martes, 30 de septiembre de 2008

Retazos de historia

Acabo de desempolvar una joya que me tiene atrapada sin salida, como poseída, vuelvo las páginas y es todo tan vívido que se me pone la piel de pollo al evocar el sangriento Buenos Aires de 1828, donde “caudillos y gauchos, gobernantes y doctores respiran esa atmósfera en la que el aire de la época pasa con un lúgubre silbido; violencia que nivela a unos a y otros, al patrón de la estancia y al pampa que arrasa la estancia, a la autoridad, con sus exacciones y hierros, y a ese apaleado y con miedo de las ánimas y comedor de asado y pobre y haragán y nostálgico y bárbaro y generoso y desgarrado pueblo de la campaña argentina del siglo pasado”.
Vimos la película a instancias de la profesora de Historia que, contrariando los prejuicios moralistas de la Hna. Olvido, se empacó en que “Camila” retrataba a la perfección el panorama trágico de una sociedad inmersa en la violencia, el odio y el resentimiento, que niega a la mujer la menor posibilidad de realización propia, quería mostrarnos el galope aterrador de los mazorqueros, el crimen de Barranca Yaco, la mirada gélida del Restaurador…

¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios!


Lejos de todo eso, las quinceañeras sólo teníamos ojos para Imanol y ansiábamos ser “Camila”, el cabello negro y la piel de amapola, mujer y amante, renunciar a todo por la dicha de un amor prohibido.
Hace muchos años de aquello pero siento aún la frescura del recuerdo, en especial la mueca patética de la Hna. Olvido esperando que alguien cortara las escenas “subidas de tono” que ella juzgaba aberrantes y a mí me parecían de una belleza excitante.
Encontré la historia original sepultada bajo una pila de libros vetustos. La rescaté, olfateé las páginas amarillentas y me absorbió sin que me diera cuenta.
La película no dice nada del fogoso romance entre el caudillo Ramírez y la Delfina -supuesta hija ilegítima del virrey de Brasil- que peleaba en el frente al lado de su amado, sabía empuñar el fusil y el abanico y le robó el novio a la pobre infeliz que cosía y descosía alforzas esperando que el
prometido hiciera honor a su palabra y la liberara de la soltería de una vez y para siempre.
Tampoco se refiere mucho a la Perichona que fue amante de Liniers y que, según dicen, era tan bella como atorranta.
La cosa es que no logro despegarme de mi nuevo tesorito que me descubre a cada instante ignorados pasajes de nuestra tan vapuleada historia nacional. Ahora me intriga Lavalle “con su leyenda romántica poblada de mujeres arrastradas a pasiones insensatas”; Manuelita, “de cálida belleza criolla y suntuosos cabellos divididos en dos negras alas”; y él… el villano de la historia, el justiciero, el dictador:

“Poseía, como un don natural, la facultad de imponerse, las condiciones autoritarias para despertar al mismo tiempo el entusiasmo y la obsecuencia (…) Inspira terror, mira y hace temblar, se sienta a la larga mesa, en la cabecera del país, una extraña tensión se apodera de todos, los ojos fijos en su enorme figura con un arreador en el puño, nadie se atreve a hablar hasta que da la señal, es el momento de prorrumpir en vivas, de vaciar las copas, de que bailen los candombes, que se toque el violón.”

Pasajes extraídos de “Una sombra donde sueña Camila O’Gorman”, de Enrique Molina.


2 comentarios:

maga dijo...

La Perichona me parece que es la abuela, que no la dejan salir de la casa como castigo por considerarla una prostituta.
Cada vez que miro la pelicula me vuelvo a enamorar de Imanol Arias, no importa que tenga 100 años, yo le doy a morir.
Fue en tercer año no?

Menta Ligera dijo...

Tenes razón, la Perichona es la abuela. ¡Que sociedad, por Dios! Yo hubiera hecho lo mismo que Camila, pero no me encontraba ni Mandrake.
(Fue en tercero, en el aula que estaba al lado de la mapoteca)