lunes, 26 de julio de 2010

Pago... ¿fácil?

El día que me convierta en una anciana respetable con las articulaciones lo suficientemente fuertes como para seguir trepándome a los colectivos, no pienso instalarme en la cabecera de la parada ignorando la larga cola de infelices muertos de frío que llevan siglos esperando y bufando la demora. ¡Hay que tener tupé! Si yo estoy primera en la fila ¿qué hace esta noble anciana parándose adelante como si nadie más existiera? Y encima tiene la uñas pintadas de rojo y zapatos muy caros. ¿Por qué no toma taxi?

Subimos y bajamos juntas. Entonces no imaginaba que seguiría mis huellas hasta el Correo hasta que, minutos más tarde, la vi empujar la puerta con esfuerzo intentando colarse entre los mansos adeptos al Pago Fácil.

Al grito de “¡Señora! ¡Acá termina la fila!” esbozó una disculpa y a regañadientes fue a parar al final de la cola que ya daba varias vueltas. No pude evitar sonreír pues, aunque impuntual, la justicia siempre llega.

-¿ES MI TURNO?
-No, abuelo, todavía no. Yo le aviso.
-¿Por qué espera el señor? Abuelo, en la caja lo atienden enseguida, usted no tiene que hacer la cola.
-¿CÓMO DICE? NO LO ESCUCHO.
-Que vaya a la caja directamente, no hace falta que espere.
-¿EH…? ¡NO LO ESCUCHO! ¡SOY SORDO!
-Ah, pero entonces ¿qué querés, viejo de mier&%#”$&”? Quedate ahí y esperá.

-¿Quién sigue para el Correo?
-Disculpe pero ahí hay un señor mayor que casi no puede caminar, además es sordo. ¿Por qué no lo atiende a él?
-Porque tengo dos embarazadas y una señora-con-un-bebé esperando. Están todos en la misma, que espere un poco, ya lo vamos a llamar.

Las embarazadas no se movieron de su sitio, la señora-con-un-bebé sacudió al crío y miró desafiante a toda la concurrencia. El pobre viejo seguía sin entender.

-Pero, escuchame una cosa. El pobre tipo es viejo y sordo, atendelo y dejate de joder.
-Señor, no sea irrespetuoso.
-¡Irrespetuosas son éstas! ¿Acaso las embarazadas no pueden esperar cinco minutos más? ¿O piensan parir acá mismo?
-Señor, vuelva a la fila.
-¡Venga, abuelo! Un día vas a llegar a viejo, vos también. Si llegás… Ustedes, embarazadas, corransén y dejenlón al sordo. ¡Qué barbaridad! Ellas se divierten y el pobre viejo no se puede tener en pié.

El murmullo del público, que iba creciendo como la marea, apoyó la moción y el sordo fue despachado en menos de un minuto. Faltaba el aplauso para cerrar el capítulo pero ya los ánimos venían caldeados.

-¡Oiga, osté! ¿Por qué zerraron la caja doz? ¿No ve la gente qui hay?
-Esa caja es del Correo, señora.
-¡Pero aquí dize Pagofázil! ¿O no ez Pagofázil ezto?
-¡Tiene razón la señora! ¡Hace una hora que estamos acá!
-Ojalá yo pudiera hacer una hora de cola…
-¡QUE A-BRAN LA CAJA! ¡QUE A-BRAN LA CAJA!

Los abucheos aceleraron el trámite pues, ante las efusivas amenazas de una caterva de jubiladas furiosas, los empleados optaron por capitular so pena de volver a casa con un ojo negro. Así llegó mi turno, pagué y arrebaté un pilón de cupones de descuento para el cine y me fui derechito a la pizzería pues tanta espera amerita una buena fugazzeta con borde crocante.

En este bendito país, ni cuando querés pagar te la hacen fácil.

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