sábado, 24 de octubre de 2009

Nada es porque sí

Extraño al Hombre… Pero más, mucho más extraño al Amigo.

Es lo malo de soñar todas las noches. O soñar es la consecuencia. O simplemente la forma inconsciente (¿inocente?) de liberar, de liberarse. El sueño no reconoce principios, se ríe de la moral, se ríe de uno mismo. A veces llora, también.
Parecía tan real que me dio miedo. Su voz tal como la recuerdo, su voz fue lo primero que conocí de él, no sé si se lo dije alguna vez. Su voz y esa mirada que me paraliza, que mira dentro de mí y después duda. O no duda, sólo está asustado. O duda porque está terriblemente asustado.
Me besó y fue el beso más lindo y más largo que recuerdo. No quería despertar, temerosa de moverme y estropearlo todo. Porque el soñador sabe que el sueño es sueño y que al más leve roce se evapora la ilusión y todo se torna prosaico y concreto, demasiado concreto.
No sé qué dijo, me hablaba al oído pero no podía pensar. Al fin desperté. Me quedé en la cama mirando el techo con los ojos abiertos de par en par, vacía, sin ganas.
Es que no logro evocar los buenos momentos, todo se confunde en una niebla opaca mezcla de bronca, tristeza, amor, angustia, a veces decepción... Cada vez que lucho con el recuerdo, lo único que escucho dentro de mi cabeza son gritos y nunca antes lo había oído gritar, nunca como esa vez. No puedo olvidar ni una sola de sus palabras, nunca nadie me lastimó tanto y, sin embargo, una y otra vez vuelvo a él, aunque no quiera y me resista.
Por momentos pienso en todas las cosas que nos perdimos de compartir, buenas y malas, pero sobre todo buenas pues éste ha sido –a pesar de todo- un buen año.
Quizá debía ser así… “Es el destino”, dirán algunos, los que nunca se comprometen. Pero yo no creo en eso.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Ociosa y mundana

Hay un deseo que pido siempre que pasa un tren…

Esto de tener el saloncito de fiestas justo enfrente tiene su lado positivo. No sólo por los superhéroes que de vez en cuando te sacan de apuros, también brinda la oportunidad de conocer gente nueva, deleitarse con el bullicio de los niños… Es una nota de color en una cuadra anónima de este barrio que es bien barrio, música, globos, risas… ¡y el Trencito de la Alegría!
Sí. Cuando abrí la puerta de calle, allí estaba echando humo por la chimenea (humo ficticio pues
ahora funcionan a batería, pero humo al fin). Un tren pintado de verde con el fileteado característico, música de circo y el traqueteo lento y pesado sobre la calzada… chucuchucu-chucuchucu…
Me quedé embobada observando cómo los niños (y las madres) trepaban a los estribos y corrían a sentarse en el único vagón, entre risas y grititos que denotaban excitación e impaciencia.

-¿Querés subir? Doblo en la esquina, voy hasta la plaza y vuelvo.

El maquinista era el clon de Paolo, con morral y pelo largo. Repitió la pregunta a voz en cuello y recién entonces me di cuenta que me había acercado inconscientemente al tren que ahora hacía rugir el motor, a punto ya de emprender la marcha.

-Y… bueno. Me bajo en la plaza.
-Dale, subí.

No me hice rogar demasiado. Constaté que no hubiera ningún Barney a bordo y me acomodé lo más rápido que pude en el primer asiento. A nadie sorprendió mi compañía y ahí estaba yo con mi sonrisa de oreja a oreja, contenta como perro con tres colas.
Al volver la esquina me envolvió el abrazo dorado del sol acariciando las ventanillas sin vidrios. ¡Era real! La magia de una especie en extinción que, desafiando la vorágine de este siglo celularizado, continúa divirtiendo y maravillando a grandes y chicos por igual. Si lo viera mi papá… ¡él, que muere por los trenes!
Bajé en la plaza que ahora luce bonitas fuentes de agua y arbustos floridos. Caminé un rato, tenía tiempo. En la vidriera que es mi perdición han expuesto un vestido vaporoso, deliciosamente femenino, el vestido soñado que, si no fuera tan rosa, sería perfecto. Y
las sandalias con strass… No sé si comprar las sandalias o el lemon pie que me mira desde la bandeja giratoria de la panadería de al lado. ¿Cómo van a poner una panadería justo acá? ¿Por qué me hacen esto…?
Mi tarde transcurrió en la peluquería, ociosa y mundana como no suelo ser, aunque a veces se torna necesario. Un service completo, sin apuro y con criterio, hojeando revistas chimenteras mientras se seca el esmalte.
Ahora estoy lista para ir a armar la valija. Au revoir!

