lunes, 12 de enero de 2009

La dolorosa

Primer ciclo del año en plenilunio... Sólo falta que aúlle un hombre lobo en mi ventana y me voy con él ¡me voy! La mordida atroz de sus colmillos no puede ser peor que este dolor arraigado en lo más profundo de mi femineidad, que me hace despertar varias veces en la noche apretando la almohada fuerte contra el vientre, deseando que todo termine ya.
Esta vez la cosa se puso bien fea. O me hicieron un gualicho o es el castigo celestial por haberle partido la dentadura a Mariana C. cuando aquello del intercolegial de hockey –no sé por qué fue lo primero que me vino a la mente-, debo estar por morir o algo así porque no es posible semejante sufrimiento a estas horas de la madrugada, siento como si estuviera abortando a toda una camada de Gremlins malévolos.
Diossss…. Me arrancaría los ovarios de un tirón y los colgaría del arbolito si no fuera porque la Navidad terminó, se apagaron de una vez las lucecitas que tanto me gustan, guardé las bolas y
las piñas de colores y las guirnaldas con hojas de muérdago y despojé al Papá Noel musical que compré hace siglos en Casa Tía de las valiosas pilas que darán vida temporaria a mi nueva y codiciada adquisición, “eso”, el “compañero de pieza” que me hará muy pero muuuuuuuy feliz mientras espero el retorno de mi rey que se fue a bañar a las Cataratas, perdió la señal y la privacidad y volvió ardiente y seductor, mas con la agenda a reventar y demasiado “rodeado” para mi gusto y necesidad.
Pero no, no hay manera de desviar la atención, no puedo pensar en nada más ahora. Duele, duele muuuuuucho.
Mañana estaré pálida y debilucha, maltratada, infeliz, ojeras hasta las rodillas, el pelo indomable y las uñas rotas. Pero mañana no dolerá más.