martes, 17 de enero de 2012

Dangerous flora


Esta cosa está viva y crece en mi balcón. De sus hojas carnosas se desprenden semillitas y donde caen florece un brote nuevo. La planta del horror ha invadido las macetas cercanas y planea extenderse más allá de lo que permitido. Es seguro que me observa y estudia todos mis movimientos. Por si acaso, no le hablo y la riego poco.

Sentada en la reposera azul bajo el tórrido sol de la tarde, mate en mano, leo a Dumas. Siempre vuelvo a Dumas y es que no conozco remedio más efectivo contra mis fantasmas. 

El ruido de la bombilla me devuelve un poco a la realidad. Una gota de sudor moja la página del libro. El calor agobia. La gata se acerca melosa en busca de caricias, se refriega contra la reposera pero sólo por un segundo. Ha encontrado algo que ocupa toda su atención, algún insecto, una hoja seca... Con horror la descubro jugando con un manojo de semillas que antes no estaban ahí. La aparto con asco y vuelco el agua del termo sobre las semillas. Me mira con sus ojos de reproche amarillos y se va sin entender el miedo que me produce esta extraña planta y la sospecha de que H la ha puesto allí para espiarme.  

Cierro el libro y me hundo en la frescura de mi habitación. Cambio a Dumas por un rompecabezas y el mate por vino helado. Adoro los rompecabezas. No tanto como el queso de rallar, pero casi. Me gusta que las cosas terminen encajando como corresponde. Mañana me desharé de ella.

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