sábado, 5 de diciembre de 2009

El arte del buen comer

Tengo una semana muy culinaria. No sé a qué viene esto, pero comer bien nunca está de más, el estómago lleno trae felicidad, una felicidad que no sería completa sin un buen postre. Como decía Don Martínez a sus ochenta largos... “Pero, dotor… ¿qui dieta ni dieta? Usté mi quiere matar di hambre y lo que io quiero e’ morir contento”.
El otro día fuimos con Nati a robar moras a la plaza. Bien temprano, a la hora en que las palomas
alisan su plumaje, llevábamos una sábana y bolsitas de Coto para guardar la fruta. Y como nadie es insensible a los sobornos, a la piba de la guardia urbana la convencimos con la promesa de un frasquito de dulce… y aquí no ha pasado nada. Dulce de moras, moras negras y jugosas, un placer como pocos. Mi heladera está llena de dulce oscuro y brillante para saborear por la tarde o con el café de la mañana.
Lomitos en colchón de cebollas, una mega tortilla de papas muy pero muy
española, pollo con salsa de puerros, tallarines amasados por esssssstas manos, arroz thai, bruschettas, torta de quinotos confitados, panqueques, fajitas, focaccia… Me la pasé laburando, psé, pero no me quejo. “Cocinar es un acto de amor”, decía mamá, uno no cocina porque sí, cocina para las personas que ama, cocina con pasión. Si no, la comida no tiene gusto. Y cae pesada.
Así, cuando cocino para mis amigas del cole, elijo un menú tentador y poco sofisticado, milanesas con ensaladas multicolores, una rica pasta casera o variedad de pizzas crujientes chorreando queso.
Para mi papá, un contundente guiso de lentejas (y él agregará a escondidas un par de ajíes putaparió pretendiendo que no me doy cuenta). Para mis hermanos, empanadas de todos los sabores, tacos picantes y una torre de papas rejilla.

Para un hombre exigente –sólo si quiero deslumbrarlo- pollo al jengibre con mis especialidades tailandesas, de postre pastel tibio de chocolate con helado de limón y un vino que traerá él.
Pero si el hombre es muy especial, un poco niño y con una enorme necesidad de mimos, amante
de las cosas simples como yo, entonces lo espero con un mate muy espumoso y rosquitas de azúcar para tomarlo en la cama mientras afuera llueve. A lo sumo, si la ocasión es propicia y hay que reponer energías, chocolatada doble y un esponjoso bizcochuelo de naranja… o todo junto y en ese orden. A quien le quepa el saco… que se lo ponga.

3 comentarios:

Luciano dijo...

Pasame la receta de las roscas por favor.
Una vez salimos a juntar moras de la zarzamora por acá en Galway, intenté hacer mermelada y se me solidificó como un pedazo de vidrio morado.

Menta Ligera dijo...

Te paso la receta de Petrona que hacia mi mama:

3 huevos, 4 cucharadas de azucar, 100 gr de harina, 1 cucharadita de esencia de vainilla.

Batis los huevos con el azucar hasta que este bien espumoso. Despues agregas de a poco la harina y la esencia (ahora mezclas despacito). Cuando esta todo integrado lo metes en la manga y vas haciendo circulitos sobre una asadera enmantecada y enharinada. Despues horno moderado hasta que esten doradas (no quemadas).
Las dejas enfriar y las bañas con una mezcla de agua caliente y azucar impalpable que cuando se enfria se endurece y queda crocante.

A mi me costo tomarle la mano pero ahora me salen bien.
Con los dulces estoy a full, ya me quede sin moras pero se viene el de ciruela en cualquier momento. Ah, y estoy macerando cascaritas de limon para un rico lemoncello.

Luciano dijo...

Muchas gracias piba. Lo voy a probar.