miércoles, 31 de agosto de 2011

Una novia con pies fríos

He notado con frecuencia que la sensación de frío es directamente proporcional a mi estado de mal humor. Por eso acepté la segunda frazada que me ofreció Ernest y me tapé hasta la nariz mientras él disparaba contra mis pelos rebeldes, evitando quejarme y hablar de cosas importantes.

Ya no protesto tanto y no ando contando los pelos en el espejo, sencillamente me resigno y lo dejo hacer cuando me revolea como a una muñeca de trapo de un lado a otro de la camilla. No rezongo más, a lo sumo lo miro con cara seria desde la oscuridad de los lentes protectores que son demasiado grandes para mi cabeza.

-¿Así estás cómoda?
-No…
-Tenés los pies helados...
-Sí…

Envuelve mis pies con varias vueltas de frazada y me cuenta una historia de juventud, de un amigo que ansiaba una “NOVIA CON PIES FRÍOS”. Es que, al parecer, los pies fríos son el indicador de una gran producción de estrógenos o sea que estaría uno en presencia de una mujer muy femenina, sexualmente muy deseable, recaliente, una auténtica perra. Por algo reza el dicho: “PIES FRIOS, CORAZÓN ARDIENTE”.

Y así siguió metiéndose en camisa de once varas explicando muy científicamente que es el sueño de todo hombre tener una NOVIA CON PIES FRIOS y yo escuchaba con atención sin hacer comentarios y cada tanto pegaba pataditas para desentumecer mis piecitos congelados.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Macumba

Siempre le compro huevos al boliviano del Monolito que es mi verdulero de confianza. Después de repetir y repetir “¿Algo más, doña?” pregunta si quiero huevos y respondo que “Sí, mitad blancos y mitad de color, de los grandes y que no estén muy cagados”.

La última vez pedí sólo media docena y los coloqué con cuidado en la canastita junto con los que quedaban de la última compra. Ya me extrañó que en la media docena vinieran 7 huevos pero lo acepté como caballo regalado, sin mirarle los dientes ni las plumitas adheridas al cascarón.

Hice la torta ricota que tanto le gusta a mi papá, flan, tortilla, huevos a la flamenca y un budín de pan que mamma mía. Y como sobraron dos huevos del relleno de la empanada, los guardé en la heladera para otra ocasión.

Hoy me dio antojo de ensalada de brócoli y huevo duro, así pues manoteé el huevo de las plumitas y le pegué duro contra el borde de la pileta para pelarlo luego bajo el chorro de agua, como suelo hacer. No sólo no se rompió sino que sonó a cosa compacta. Volvía golpear y con cuidado quité los pedacitos de cáscara estrellada en la punta y lo que vi entonces me dejó más tiesa que rulo de estatua. Ahí estaba el huevo del horror semipartido, chorreando un líquido de color rojo oscuro y juro que adentro había “algo”. Lo arrojé dentro de la pileta y me alejé chillando de miedo y asco y esperé a que la “cosa” de adentro desovillara sus cientos de patas peludas y se enredara en la canilla o en mi cabeza. Un Alien… ¡tenía un Alien en la pileta de la cocina!

Pero nada ocurrió. El huevo quedó ahí goteando (¿sangre?) y no había olores raros ni seres de otro mundo eclosionando frente a mis narices. "Es un huevo embrujado”, pensé. Entonces corrí a consultar a las fuentes y supe con certeza que me habían metido un GUALICHO. ¡Lo que faltaba…!

Pensé en llamar al boliviano y devolverle el cuerpo del delito envuelto en papel de diario, pero sacármelo de encima no rompería el hechizo. Tengo que hacer acopio de aceite de ricino, hojas de ruda macho, tinta china y ajo, sobre todo AJO para neutralizar un posible maleficio, inclusive podría usar la ristra de collar y dormir con ella. Por lo pronto, he puesto el huevo en observación (no le saco fotos pues es demasiado asqueroso para los estómagos sensibles) y me rocío cada media hora con la pócima de alcanfor de Madame Aliza.

Ya saben… si no vuelvo, es culpa del huevo. Llamen a un exorcista y quemen cualquier cosa que me incrimine. ¿Sospechas…? Claro que tengo sospechas pero, por ahora, violín en bolsa y agua bendita, a su debido tiempo sabré tomar revancha.

viernes, 19 de agosto de 2011

Día de los amantes

Al parecer hoy, 19 de agosto, se celebra el Día Internacional del Amante Clandestino. Y, no sé por qué, esto es lo primero que me viene a la memoria. Claro que hubo una revancha cinco o seis años mas tarde, cuando ella deja al amante y el marido la consuela porque él "ya paso por eso".

