martes, 2 de agosto de 2011

Cuentos para las noches heladas

El frío que azota Buenos Aires está convirtiendo mis piecitos en estalactitas. No es que me queje, a lo sumo seguiré buscando pantuflas más mullidas y el tapado de nutria semi apolillado que mamá heredó de alguna parienta de mal gusto.

Está fresco pa’ chomba… Es como si les hubiéramos mandado nuestras crisis a los europeos y ellos, a cambio, nos retrucaran con un crudo invierno sueco. Inclusive dicen que va a nevar. Como aquella vez, hace cuatro años, cuando el jardín de mi bella casa parecía una postal de Navidad y el gas de la camioneta se congeló y tuvimos que entibiar los tanques con bolsas de agua caliente para que arrancara.



Ah… qué lindos tiempos aquéllos. Podría contar la historia como si fuera un cuento que empezaría, claro, con la frase más poética y esperanzadora: “Había una vez…” Adoro que me cuenten historias, quisiera siempre adormecerme entre los algodones de fábulas y relatos de magos y princesas, especialmente en estas noches frías cuando el viento intenta colarse por entre las rendijas y el único reparo es la cama calentita, esponjada de almohadas y edredones.

“Había una vez…” Pero ¿cómo? ¿y ya no hay más?

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