sábado, 17 de octubre de 2009

Un día muy especial

Dudé entre un generoso trago de ginebra y una de las pastillitas rosas que mágicamente disipan todos los fantasmas el tiempo necesario para capear la crisis. Ganó la pastilla, una mitad para inducir el sueño de la tarde, la otra sólo si la situación termina por desbordarse.
Todo porque amanecí con la garganta chirriando como bisagra sin aceitar. Y mocos. Lo peor son los mocos, aunque
mi mentora me enseñó el truco de cantar “por atrás” y nadie nota la diferencia. Son los nervios del estreno, siempre igual, peor si tenemos en cuenta el mal humor del dire que, a último momento, sigue agregando ritornellos de flautas en los lugares más inesperados.
Dicen los que saben que si el ensayo general es malo, el concierto será fabuloso. Y suele ocurrir así, increíblemente.
La siesta descomprimió gran parte de mis temores aunque no por eso descarté las cábalas de ocasión, a saber: baño de crema, té de menta y árabe de queso con mayonesa, llamado a Ralph que me dice todas las cosas lindas que quiero escuchar y mi bombacha de la suerte. Y mientras revolvía el cajón, caí en la cuenta de que hay bombachas que no he vuelto a usar desde… ¡Diosssssss! ¡No quiero pensar en eso! Justo ahora…
Como era de esperar, llegué tarde. Allí estaba la soprano intentando recuperarse del catarro con unos confites negros que parecían caquita de rata, tanto por la apariencia como por el sabor. Los hombres elegantísimos, de negro riguroso, algunos con moño, excepto el maestro S que luce indefectiblemente arrugado y ya creo que lo hace adrede. Todos expectantes, a la espera del gran momento.
El concierto fue un éxito rotundo. Canté mi SOLO (mis solos) como nunca antes en la vida, no sé si fue la pastilla, el miedo o mi mamá que me sigue cuidando desde algún lugar. Debe ser eso, sí. A veces pienso que no lo hago tan mal, y ella quizá se sienta orgullosa, un poquito al menos, y vele por mí. Me hubiera gustado tanto cantar para ella y no para el ramillete de viejas besuqueras
que me atacaron a la salida y casi me descascaran el maquillaje con tamaña efusividad.
El maestro me abrazó y me dijo al oído algo que no puedo repetir. Hubo profusión de besos y felicitaciones, todos contentos, el coro, la orquesta, los continuistas, la loca del fagot y hasta el contratenor que me serruchaba el piso y tuvo que conformarse con un papel secundario en lugar del INTELLETTO que es MIO, sólo mío y de nadie más.
¡Y me regalaron flores! Eso sí que hay que destacarlo, un bonito ramo de rosas rojas apasionadas y fragantes y el aplauso cerrado que agradecimos con una emoción indescriptible.
Ahhhhhh… Se siente lindo el éxito.

(Está todo ampliamente documentado. Fotos, videos, audio… para la posteridad. Esperen y verán).

martes, 13 de octubre de 2009

La causa

Esta viene de buenas y malas.
Primero la MALA porque a la adversidad hay que ponerle el pecho, como el sargento Cabral en aquella mítica batalla.
Pero hoy no tengo fuerzas para historiar… ¡Otra vez este dolor de panza que me parte como un queso! Inexplicable, nadie sabe, nadie entiende, y yo estoy a los gritos cada vez que los espasmos ganan terreno. No puedo pensar, la frente teñida de sudor helado, doblada en dos contengo la respiración y cuento los segundos… ocho, nueve, diez, once… Y pasa. Pero sé que no tardará en repetirse, cada vez más vigoroso.
Así transcurrieron las horas. Cada hora, un té de boldo. En total, unos diez o doce tés e infinidad de corridas al baño. Estoy segura de que he perdido peso, lo cual sería un alivio si no fuera porque ya estoy por debajo de lo normal.
Como buena cristiana que soy, me instalé en la guardia del hospital a esperar que el erudito de turno se dignara examinarme, dando golpecitos tontos en mi panza como si estuviera llamando a alguien. En esos momentos se me cruza siempre la misma imagen: un alien bebé que inesperadamente despierta y destroza mi caja toráxica (seguro duele menos que la panza) y se abalanza sobre el médico cara-de-nardo y lo muerde en la garganta antes de que pueda reaccionar. Pero nada ocurre y vuelvo a escuchar lo mismo de siempre, ni apendicitis ni gastritis ni nada que valga la pena, nada que justifique mis padecimientos.
De vuelta en casa, mientras preparaba el consabido té, pasé revista a las comidas de los últimos días. Nada fuera de lo común, nada que destaque especialmente.
¡Y ésta es la BUENA! La vi en la alacena, negra y sofisticada, ya ni sé dónde la compré. Tuve una sensación de lo más rara acompañada de náuseas y escalofríos, especialmente cuando leí la fecha
de vencimiento y constaté que soy mucho más tonta de lo que todos creen.
Ahí estaba el cuerpo del delito, un exquisito aceto balsámico que he estado consumiendo ocasionalmente durante –mejor no aclaro que oscurece- un “largo período”. Ahora recuerdo bien que los episodios anteriores iban siempre precedidos de una espectacular ensalada, no sé cómo pero lo sé, es como si me estuviera viendo regando un pilón de tomatitos y albahaca fresca con chorros generosos de aceto vencido. Y lo peor es que he convidado a mis seres queridos, a mis eventuales invitados, pobres comensales desprevenidos, y esto me convierte en envenenadora profesional… como la Yiya Murano… ¡guaaaaaaa!
En fin, arrojé la botella a la basura con la clara convicción de empezar a respetar las etiquetas si no quiero morir en pleno acceso de retortijones y que nadie sepa qué diablos me pasa.