El otro día, cruzando a los trancos la avenida, tarareaba "Doch Königin..." y un señor me dice: "¡Qué lindo! Cómo te envidio, me gustaría tanto cantar... pero los hijos... los hijos dan muchos problemas, es un despelote..." Le contesté: "Todo pasa, hay que cantar igual" y apreté el paso porque mis pensamientos corrían por otros carriles y porque al fin estoy aprendiendo a alejar la mala energía. Pero ahora pienso que me quedé corta, tendría que haberlo invitado al concierto, por lo menos...

miércoles, 17 de agosto de 2011

Cayeron piedras nomás

Apenas 20 minutos para correr al supermercado sin detenerme a mirar las ofertas ni saludar al verdulero que últimamente me charla de cualquier cosa. Cuestión de agarrar el paraguas -por si llueve- y marchar a todo vapor antes que salgan las criaturas del colegio y las calles del barrio se conviertan en hormiguero.

Corrí (¡volé!) y llegué justo a tiempo para el descuento del aceite Patito, peleé con la chica de la caja que no quiere largar las monedas y salí justo cuando el cielo empezaba a ponerse negro.

“Una nube pasajera…”, pensé. Pero no era sólo oscuridad, se hizo un silencio raro y de pronto un rugido sordo, como una manada de leones cazando de madrugada. Y así, sin aviso, un aluvión de rolitos escupidos desde el cielo que caían en tropel con fuerza endemoniada, como la lluvia de piedras de Belerofonte pero helada. Tormenta apocalíptica, el sol envuelto en tinieblas y un viento que se llevaba hasta los pecados.

No me detuve a pensar demasiado y corrí con las bolsas a cuestas buscando un techo miserable donde guarecerme. Pero fue cuando quise cruzar la calle sin mirar que sucedió lo más temido. Autos en caos trepándose a la vereda , paraguas que pierden su batalla frente al viento y las piedras tallando chichones en mi cabeza de novia... Porque a quién se le ocurre salir a ventilar la peluca cuando se avecina el día del juicio final y del cielo embravecido caen enanos de culo y la piedra más chica es del tamaño de una bergamota. A mí, sí, ¡a mí! porque tenía que ir al Coto a comprar queso mantecoso y patitas de pollo y en la resbalada que me pegué cuando quise esquivar al ordinario ése que me que tiró el auto encima ¡zas! caí sentada en medio de un charco, las bolsas volaron por el aire y las patitas de pollo estaban ahí desparramadas a mi alrededor, confundidas entre el granizo que por momentos caía con más fuerza aún.

Un anónimo me levantó del piso, recogió lo que quedaba de la compra y me empujó solidariamente hacia la vereda de enfrente. Me quedé un ratito sentada en el escalón de un edificio reponiendo fuerzas, a la espera de que cesara el bombardeo de una buena vez. Y reía, sola me reía, un poco de mis desgracias y mucho más de las ajenas. A mí me va a salir un chichón o dos o muchos, pero el desdichado que casi me deja fría la va a pagar muy cara cuando tenga que desabollar el capó.

(Ap. 6:12) Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí que hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar.
Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

viernes, 5 de agosto de 2011

Feliz cumpleaños a miiiiiii !!



Si de deseos se trata... entonces quiero vivir en el país de los cuentos y festejar muchos no cumpleaños y nunca pero nunca envejecer.

martes, 2 de agosto de 2011

Cuentos para las noches heladas

El frío que azota Buenos Aires está convirtiendo mis piecitos en estalactitas. No es que me queje, a lo sumo seguiré buscando pantuflas más mullidas y el tapado de nutria semi apolillado que mamá heredó de alguna parienta de mal gusto.

Está fresco pa’ chomba… Es como si les hubiéramos mandado nuestras crisis a los europeos y ellos, a cambio, nos retrucaran con un crudo invierno sueco. Inclusive dicen que va a nevar. Como aquella vez, hace cuatro años, cuando el jardín de mi bella casa parecía una postal de Navidad y el gas de la camioneta se congeló y tuvimos que entibiar los tanques con bolsas de agua caliente para que arrancara.



Ah… qué lindos tiempos aquéllos. Podría contar la historia como si fuera un cuento que empezaría, claro, con la frase más poética y esperanzadora: “Había una vez…” Adoro que me cuenten historias, quisiera siempre adormecerme entre los algodones de fábulas y relatos de magos y princesas, especialmente en estas noches frías cuando el viento intenta colarse por entre las rendijas y el único reparo es la cama calentita, esponjada de almohadas y edredones.

“Había una vez…” Pero ¿cómo? ¿y ya no hay más?