miércoles, 17 de enero de 2007

El bañero



Esta mañana me crucé con la vecina de al lado que llevaba al nene a la colonia. Me abordó desesperada:

V: ¿Te enteraste?
M: ¿De qué?
V: Contrataron otro bañero. Juan no viene más.
M: Ah, mirá vos, no sabía… ¿Quién es Juan?
(Por la forma en que me miró comprendí que la ofendí con mi ignorancia).
M: Ah, sí, sí. Ahora caigo. ¡Juan! Claro, el bañero del año pasado. ¿Por qué no viene más?
V: No sé. Parece que pidió aumento. ¿No viste que contrataron a otro? Pero te digo: nada que ver con Juan. Este tiene mal carácter, los caga a pedos a los chicos… bla, bla, bla, bla…

Seguía hablando sin parar pero yo estaba como encerrada en el cono del silencio.
La contratación del bañero no es un tema que me quite el sueño. La verdad que no. Pero está bueno que se lo quite a mis vecinitas que obviamente salieron perdiendo con el cambio. Juan era un pibe de veintitantos años, muy buen mozo, abdominales bien marcaditos y simpático por demás. Las minas se instalaban a su alrededor para mimarlo y competían a ver a quién le daba más bola. De terror. Todo eso mientras sus hijitos jugaban en la pileta bajo la no muy atenta mirada de Juan.
El nuevo bañero es muy distinto. Tipo maduro, no muy agraciado y hasta diría que un poco hosco. Se genera un vacío donde él está, nadie quiere sentarse cerca. Pero no tiene mal carácter, lo que pasa es que hace valer su autoridad y protesta cuando los chicos corren alrededor de la pileta, los manda a ducharse, etc. O sea, todo lo que Juan nunca hizo ya que sólo tenía tiempo para dedicarse al harem que ahora suspira por su ausencia.
Sólo por la delicia de contradecir, diré que el nuevo bañero me cae muy bien. Y hoy pienso saludarlo y quedarme a charlar con él. Ya estoy preparando la canasta con el mate y rosquitas de limón. Seguro que le gustan.

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