miércoles, 4 de enero de 2012

Cuidado con lo que deseas

I used to hate her. She was a ghost, a thorn in my shoe… Damn her! But the only way to destroy an enemy is to know him. Now I know you, bitch, and that makes me much more stronger.

Yo quería una casa de muñecas, pero no una cualquiera, tampoco demasiado rosada. Es obvio que no fui muy específica pues Papá Noel trajo media casa, tenía todas las habitaciones pero venía abierta al medio... ¡se veía todo! Para compensar, recibí también un bañito de juguete equipado con bañera, ducha y burbujas. Se cargaba agua en un compartimento y empezaba a funcionar la ducha y el inodoro y era mucho más divertido que jugar con la casita. Pasé la mitad de mi infancia jugando con un baño.

Más tarde ansié ser libre y me fui cantando bajito a vivir mi vida sola que, de tan sola, se tornó aburrida. Entonces deseé un compañero de aventuras y apareció “el marido”. Se ve que exageré la nota y peor cuando construí la casa de mis sueños y amanecí enjaulada en el country, entre cuatriciclos y tetas de goma. 

Por eso, durante mucho tiempo, no deseé nada por miedo a estos malos entendidos. Hasta que un día llegó ÉL. No lo busqué, es probable que lo deseara en secreto y por desearlo con tanta fuerza alguien lo plantó delante de mis narices y no se despegó más. Desde entonces he aprendido a manejar la intensidad del deseo y conducirlo por mejores carriles. Excepto cuando me enojo. You wouldn't like me when I'm angry… Entonces mis deseos se transforman en algo horrible y crecen y explotan en remolinos de consecuencias imprevisibles.


Así y todo, pensé que no funcionaba con ella. Tal vez a causa de la distancia o por la maldita llama violeta o por los vahos de amor y paz que la rodean como si no fuera de este mundo. En algún punto se cree superior, como si flotara a centímetros del suelo y la vida fuera para ella todo sonrisas y abrazos de luz. Hasta que un día se cruzó en mi camino y eso no se lo perdoné nunca. Ese día todo cambió.

I wished her to be miserable the rest of her life. Pero se me fue la mano, se me fue… Prefiero pensar que no fue mi culpa, ni pecado ni omisión, pero de algún modo lo hice y la maldición le cayó como un rayo de kriptonita que la va deteriorando de a poco. Luce una arruga profunda debajo de la nariz y patas de gallo dignas de la Legrand, ya no es bonita, es simplemente esquelética, raquítica, la infeliz ha perdido la autoestima en algún cajón del ropero. Es como si de pronto hubiera tropezado con el chupacabras o con la Bathory.

No siento lástima. Su padecimiento nunca será superior al mío. A veces sueño que la descuartizo y hago nuditos en su pelo desteñido. Me asusta lo perversa que puedo llegar a ser cuando de ella se trata. Y más me asusta la potencia de mis deseos.

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