sábado, 31 de mayo de 2008

Soy tu fan – Capítulo II

El banquete

A fines de octubre se celebra el aniversario de la fundación de la Basílica y los invitados de honor son, indiscutiblemente, los descendientes de los ilustres fundadores que concurren en patota, con la excusa de honrar la memoria de los muertos para atiborrarse sin culpa de canapés y pastafrola hasta que las velas no ardan.
Las señoras de la Acción Católica organizan un opíparo banquete con vista a los jardines del antiguo Seminario y, al término de la Misa, el malón se arroja de
bruces sobre la larga mesa a devorar los manjares. Psé… la gente bien… la “high society”…
Por varios minutos no se oye otra cosa que el ruido ininterrumpido de los maxilares en pleno jaleo. El cura, que no se queda atrás, espera pacientemente el momento propicio para arrancar una pequeña donación del bolsillo de los estancieros que, una vez más, no se dan por aludidos. Y cada año se repite la misma historia.

Fue en la comilona de 1992, lo recuerdo bien.
Mamá nos obligó a ir a “todos”, sin excepción. Como que había que hacer bulto, no sé. Oímos la misa sin decir ni “mu”, papá cabeceaba en la homilía pero se despertó justo a tiempo para pronunciar el Amén.
No me gustan los discursos de ningún tipo, debe ser por eso que tengo esa facilidad para bajar la persiana de la atención y hacer como un blanco total, flotar en la nebulosa simulando que el palabrerío sin sentido me conmueve hasta lo más profundo de las vísceras. Por fin terminaron los agradecimientos, las bendiciones, los recordatorios y la mar en coche… “Podéis ir en paz”.
Los herederos se abalanzaron sobre los portones del atrio olfateando el aire en busca de sanguchitos.
Permanecí rezagada escuchando los últimos compases de la Marcha Triunfal de Aída hasta que la Iglesia quedó en silencio y un portazo quejumbroso anunció que el organista también se retiraba.

viernes, 30 de mayo de 2008

Soy tu fan - Capítulo I

Entre la tierra y el cielo

Se puede decir que la Parroquia fue mi segundo hogar… por varios motivos. En particular porque mamá era miembro honorario de la Acción Católica, lo fue durante décadas hasta que un día se hartó y le cantó las cuarenta al cura de turno, le plantó los escapularios en las narices y fue como si le hubiera lanzado un escupitajo de competición. Era una mujer de armas tomar, y lo bien que hizo...
Pero la cosa es que, mientras ella trabajaba de sol a sol –y ad honorem- en los helados salones parroquiales, yo jugaba a las escondidas en el laberinto de pasillos que recorren el edificio y comunican la Iglesia, el Seminario, el Colegio y el Club, a lo largo y a lo ancho de toda la manzana. Me gustaba pasear por los jardines y tirarle piedritas en la cabeza al Hno. Roberto que era bizco y algo sordo y odiaba a los chicos. Debo haber pasado la mitad de mi infancia explorando la casa parroquial, persiguiendo la sotana del Padre S que deambulaba como un fantasma murmurando rezos ininteligibles o intentando trepar por las piernas del ángel Gabriel que se alza inmenso y heroico sobre la pila del agua bendita.
La Basílica fue construida hace ya un siglo gracias a la donación multimillonaria de una de las familias más prominentes de nuestro quehacer nacional. Curiosamente los fundadores duermen el sueño de los justos en la cripta, una capilla pequeña y sencilla ubicada en el subsuelo del templo principal.
El mobiliario es elegante, sobrio y de exquisito diseño. Orgullosos, los miembros de la
congregación se complacen en declarar que “todo fue traído de Francia”, desde las estatuas y los cálices de una riqueza extraordinaria hasta el magnífico órgano Cavaillé-Coll que es, junto con el reloj Chateau Freres de la torre, la posesión más destacada de este paraíso arquitectónico.
El sonido del órgano es realmente inigualable, dulcísimo y atronador, una avalancha de armonías que permanece vibrando en la bóveda inmensa y traspasa las fronteras del mundo material. A los cinco años de edad, estaba convencida de que Cristo resucitado se apersonaría en medio de los fieles cuando, al rozar la medianoche, echaban a volar las campanas y el órgano estallaba en un crescendo caudaloso mientras el cura, con los cachetes enrojecidos no tanto por la emoción sino por los efectos del vino de misa, gritaba “¡Gloria a Dios en las alturas!” salivando a los cuatro vientos.
El órgano me inspiraba una pasión enfermiza. No importaba que me observaran extrañados cuando concurría a los conciertos de fin de año de la mano de mis padres y quedaba como hipnotizada ante los primeros acordes de la Tocata y Fuga en re menor.
Cada tanto atisbaba por sobre el hombro, arriba cerca de la cúpula, donde el organista, aislado del mundo, creaba su propio oasis musical. “Mirá para adelante ¿querés? ¡Estás en la Iglesia!”, decía mamá, inflexible. Pero la magia estaba ahí y él tocaba maravillosamente…

