Ya no quedaban ni las miguitas de Hansel y Gretel. Quizá por eso se aferraba a cualquier minucia... La menor pequeñez le parecía un ancla que los mantenía unidos de alguna forma impalpable...
Extraño cuando los días transcurrían plácidamente.

Soy feliz de a ratos, cuando no pienso demasiado y simplemente voy y lo tomo o lo hago o lo rompo a patadas.
Mirar la lluvia golpeando la ventanilla del tren, la sonrisa de un kioskero amable, el arco iris, Monteverdi y algunos colores… Eso es felicidad aunque efímera. Quizá por ello, más codiciada.
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