jueves, 14 de diciembre de 2006

Bellos cabellos



De pequeñas, mamá nos llevaba a mi hermana y a mí a la peluquería de Celeste. No era una peluquería de verdad. Celeste atendía a las clientas en un antiguo caserón venido a menos con enormes escaleras de madera e innumerables recovecos y pasillos. Era una mujer mayor, italiana, vivía con el marido y sus dos hijos.  El menú de cortes y peinados era harto limitado. A mamá le hacía la permanente-bien-tomadita y eso nos proporcionaba al menos cuatro horas para jugar con ruleros, “pinchitos”, peinetas y con el perro faldero de Celeste.

En ocasión de mi Primera Comunión se esmeró con un peinado especial. Me sentó frente al espejo y volvió con unas pinzas calientes y mucho papel de diario. Con las pinzas retorcía los mechones, los achicharraba y enrollaba en el diario. 
Olía a quemado y dolía. El resultado fue una montaña catastrófica de bucles capaces de resistir el ataque de un misil antiaéreo. Como broche de oro, me adornó con un moño blanco bordado en piedritas y flores de nácar que se suponía me daría cierto aire de santidad. 

Años más tarde, Celeste enviudó y rápidamente conoció a un tano con el que se casó. Se fueron a vivir a Italia y fue tema de conversación en el barrio durante mucho pero mucho tiempo. Así que, acéfala de peluquera, probé suerte en el salón de Marcelo, "el coiffeur de las famosas", como se hacía llamar. Eran los ochenta y la moda exigía "permanente". 

Luego de dos horas intoxicada con amoníaco y vaya a saber qué más, mi cabeza ostentaba una maraña de rizos pequeñitos que se estiraban hasta alcanzar el triple de longitud y volvían a enroscarse como resortes. Afro. Creí morir. Sólo quería esconderme y llorar hasta que se aflojaran los rulos. Pero nada los aflojaba. Ni el peine fino ni el enjuague de placenta de tortuga!!  Sólo al cabo de unos meses empezó a ceder la virulana.. 

Por fin el cielo me escuchó y apareció Amílcar. Él me entiende, me cuida y ya no permito que nadie más toque mi cabeza.  Lo dejo hacer a su gusto, cortar, planchar, peinar, enrular.. Siempre queda bien. Ya no se usa la permanente pero estoy segura que volverá. Todo vuelve. 

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