miércoles, 28 de mayo de 2008

Desiderata

Dormí de a ratos, no más de dos horas seguidas. Desperté cansada, ansiosa, como si hubiera corrido la noche entera detrás del trofeo a la pelotuda del año y en el último instante me lo arrebataran sin consideración, alegando que soy demasiado pelotuda para merecerlo.
No logro serenarme pensando en el mail que me prohíbo terminantemente enviar.
Te deseo tanto… No sé, como que no sincronizamos y yo muero por sentir tu olor, que se quede pegado en mi pelo y me persiga a todos lados, que vele mis sueños hasta desaparecer mañana bajo la ducha hirviente y que todo vuelva a empezar.

domingo, 25 de mayo de 2008

Sogno



Qui ti aspettero
E rubero i baci al tempo
Sogno
Un rumore il vento che mi sveglia
E sei gia qua.

viernes, 23 de mayo de 2008

VLAD

“No era muy alto, pero sí corpulento y musculoso. Su apariencia era fría e inspiraba cierto espanto. Tenía una nariz aguileña, fosas nasales dilatadas, un rostro rojizo y delgado, y unas pestañas muy largas que daban sombra a unos ojos grandes, grises y bien abiertos; las cejas negras y tupidas le daban un aspecto amenazador. Llevaba bigote, y sus pómulos sobresalientes, hacían que su rostro pareciera aún más enérgico. Una cerviz de toro le ceñía la cabeza, de la que colgaba sobre anchas espaldas una ensortijada melena negra.” Descripción de Vlad Tepes por Nikolaus Modrussa, delegado papal en la Corte húngara.

Nada hay que deplore más en esta vida que los secuestradores de libros. Esos a quienes con afecto desinteresado les has entregado un pedacito irremplazable de tu vasta pero nunca suficiente biblioteca, creyendo que se constituirían en guardianes del tesoro, celosos del deber, deseosos de cuidar, proteger y devolver “en las mismas condiciones” y "en un plazo razonable", sin que tengas que insinuar, pedir, rogar, amenazar ni allanar.
Llevo un cuidadoso registro de los libros que he prestado. Cuándo, a quién y con qué propósito. Algunos retornaron sanos y salvos. Otros permanecen en el limbo esperando que el prestatario se digne siquiera airear las páginas. Muchos no volverán.
Pero el caso es que –y me avergüenza confesarlo- he conservado en mi poder la joya que mi muy querido amigo Ralph me confiara hace ya tanto tiempo, aunque por cierto la he custodiado con tanto amor que en ningún otro lugar habría estado mejor.
Qué tristes son las despedidas… Al cabo de siete largos años (recién noto la paradoja de este número) ha llegado el momento de separarnos. No quiero pero debo. Mañana retornarás a manos de tu legítimo dueño y permanecerá tu recuerdo aleteando a medianoche contra la blanca faz de la luna, un aullido a lo lejos y tu temible nombre eternizado en mi memoria.

