martes, 29 de marzo de 2011

Naturaleza que cura

Son las tres de la tarde de un día soleado y suficientemente cálido, aquí en este “Paraíso Escondido”.

El doctor dijo que un cambio de aire resultaría muy favorable, dadas las circunstancias. Aire serrano, límpido, lleno de aromas de hierbas que todo lo curan, pájaros que cantan hasta que el sol se pone, el susurro de un arroyo cercano cuyo frescor calma mi sed y me invita a saltar entre las piedras como una cabrita del monte.

Aquí los días transcurren apacibles. La montaña se despierta envuelta en nubes espesas que el aire mañanero va disipando lentamente, a lo lejos se ve el río y la ruta que caracolea hacia las altas cumbres. El paisaje me deja sin aliento, es tan bello que parece arrancado de las páginas de un cuento. Cierro los ojos y respiro profundo, intento poner la mente en blanco y volar en la brisa que huele a lavanda y menta. Es tan maravilloso que no puede durar…



De a ratos logro escapar hasta que su recuerdo vuelve, golpeando como el oleaje de un mar bravo, se niega a abandonarme, no puedo soltarlo, es más fuerte que yo. ¿Dónde estás que te necesito tanto…? Una lágrima rueda solitaria y otra más, después otra… y todo vuelve a empezar. No importa cuánto me aleje, estás en mis sueños, de día y de noche, todo tiene tu sabor, no puedo evitarlo.

Yo que te di mi corazón

y tú lo has destrozado…

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