viernes, 11 de febrero de 2011

Hay tantas versiones...

Esto no debería sorprendernos. Veamos, ¿cuántas versiones hay de algo que viven dos personas…? ¿Una? ¿Dos? ¿Más de tres? Si uno mismo elabora diferentes versiones sobre un mismo hecho según el día, el humor, el posicionamiento de los astros… no sería de extrañar que un simple suceso inspirara múltiples connotaciones.

Hay tantas pero tantas versiones de… aquello.

Cuentan que un conde encargó al compositor escribir la obra en cuestión y quedó éste tan profundamente afectado que murió sin llegar a terminarla.

Otros dicen que él mismo se inventó el encargo del tal conde para no impresionar a sus seres queridos con la realización de un proyecto tan tétrico.

Malas lenguas, en cambio, aseveran que su ambiciosa mujer lo empujó, contra su voluntad, a abordar un género que el pobre compositor temía y rechazaba en lo profundo de su corazón.

Finalmente (¿finalmente?) hay quienes aseguran que su discípulo –que, al morir el compositor, “completó” la partitura inconclusa- se ocupó de acelerar el fatal desenlace para así participar de la gloria que indudablemente depararía esta obra magnífica.
Un misterio sin resolver.

Lo que es casi seguro es que existe al menos una versión jamás escrita.

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