Adiós, mi príncipe oscuro, señor de las tinieblas… ¡Adiós!

Dicen los que saben que dormir con un libro bajo la almohada garantiza la transmisión del contenido por ósmosis directo al cerebro. Me pregunto que sucederá si duermo esta noche con él bajo mi cabeza... Porque si es como cuentan, con él me dejo y después no importa nada más…
Si me encuentran desangrada, las marcas inconfundibles en mi largo cuello y la mirada turbia, extasiada… sabrán que he tenido el mejor sexo de mi vida y he muerto feliz. Y estaré con él, por toda la eternidad.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Lo que mata es la humedad...

La humedad se instaló en mi pelo y me dejó hecha un escobillón. Esa humedad pegajosa, densa, que es como una nube gorda y mimosa que te abraza hasta quitarte el aliento. No hay peor manera de comenzar un día que pinta complicado…
Ya se quemó el café, la gata que creí desaparecida por fin regresa con las magulladuras de su última excursión nocturna y, como si fuera poco, los señores de Multicanal están destrozando a palazos buena parte del jardín.
Mal presagio.
Y para terminar de desequilibrar el divino orden del universo, me convierto en la protagonista un acto de violencia absolutamente reprobable que podría haber concluido peor, mucho peor…
El muchachote me empujó cuando salía del kiosco con mis Mentitas extra fuertes, me arrebató la cartera de un tirón y corrió como alma que lleva el diablo hasta perderse a la vuelta de la esquina. Pero no contaba con que allí es donde el paseador de perros abandona por un rato a su jauría sedienta de aventuras para fumar un puchito con el portero de enfrente, y el choque inesperado produjo una confusión de patas, correas enredadas, alaridos y el policía de civil que emergió de la multitud cual Spiderman de carne y hueso, y en segundos inmovilizó al ladronzuelo de cara contra el piso.
H corrió también. Y los chicos del cyber, el panadero, la mudita del kiosco… todos tomaron parte en la persecución, menos yo que temblaba como Michael Fox.
Finalmente la cartera volvió a mis manos intacta. Celular, monedas, tampones y el llaverito del cubo mágico. Todo en su lugar.
Pero ya es tarde. La frágil armonía que intento forjar a mi alrededor, que es como el cono del silencio pero más grande y brillante, se resquebrajó sin remedio y ahora no hay nada que me haga sonreír.

domingo, 18 de mayo de 2008

El país de las maravillas

O se llena la casa de humo y nos paseamos con la cara tapada como los pibes chorros, o hacemos la gran Cenicienta y nos resignamos a esperar el veredicto de un volcán menopáusico que promete y no cumple. Sólo falta que desborden las Cataratas para emigrar en canoa a poblar la Patagonia.
Y por si fuera poco, los terratenientes ponen en jaque a la Dama y ella está que pierde los estribos y el Vuitton pero no afloja. Vamos a ver hasta cuándo la arrogancia…
Porque este es un país generoso pero no estúpido. Cada tanto te arroja una cacerola por la cabeza, un piquetito por acá, otro por allá… Dentro de poco, el campo negociará con Tinelli y Sofovich dará el visto bueno.
¡Estamos meados por los dinosaurios!
La gente está desbordada. Cuando llegás a la góndola de los pañales resulta que ya gastaste la mitad del sueldo llenando el fondo del carrito que en los años de las vacas gordas estaba que reventaba y ahora parece tan espacioso… Y postergás la tintura, la crema de manos y el Kenzo truchito que te obsesiona hasta el dolor.

