecer bajo la cama, inclusive lo empujé un poquito porque de tan gordo se quedaba trabado a la mitad. ¿Cómo iba a suponer que bien entrada la noche la pequeña bestia estaría cómodamente instalada sobre mi almohada, empujándome la espalda con sus patitas mullidas intentando ganar espacio?

La primera vez intenté razonar, le expliqué, le mostré y le señalé todo con el dedito en alto. A las cansadas se bajó de la cama pero volvió apenas me creyó dormida. Otra vez la perorata, así toda la noche y parte de la madrugada, hasta que empezaron los almohadonazos y los gritos y ¡¡¡¡¡¡la rep#@#¿@ que te parió gato de m(#$/&%@!!!!!

Al día siguiente descubrí las sábanas espantosamente desgarradas, pedazos de guata en el piso y pelos por todos lados. Lo reté mucho pero no creo que le importe, cuando lo corrí con el escobillón se paró en dos patas e intentó boxearlo. Este gato no le teme a nada.

Al fin decidí cerrarle las puertas de mi dormitorio para siempre. Claro que hay que tener cuidado al entrar y salir porque, aunque gordo, no es lento ni perezoso a la hora de emprender la carrera hacia la cama que constituye, indudablemente, su tierra prometida.

Fue peor la vez que quise convencerlo de dormir en el felpudo del baño que es como un nido de anémonas, pensando que ningún gato cuerdo podría negarse al abrazo de los esponjosos tentáculos. Lo olfateó, se afiló las uñas y, en el momento menos oportuno, me lanzó un zarpazo que me dejó sangrando a chorros, atónita y enmudecida. La palma de la mano dividida en dos por un tajo limpio, quirúrgico. ¡Gato del orto! ¡Sos boleta!

Se asustó, me asusté pero, cuando creí que habíamos perdido toda confianza, lo vi sentado en el
balcón mojándose con la lluvia y masticando de a ratos una de mis plantas favoritas.

Aún restan muchos días de convivencia hasta que mi hermana, la legítima dueña del gato, retorne de sus merecidas vacaciones. La incógnita es si el felino querrá mudarse otra vez… Se lo ve muy a gusto destrozando mis objetos preciados y poniendo ojitos de yo-no-fui. Es más, creo que en el fondo lo único que desea es captar mi atención como un gato enamorado o algo así.

Se llama PI, como el número irracional. PI es irracional, completamente irracional. Ya veremos quién es el que manda.


lunes, 22 de febrero de 2010

Una tarde como hoy

Cuando mi DUEÑO y yo jugamos -un día como hoy pero no hoy pues contratiempos varios nos lo impiden- cuando se nos da por jugar a descubrirnos simulando que lo ignoramos t-o-d-o, que somos vírgenes el uno del otro, entonces mi cuerpo es el territorio que él adora conquistar. Caricias que me enloquecen, zonas estratégicas que son sólo suyas, montes, valles, selvas, flor, perla…

Me besa los labios despacito y yo me dejo, dibuja sonrisas en mi boca y me explica, me demanda, me ordena. Yo obedezco.

A veces jugamos a que no estamos solos y por ahora es sólo un juego, una fantasía.

Le gusta mi pelo, sólo él puede enredarse en mis cabellos sin que me moleste en lo más mínimo, nadie más que él. Me mira a los ojos para decirme las “cosas importantes” y, si acaso avergonzada bajo la vista, me obliga a mirarlo otra vez y siento como un nudo en el pecho, me tiemblan las palabras.

-Decímelo.
-No quiero, prefiero no acordarme.
-Si vamos a seguir adelante, tenemos que poder hablar de eso.
-…
-Todavía me cuesta confiar...
-Pero vos… ¿QUERÉS confiar?
-Sí, por esto estoy acá.
-Te quiero.
-Yo también.

Con besos suaves me quita el maquillaje, me quita los prejuicios y también el mal humor cuando me enseña a dejar de tomarme todo tan en serio, especialmente a mí misma.

Una tarde como hoy podríamos estar comiendo ese rico budín de chocolate, sentados en el piso de la cocina o acurrucados entre las sábanas arrugadas mientras vemos caer la lluvia sobre los techos de la ciudad gris, ruido de gotas pesadas y ese otro tan tentador que hace la bombilla cuando el mate se ha quedado sin agua.

martes, 16 de febrero de 2010

Plegaria

Señor,

No te pido mayores riquezas
(en algunos ámbitos ya soy millonaria)

No te pido más sueños
(con los que tengo, por ahora me basta...)

No te pido ser más bonita
(me gusta mi aspecto y, si algo falta o pudiera "arreglarse", lo iré pagando en cuotas...)

No te pido una voz hermosa
(me gusta mi voz... sólo podría envidiar, de a ratos, la de aquella mala mujer)

No te pido más fe
(con la que tengo, he movido algunas montañas)

No te pido mayor escepticismo
(el que tengo ha alcanzado para defenderme adecuadamente)

Y para sentirme VIVA, no te pido más hambre
(mi hambre de desafíos supera lo imaginable)

Ni te pido más sed
(tengo tanta sed de Amor que ciertamente excede tus unidades de medida)

No te pido sentir aun más Amor
(para eso deberías crear un mundo paralelo donde todo mi amor cupiera)

No te pido más carácter
(conmigo no reparaste en gastos...)

