viernes, 24 de septiembre de 2010

La grasa en la sartén

Convertirse en la novia del millonario se ha vuelto un deporte nacional. Y es que nuestro siempre enamoradizo Fortunato cambia de mujer como de calzón y aún tiene efectivo fresco para muchas más.

Lugares comunes, frases hechas… “Es un tipo muy seductor”, “Nos estamos conociendo”, “¿Hubo besos?”

Pero orbitar alrededor de Fortunato no es tarea fácil, corre uno el riesgo de estrellarse a la primera vuelta de cambio. La “novia” ha de saber halagarlo hasta cuando eructa los vapores del champán más caro, desmentirá sistemáticamente cualquier rumor de homosexualidad y paseará sus lolas recién compradas por todos los programas de chimentos sin olvidar defenestrar los amores pasados del millonario, chirusas del cuarto de hora.

Fortunato la plantará sobre “su” escenario y la tortolita, incapaz de pronunciar de corrido las cuatro escasas líneas de su mediocre papel, se creerá la reencarnación de Greta Garbo y pedirá auto, relleno en los labios y colgarse del caño de Tinelli.

Pero nuestro adinerado amiguito ya no despierta curiosidad, mucho menos el cariño del público al que una vez conmovieron sus lagrimitas de cocodrilo. Ya todos conocemos su juego, sus bajezas, su falta de hombría y buen gusto. No hay “novia” que pueda revertir la antipatía que destila Fortunato y mucho menos estos gatos de callejón que más que adorno son un remiendo. Por algo la diva de los almuerzos ha dejado bien claro que, bajo ninguna circunstancia, el millonario se sentará a su mesa.

El rey de los comentarios superficiales viene rodando cuesta abajo. La novia de turno es otro piojo resucitado que ha llegado tarde al reparto de talentos. Y vendrán otras novias (y novios), nuevos escándalos, peleas mediáticas, los vivos de siempre que se trepan a la calesita pero del chocolate, ni hablar. Y es que Fortunato no piensa en trabajar, es feliz en su burbuja de vanas excentricidades, un astro de su propia galaxia, la grasa en la sartén.

Fort… ¡sos un pelotudo!

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