Perdiste la fe en el Loto y el Hola Susana, si hasta los premios están devaluados. Ya no es cómo antes… Cuando dormías la mona a la sombra de las palmeras caribeñas mientras el arquitecto levantaba la casa de tus sueños a pagar en treinta largos años y todo era tan cómodo y barato. ¡Qué tiempos aquéllos!
En fin, se acabó el carnaval. Ahora hay que pelarse los tacos, bajar el copete, quemarse las manos, poner el lomo y todo eso. Y aguantar. Sobre todo, aguantar.
Por lo menos nos queda material de sobra para recordar las bondades de un pasado que nos ha dejado culo p’arriba y cada tanto esbozar una sonrisa…

"Hay que pasar el invierno." Alvaro Alzogaray
"El año 2000 nos encontrará unidos o dominados." Perón
"Los argentinos somos derechos y humanos." Eslogan del régimen militar
“El que apuesta al dólar pierde” Lorenzo Sigaut
"El peronismo triunfará conmigo o sinmigo." Herminio Iglesias
"Estoy persuadido..." Raúl Alfonsín
“Siganmé, que no los voy a defraudar." Carlos Menem
"Por los niños pobres que tienen hambre, por los niños ricos que tienen tristeza." Menem
"Yo robo para la corona." José Luis Manzano
"Dicen que soy aburrido..." Fernando de la Rúa
“El que depositó pesos recibirá pesos, el que depositó dólares recibirá dólares". Eduardo Duhalde
"No vamos a pagar la deuda a costa del hambre del pueblo." Nestor Kirchner

Y tal vez la frase más representativa de la ignorancia y la soberbia de nuestros queridos gobernantes… Tomémoslo con humor:

“Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y por supuesto, más adelante en otro planeta si se detecta vida."
¿De quién iba a ser...?

viernes, 16 de mayo de 2008

Personajes de feria

Cuando contaba alrededor de diez u once años, solía acompañar a mi mamá en su habitual recorrida por la feria municipal que se congregaba en la plaza todos los miércoles desde muy temprano. Se compraba barato, tan barato que los comerciantes de la zona se mordían los nudillos cada vez que una clienta “fiel” seguía de largo sin detenerse siquiera a pispear la vidriera. Y ya sabían adonde iba… ¡a la feria! Porque allá la horma de provolone costaba lo mismo que el magro pedacito que Doña Filomena envolvía con esa parsimonia de gallega bruta y te cobraba a precio de oro sabiendo que, por no caminar cuatro cuadras más, todos morían en su almacén atiborrado de patas de jamón y cientos de frascos de conservas tentadoras. Hasta que llegó “la feria” y arrasó como un vendaval.
Estaba Don Pascual, el pollero. Era muy alto y flaco, pelado, con anteojos cuadrados y un bigote enorme con las puntas hacia arriba. Miraba los huevos al trasluz, uno por uno, hasta completar la docena. No sé qué veía o pretendía ver, pero era una costumbre establecida. Y trozaba el pollo con golpes secos de cuchilla mientras hablaba de fútbol con el puestero de al lado o atisbaba de reojo el culo de las clientas más jóvenes… sana curiosidad.
Elvira vendía galletitas. El puesto era un montón de latas apiladas, esas con la ventanita en el
medio que ahora venden recicladas en los locales de antigüedades como resabios de una época perdida en las nieblas del olvido. Mamá compraba vainillas y Okebón, mis preferidas. Me gustaban las rueditas con azúcar y esas con forma de animalitos. No como las de ahora que de tanto relleno y copitos y la mar en coche, no tienen gusto a nada. Galletitas con personalidad, eso eran las Okebón.
Pero la principal atracción era el pescadero. Se ubicaba en un extremo, lo más lejos posible para evitar contaminar con el olor al resto de los puesteros. Su llegada desató una especie de delirio místico entre las amas de casa que salían por el barrio a predicar la necesidad de comer pescado al menos una vez a la semana y exaltaban las bondades del salmón rosado como si fuera maná en medio del desierto.
Primero fue el pez ángel, mal llamado “pollo de mar”. Y comimos pez ángel de todas las formas posibles, porque mamá intercambiaba recetas con las vecinas y hay que ver cuán creativas pueden llegar a ser las mujeres aburridas cuando se trata de impresionar a sus congéneres. Las milanesas de pez ángel nos salían por las orejas…
Y fue entonces cuando el pescadero trajo al barrio la gran novedad. Ubicó la fuente llena de trozos de hielo en el centro del mostrador y la adornó con ramitas de perejil. Las vecinas murmuraban en la cola tratando de adivinar, se deshacían en conjeturas rasgándose las medias de pura ansiedad.
“Señoras… ¿quién está primera? Hoy tenemos… ¡LISA!”
Y el anuncio fue seguido de un “Ahhhhhhh...” tan prolongado que daba qué pensar.
La cosa es que la lisa desalojó al pez ángel del centro de atención, robándole protagonismo en las cacerolas del barrio. Ahora todos comíamos lisa y en mi vida he visto pescado más deslucido, insípido, desabrido. Pero no había nada qué hacer, guarda con emitir una queja…
El pescadero seguía aprovisionando a las amas de casa cada vez más desesperadas y se llenaba los bolsillos bajo la despectiva mirada del carnicero que los hubiera faenado a él y a la lisa en el primer descuido.
Y de repente el brote psicótico, los anuncios de “marea roja” y “se recomienda suspender el consumo de pescado…” corrieron como reguero de pólvora en el vecindario. Hubo lamentaciones públicas, llantos, susurros y el pescadero restándole importancia al asunto, como si sólo fuera una campaña de desprestigio en su contra. Pero las vecinas se apartaban con suspicacia sin siquiera
mirar los precios. Al carnicero le volvió la sonrisa a la par que crecía la demanda de pecetos y chorizos.
Aún hoy cada miércoles, desde épocas remotas, las amas de casa con sus changuitos a reventar le dan vida a la feria y recrean el espíritu mercantil de un barrio que se ha quedado en el tiempo. Mi papá a la cabeza, para variar… Aunque lo suyo son los salamines.