¿Algún título nobiliario?
(no creo... el que a menudo se me otorga, proviene de la persona más inapropiada)

¡Ah sí! Un título puedo pedirte... un título que aparezca siempre evidente, categórico, por dondequiera yo me mueva, un título que grite bien fuerte quien soy y así resulte innecesaria cualquier explicación:

¡MUJER!

martes, 9 de febrero de 2010

Om Shanti

-Hace más de diez años que no como carne.
-¿En serio…? Yo, desde el domingo.
-El Hatha Yoga me cambió la vida.
-¿El “jata” qué?
-El Hatha Yoga… trabajás la respiración, la postura, te ayuda a conectarte con el ser interior, es armonización pura.
-Yo me saqué 9 en Armonía.
-“Armonización”, no “armonía”
-Armonía es cosa seria pero eso de la “armonización” es puro chamuyo.
-¿Cómo decís eso…? El yoga es una práctica milenaria basada en las enseñanzas de conocidos yoguis como Swami Sivananda, Yogui Bhajan, y Swami Vishnu Devananda.
-Dejate de joder…
-Y el Raja Yoga trabaja la vía de la introspección, la meditación.
-Si no fueras mi amiga, te rajo ya mismo.
-¡Menta!
-Mirá, querida. Todo bien con la armonía y la inspección…
-Armonización e introspección…
-Whatever… Pero terminemos de una vez con la ensalada de pepino, las milanesitas de remolacha y ese queso asqueroso que trajiste.
-¡No es queso! Es tofu.
-¡Hasta el nombre tiene mal olor!
-Es altamente nutritivo y…
-¡Llevate ese queso del orto! Y cortala con las verduritas... ¡Un bife a la criolla necesitamos acá!
-¡Carnívora! ¡Asesina!
-¿Y qué? Me como todas tus berenjenas a la crema de calabaza y las acompaño con una buena… ¡pata de cordero! ¡Tomá!
-Te voy a cantar un mantra para que te calmes.
-¿Un qué…?
-"OM BHUR BHUVA SVAHA TAT SAVITURVAREN YAM BHARGO DEVASYA"
-Perdónala, Señor, no sabe lo que dice…
-Sí que sé. Y te aclaro para que aprendas… Si el manta no se canta correctamente, se da el efecto contrario, las tinieblas envuelven la luz, la apagan. Sólo si se canta con amor y lentamente, el mantra es aceptado.
-¿Me estás amenazando?
-Te advierto, nomás…

viernes, 5 de febrero de 2010

Secretísima

"Adivina, adivinador… Si me nombras, desaparezco. ¿Quién soy?"

Dicen que la respuesta es el silencio pero yo digo que es el SECRETO. Porque el silencio tiene sus propios sonidos, sus propias reglas y esencia, es adulto, se vale por sí mismo, en cambio el secreto depende de quién lo guarda y a quién se cuenta. El secreto no tiene vida propia.

Yo siempre me precié de ser una buena “guardadora” de secretos, una tumba, como decía la tía Clotilde. Secretos propios y ajenos, secretones y secretitos, algunos ni sentido tenía callarlos y muchos los fui olvidando. Cuando uno le toma el gusto se torna divertido, un pasatiempo o una responsabilidad, según sea el caso.

Pero el secreto que me condena, que es nuevo y jugoso, ¡ése no me lo puedo callar! Es que si no lo cuento se me va a esponjar el cerebro de tanto rumiarlo y, si lo cuento acá, sin exagerar los detalles, es probable que hasta siga siendo un secreto. Sí, pues a fin de cuentas, los implicados son aquí meros personajes de ficción, una ficción muy verdadera… pero eso no importa.

Me lo dijo Silvana y a ella se lo dijo Nora y a Nora se lo dijo Ana y Ana lo sabe “de buena fuente”. Es como un teléfono roto que en cada etapa suma distorsiones y juicios de valor que, a la larga, harán del secreto una cuestión de estado.

A Marta se la veía triste, por momentos cabizbaja, seguía riéndose de los
mismos chistes pero quizá era sólo la costumbre. La última vez que la vi, la escoltaban el marido y sus dos hijas; la mayor estudia cine, la más chica todavía va al colegio. Marta es especialista en Historia del Arte, da clases en la facultad, escribió un libro, viaja mucho. Y canta. Canta en el coro, tiene linda voz.

No sé cómo no me di cuenta yo sola, cómo no advertí las miradas, me distraje observando a la cellista aquella, pensando que allí se confundían las extrañas pasiones del maestro S y resulta que era Marta, la ignota Marta, quien robaba uno a uno sus suspiros.

Marta no es la primera ni será la última. Dicen las malas lenguas que el maestro S alimenta toda una caterva de amantes incondicionales, las mantiene en permanente estado de ebullición gracias a ingeniosos piropos y promesas de encuentros furtivos a la vuelta de la esquina o en el bar de siempre, un abrazo y un beso perdido en el anonimato de una plaza porteña.

Es probable que Marta lo sepa y por eso está triste, o está triste porque sucumbió al amor, un amor que la abrasará como una hoguera y la dejará sola y vacía, sin nada que contar ni a quién. Tal vez intuye que, una vez disuelta la novedad de la pasión, será un espécimen más en la inagotable colección del maestro que ahora la acecha con palabras tiernas de príncipe enamorado y más tarde la irá olvidando, otra mujer se adueñará de sus días y sus noches, de todos sus pensamientos y deseos… por un tiempo. Y después otra y otra y otra.

Pobre Marta, ni siquiera puede disfrutar el vértigo de la pasión y hacer que valga la pena. Está triste, es un secreto y nadie debe enterarse.

Me gustaría saber quién será la próxima... ¿y si Silvana, Nora y Ana también…? Al menos por esta vez, tengo la conciencia más limpia que una patena. Por eso me río y les cuento el secreto… el final está cantado.