jueves, 7 de julio de 2011

No tan "petite"

¡Con este frío de los mil demonios no va a venir nadie! El lugar es chiquito, poco más de cien personas, codo con codo y sin toser, tendrán que garantizar suficiente calor humano para no quedar todos tiesos antes del Miserere.

Tomé el pastillaje de rigor, me rocié con alcanfor y llamé a la llama violeta por si acaso. Nunca se sabe, mejor que zozobre y no que fa-falte. Llevo bufanda, guantes, gorro de piel y medias térmicas y tomé tanto té caliente que corro riesgo cierto de pasarme el concierto entero haciendo pis.

Todo sea por Rossini y su “Petite Messe Solennelle” que no es “petite” ni por asomo. Una hora y minutos de pié con estos tacos que se me clavan hasta las costillas, la garganta al rojo vivo y un sueño que, si me dan una almohada, tiro hasta mañana. Tengo los dedidos de los pies literalmente congelados, tanto que ya ni duelen. Úrsula entró en estado de hipotermia hace por lo menos diez compases y Perlita no anda lejos de un espectacular desmayo. No somos artistas, somos ESCLAVOS del arte, sacrificados como espartanos.

El pianista es el único que parece estar disfrutando a lo grande. Es que el muchacho de melena negra y manos ágiles como alondras es el alma de la fiesta. Los dedos bailan sobre el teclado sin cansancio ni reposo. Nadie daba dos porotos por él y, sin embargo, ha impreso emociones tan profundas en esta música maravillosa que no podemos menos que aplaudirlo de pié, con lágrimas en los ojos y unas ganas locas de estrujarlo en calóricos abrazos.

Rossini fue el gran descubrimiento de este año. Difícil y agotador… pero valió la pena.

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