miércoles, 14 de mayo de 2008

La demente Menta

Rápido, antes que se escurra al subconciente y deje de resultar espantosamente real...
Soñé que bailaba merengue con un morocho espectacular y, en un giro vertiginoso, se quebraba el taco de mis botas blancas de charol estilo Xuxa y caía redonda al suelo, bochornosamente despatarrada delante del público que abucheaba. Me dolía el tobillo, lloraba de rabia. Alguien gritaba a lo lejos "¡Un médico! ¡Un médico!"
Llegaba él todo enojado, preguntando por qué demonios se me ocurría bailar con otro y ¡con esas botas! No le contesté.
El morocho se diluyó en el tumulto. Las chicas del curso corrían hacia mí enarbolando los apuntes de Biología, gritando que se hacía la hora del examen. Pero no puede ser... ¡Falta todavía!

-Quedate quieta, te voy a infiltrar.
-¡No quiero! Me va a salir un melasma.
-¡¿Un qué?!
-Un me-las-ma con fibroblastos de membrana lipoproteica... que pica.


Las chicas asentían con la cabeza y observaban a mi doc con un dejo acusador.
Por alguna misteriosa razón, muy cerca de allí explotó un caño y llovía a cántaros sobre mi cabeza.

-¡Es jugo nuclear!
-¡No! ¡Es loción humectante!
-¿No querés que Tinelli te corte la pollerita?
-¿Pero dónde está mi bailarín?

Y entonces desperté. La frente sudorosa, sed, mucha sed, confusión, la mirada perdida... Síntomas inconfundibles de la demencia total.

viernes, 2 de mayo de 2008

Realidades

Vivir resolviendo los problemas de los demás y desfallecer ante los propios.
No ser “fuerte” como a todos les gusta creer que sos.
Dudar, desesperar al no encontrar respuesta ni salida.
Postergarte, ceder el lugar, sacrificarte para que alguien más no sufra.
Resignar los sueños.
Aceptar que es mejor esta vida chata y cómoda que el riesgo de empezar de nuevo.

