Se nos fue Romina Yan pero resucitó Luis Miguel. Los mineros están a salvo al fin y así todo empieza a acomodarse otra vez, hasta la próxima catástrofe. ¿Y Candela?

El chico musculoso del gimnasio me convida una Levité de pera y agrega peso sobre mi espalda. “Quince más” y ya van… Las piernas parecen de gelatina, bajo a los tumbos cada escalón hasta aterrizar en la vereda pugnando por dominar el tembleque y me siento muy liviana, recuperada, el dolor no es nada comparado con la satisfacción de saberme vigorosa, vencedora de la fuerza de gravedad y del paso del tiempo. El sodero grita un piropo al doblar la esquina, las vidrieras me muestran todo lo que quiero comprar y más. ¿Y Candela?
La calma que sucede a la turbulencia… ¿es la misma que precede al huracán? ¿Qué calma? ¿Qué huracán? De a ratos siento la inspiración que impulsa esta humilde pluma irreverente, un instante fugaz de ideas y recuerdos girando en cómico desorden que, así como vienen, se van. Y después nada, trivialidades, cosas de todos los días, responsabilidades que me gustaría evadir… Así, este blog se va quedando silencioso, dormido, la bola de pasto rueda frente a mi nariz y entonces vuelvo y escribo.
¿Y Candela…?
¡Cortala!
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