sábado, 3 de octubre de 2009

A días del debut

-María, tu rol de INTELLETTO va completo.
-¿Ah sí? Gracias, maestro.


A otros no les fue tan bien. Como el barítono de la voz envidiable que es tan talentoso como altanero a la hora de hacer valer sus prerrogativas. El maestro S, harto de semejantes veleidades, le dio las gracias y lo fletó sin pestañear. Que pase el que sigue…
El recorte de Cavalieri es decisión tomada e inapelable. Personajes descartados, no habrá vestuario ni regie ni nada. “Quien quiera actuar que actúe”, dijo el maestro. Y recalcó que priorizaremos la música por sobre la puesta en escena, lo cual arrancó suspiros de alivio y algún aplauso aislado entre su séquito de enamoradas.
Hace casi tres semanas que no canto un compás de la Rappresentazione. Hace rato que no canto nada excepto el nuevo jingle de Carrefour que se me pegó como una sanguijuela…
Es que no tengo tiempo, ando como bola sin manija repartida entre las actividades más diversas y, cuando manoteo un ratito de ocio, escribo. Escribo mucho últimamente y, mientras no escribo, me pinto la cara con mis coloretes nuevos.
Ya decidí casi todo lo que haré el próximo año, lo cual ya es bastante teniendo en cuenta que no experimentaba esta sobredosis de claridad de mental desde la vez que me llevaron a pescar en bote a mar abierto y acepté sólo para demostrar que no
me achico así nomás. Claro que después regresé vomitando, verde como un potus y, al caminar, tambaleaba. Pero me miraron con respeto porque no cualquiera… ¿no?
Proyectos… El más inmediato me está mirando desde el atril del piano y es que en menos de un mes estaré cantando sola e indefensa frente al público. Tengo miedo, pero es un miedo estimulante que no me paraliza en absoluto. Además, el maestro me tiene fe desde que me convertí en su “muzza”. Y ahora me voy porque tengo que ponerme en la “piel” del personaje…

Salite pure al cielo,
che nel ciel Dio si vede,
del cor ricca mercede.

jueves, 1 de octubre de 2009

Amor descartable

-¿Estás sola?
-Sí.
-¿Cómo estás para una pizza?
-Te la debo, perdón. Otro día…

No hizo tantas preguntas como la última vez. Por mi parte, evité preguntar lo que quiero saber, de modo que la conversación giró sobre sí misma un largo rato sin que ninguno de los dos se atreviera a mencionar el “objeto” común. A esta altura sospecho que no le place hablar del tema y, si lo hace, no será desprovisto de algún interés.
No lo conozco tanto y él tampoco a mí. Pero hay algo que lo atrae desesperadamente, simple curiosidad o el afán de poseer lo que fue de otro. O sencillamente encuentra en mí algo atípico, algo que no acostumbra ver en su círculo habitual y que por ende lo deslumbra, pero esto no me extraña ni me enorgullece, más bien me llena de confusiones.
“Es un buen muchacho”, diría la tía Clotilde al primer vistazo. Aunque más tarde “no pondría las manos en el fuego” y finalmente sentenciaría “¡Te lo dije!”.
Insistió una vez más y me excusé lo más delicadamente que soy capaz. Al día siguiente, muy temprano en la mañana, dejó un inesperado mensaje en mi celular: “Feliz primavera, linda”. Y promete volver a la carga...
Esto demuestra -para mi pesar- que "los amigos de mis amigos" no quieren ser mis amigos. ¡Me cacho en die!