Si pudiera desdoblarme y mirarme a mí misma desde, no sé… una especie de ventana a otra dimensión… me daría cachetazos sin parar gritando lo estúpida que soy, que ya me equivoqué demasiado, que no es posible seguir tropezando siempre con la misma piedra y cuándo pero ¡cuándo! será el día en que tome las riendas de mi destino y me anime a ser yo misma, sin importarme nada más que mi propia felicidad.
Es inútil. A veces siento que Alguien ha barajado y no hay manera de cambiar el juego.

jueves, 1 de mayo de 2008

Al volante

El 1º de Mayo me sorprendió temprano con olor a pan tostado y café con leche bien espumoso. Pero, como es costumbre, mi fenomenal torpeza obstaculizó el transporte del desayuno que pretendía servir en la cama, y a medio camino debí regresar por otro café y pasar el trapo a la escalera. Podría haber sido peor.
Asado con papas fritas, un buen vino y de postre Garotos en cantidad suficiente para quedar tendida al sol sin fuerzas ni para pestañear.
Pero H tenía planes para la tarde, planes que esta vez no incluían siesta de tres horas ni mate con buñuelos ni fútbol de la B.

H: Vamos a dar una vuelta con la camioneta… Y te enseño a manejar.
Yo: No, dejá… Es misión imposible.
H: ¡Dale! Vas a ver qué fácil.
Yo: Grrrrrr....

No quise embarrar la cancha con otra negativa justo ahora que intentamos salir de la última crisis separatista, si hasta prometió dejar de fumar y yo sé cuánto le cuesta... En fin… Me peiné, me calcé las zapatillas todo terreno y, provista de mis caramelos strong mint (sólo para valientes), acomodé al perro en el asiento de atrás con su mantita de cuerina “para no estropear el tapizado”, y subí a la camioneta dispuesta a soportar la peor tarde de mi vida.
Hicimos un corto trecho por la ruta vieja, de tierra, la que corre detrás del country. A medida que nos alejábamos el campo se extendía más allá del horizonte.
Entonces llegó la hora señalada y, a regañadientes, me senté al volante, embrague a fondo, lucha sin cuartel con la palanca de cambios y como si fuera la cosa más natural del mundo… ¡arrancó! Qué emoción mover el carromato con un delicado pisotón sobre el acelerador…
Recordé las tediosas clases de manejo con ese viejo decrépito de la academia que me llevó a hacer mis primeras armas en plena avenida Mitre, bajo el las bocinas airadas de los colectivos, en un Dodge amarillo patito. Todo porque mi querido tío estaba convencido que a los 18 años había que aprender a manejar y creyó que regalarme un auto era suficiente incentivo y hasta me pagó el curso y no me quedó otra que darle el gusto. ¡A mí no me gusta manejar! ¡Ni aunque me regalen una Ferrari!
Pero confieso que esta vez la cosa no estuvo tan mal. Excepto por un par de frenadas bruscas que casi dejan al perro paralítico de las patas de adelante y porque el retrovisor es para mí simplemente una figura retórica… digamos que lo hice bastante bien. Más que aceptable por ser la primera vez. Muy bien teniendo en cuenta los vericuetos del camino de tierra, a veces pantanoso, a veces erizado de pedregullo. Sobresaliente considerando que la chata es como un pequeño tanque de guerra, en materia de comodidades y dimensiones. En resumidas cuentas, salí airosa de la situación y hasta le tomé el gustito. En resumen, Fangio... un poroto.
H está radiante de felicidad. Hasta planea la compra de un “autito” para mi uso personal. Y se lo agradezco, claro, aunque me conformaría con un Ipod nuevo o tal vez una heladera de esas que apretás un botón y escupe cubitos.
Sí, ya sé. Dios le da pan…