En aquella época, quedarme sin cigarrillos podía desatar toda una serie de acontecimientos desafortunados. Ahora, en cambio, el hambre es mi peor enemigo. Por eso del doble desayuno y el conito de chocolate suizo y las cosas novedosas del barrio chino. Los chinos tienen ese lado bueno. Ese solo, claro.
El profe del gimnasio no me saluda desde que
El gimnasio me da hambre y el hambre me pone al borde la insatisfacción.
"Why you don’t touch me?" Una semana de privación puede hacerte sentir muy miserable, sobre todo si decidís renunciar al maravilloso autosexo porque lo otro es mejor, infinitamente mejor cuando deja de ser tan sólo “imaginable”.
Me siguen acosando algunas perplejidades filosóficas pero ya no tanto, como eso de que no se llora sobre la leche derramada y el desgrane quirúrgico de mis propias culpas.