lunes, 5 de diciembre de 2011

Casi, casi... 12-12-11

Esta implacable Asociación Ilícita -cuyo único fin es el lucro y que disfraza su contumaz e impertérrito accionar bajo el capcioso nombre de Quieromenta- cometerá, bajo la más obscena inimputabilidad, una de sus conocidas fechorías, propias de su carácter de irrefrenable desparpajo.

Festejará en las vísperas del próximo Apocalipsis -segúm informan los mayas- su cuarto (y quizá último) cumpleaños. Habrá torta y sanguchitos y serpentina y papel picado, como en la cancha.

Se garantiza:

ENTRADA: libre y gratuita.
SALIDA: desgarradora, culpable y arrepentida.

"Ningún esfuerzo en contrario de tu parte logrará hacerte olvidar esta experiencia".

Traer bebida para aliviar la sed (de venganza)
La casa se reserva el derecho de admisión. Cobardes abstenerse.

viernes, 2 de diciembre de 2011

De aquí a la eternidad

Ya estaban reunidos cuando golpeé la puerta. Recibióme Ricardo con un ceremonioso ademán y estrujóme en un abrazo con palmaditas de pésame que, si no fuera por las caras sonrientes de la concurrencia, corriendo voy a bañarme en agua bendita.

-Nuestros clientes no se quejan, no pueden decir qué les gusta y qué no. Eso es una gran ventaja. Al principio impresiona, los tres primeros impresionan pero al cuarto ya lo empieza a ver uno como un trabajo cualquiera. Por eso, no se preocupen. Preocúpense sólo si ven que se mueve…

Ricardo es “tanatólogo” y su misión en la vida, como él mismo afirma, es honrar al difunto y embellecerlo para la otra vida o, por lo menos, para lo que dure el velorio. Asearlo, taponar ciertos orificios, maquillarlo, peinarlo, vestirlo… Así los deudos fantasean con que está dormido y lo toquetean, le soplan la cara, creen ver signos de resurrección y al fin recapacitan: “Si está tan rozagante… ¿Quién lo hubiera dicho…?”

Está acostumbrado a la broma fácil, como todo funebrero. Pero no pierde el asombro ante pedidos descabellados como el de la anciana que quiso ser enterrada con el vestido de novia o el usurero que desheredó a toda la prole y se tragó los dientes de oro y hubo que cortarlo y coserlo antes que lo descuartizaran para quitárselos. Por si acaso, Ricardo ya tiene a punto su ataúd y el de su amante esposa aunque, claro, no duermen adentro.

Maquillar al muerto no es “pintarlo” como quien pinta una pared o un florero. El secreto es, precisamente, que no parezca muerto -como la Bella Durmiente o Blancanieves- y que no se le escape ninguna “cosa” que rompa el hechizo. Hay que peinarlo, afeitarlo, pulir las uñas y sonrosarlo un poco. La dentadura postiza –si la hubiera- se entrega a la familia o se lo entierra con ella pero nunca puesta ya que no habría manera de cerrarle la boca.

Ricardo no dijo nada de las monedas para el barquero, pero yo creo que no deberíamos olvidarlas. Y también habría que proveer al difunto de aquellos bienes preciados que podrían resultarle útiles en la otra vida, como hacían los egipcios que no eran nada tontos.

En cambio, los chinos guardan las tradiciones más raras. Algunas comunidades rurales tienen la costumbre de desenterrar a sus muertos cada diez años, los acondicionan un poco y comparten el día “en familia” con el difunto encabezando la mesa o durmiendo la siesta en el sofá. Peor aún, en ocasiones desentierran cadáveres de jovencitas para casarlas con solteros recién fallecidos, para que los acompañen “toda la eternidad”.

Los chinos hacen todo mal. Hasta el queso crema se les muere en la heladera y lo resucitan cambiándole la fecha de vencimiento. ¡Hay que desconfiar de los chinos! Esas empanaditas… las “primavera”, que parecen tan sabrosas… ¿alguien sabe con qué las rellenan? Pues seguro que con carne de algún chino muerto en circunstancias poco felices. Es como yo digo… ¡chino que desaparece va a parar a la empanada! Por las dudas yo siempre pido fideos de arroz, nada de tofu ni bichos raros.

Hablando de bichos raros… Ricardo dijo que, en cuanto aparezca un “tomuer”, da la voz de aura y a correr ipso facto a la casa velatoria para nuestra primera clase.