viernes, 15 de mayo de 2009

El Pájaro de Trueno

Diciembre, 1994

-Subí que te llevo.
-¡Jajaja! ¿A dónde?
-Ya vas a ver.

Arrojé los libros sobre el asiento trasero respirando feliz, dueña y señora de mi libertad tras las interminables semanas de finales que me dejaron flaca como un faquir.
El Parsa manejaba tranquilo, cada tanto me miraba y sonreía. El cansancio acumulado actuaba como una especie de somnífero y por momentos empujaba la charla por carriles misteriosos.
Nos conocimos ese año, teníamos casi la misma edad y aspiraciones muy diferentes aunque ciertamente compatibles. Le apasionaban los autos de colección, compraba y vendía ejemplares raros y, si alguno en particular le quitaba el sueño, lo restauraba como un verdadero artesano y sacaba a pasear el carromato despertando la envidia de los amantes del género.
El Thunderbird era su niña mimada. Naranja rabioso, casi cinco metros de largo, convertible, ruidoso como pocos, tan ancho que cabía la familia entera al lado del conductor, incluida la suegra y la canasta del mate. Me recordaba la novela esa del auto poseído por fuerzas sobrenaturales que parecía indestructible, “Christine” o algo así.
Con el Parsa nos volvimos inseparables, existía una suerte de acuerdo mutuo te-cuido-me-cuidás, un afecto sincero capaz de trasponer cualquier barrera. Tenía un sexto sentido para detectar mis cambios de humor y neutralizarlos, de algún modo lograba evaporar la tristeza que me invadía cuando pensaba en mamá, la pérdida era aún muy reciente y él entendía, entendía todo sin que le explicara.

Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, disfrutando las caricias del viento en ese raro estado de calma en que nada parece importar. A medida que los semáforos iban quedando atrás el ronroneo del motor se volvía gratamente adormecedor, de a ratos tarareábamos una melodía o recordábamos alguna anécdota particularmente graciosa.
Cuando desperté las estrellas brillaban en un cielo oscurísimo, el auto se detuvo, la brisa era suave y tibia.

-¿Dónde estamos?
-Lejos, en el río. ¿Te gusta?
-Sí.

Comimos sándwiches y una montaña de papas fritas, recompensa necesaria tras días enteros de ayuno e histeria. El Parsa tenía todo calculado, champán en la heladera portátil y una caja enorme de After Eight que devoramos con fruición amontonando los envoltorios vacíos en la guantera del Thunder.
Quizá fuera la euforia de un fin de curso brillante, o las burbujas que instantáneamente se me suben a la cabeza, tal vez simple curiosidad… El Parsa me miraba distinto, yo estaba “distinta” esa noche. No hacía falta decir nada, a veces el lenguaje corporal
expresa a la perfección cosas que carecería de sentido traducir en una frase coherente, entonces hay que soltar amarras y seguir el ritmo de la naturaleza, y eso hicimos.
Si lo hubiera pensado al menos unos segundos, es probable que huyera nadando hasta la otra orilla, pero simplemente sucedió y fue tan bello que no logro arrepentirme.
Hicimos el amor con increíble ternura, allí mismo, en el asiento trasero del Thunder, bajo un mar de estrellas. Y fue la única vez, nunca jamás volvimos a tocarnos.
Sin querer, le rompí el corazón al Parsa, tanto así que al año siguiente vendió el auto porque “le traía recuerdos”, eso dijo, y cuando lo supe sentí una punzada de culpa que el tiempo no ha podido quitarme.
A veces pienso en él y lo imagino conduciendo el Pájaro a campo traviesa, rumbo al horizonte, en el sueño estoy sentada a su lado, en la radio Lisa Stanfield canta “All around the world” y el viento impiadoso nos azota la cara. Reímos como nunca, somos niños otra vez.

3 comentarios:

maga dijo...

Muy buen relato. Que paso con ese chico????

Luciano dijo...

Si fué capaz de vender el auto...

Fué un poco como un relato de Fontanarrosa pero del impensando otro lado, femenino.

Menta Ligera dijo...

Maga,
Gracias. El chico en cuestion era el que tocaba el timbre los viernes a la una de la mañana ¿te acordas? Me lo imagino gordo, casado y con hijos revoltosos en algun auto estrafalario. Creo que me queria de verdad..

Luciano,
Fontanarrosa me queda e-n-o-r-m-e, gracias por el piropo!!!