lunes, 19 de marzo de 2007

Los hombres y sus miserias



Podría caer en los lugares comunes y decir que me seduce la mirada, los modales de buen caballero, la sonrisa, una charla inteligente…
Sí, todo eso me gusta y mucho. ¿A quién no? También podría decir que el tamaño no importa. ¡Qué va! ¿A quién queremos engañar? No es lo mismo un chisito que un termo Lumilagro...
Pero a la hora de elegir un hombre no hay que restarle importancia a aquellas cosas intolerables que te cierran el estómago y te hacen huir desesperada, arrepentida y con ganas de cosértela. Como descubrir que coge como un toro pero también transpira como tal y no hay au de parfum que pueda con él.
O que el domingo a la tarde cuando podrían pasear de la mano mirando el río, haciéndose mimitos y proyectando cosas lindas, te dice “Abrime otra cerveza, mi negra, que está por empezar el segundo tiempo” y lo ves despatarrado en el sillón del living, con la picadita a medio terminar, el cenicero desbordado y la tele a todo lo que da transmitiendo el imperdible “Olimpo-Platense”…
Los calzoncillos sucios son causal de divorcio. Onda que le armás el bolsito con la prueba del delito incluida y le decís: “Mi amor, volvé con tu mamá que es incondicional y te quiere así como sos”.
Otra cosa insoportable son los pelos en la bañadera y ni hablar cuando quedan adheridos al toallón. Si a nosotras se nos cayeran toneladas de pelos como a ellos, no necesitaríamos depilarnos… ¡NUNCA!
También hay desatenciones irreparables como cuando olvidan fechas clave, tienen mal aliento, no bajan la tapa del inodoro y encima mojan donde no deben, o simplemente no se dan por aludidos ante el femenino reclamo “Amor, mirá que esta noche le dejo los chicos a mi mamá”. “Ah, bárbaro. Lo invité a Carlitos a cenar. Preparate algo rico”.
Está el hombre superado al que no le importa el qué dirán y ni se toma la molestia de mirarse al espejo para comprobar que está absolutamente impresentable, el langa de los ochenta que cree que la campera de jean y corderito es lo más y el que anda por la vida con el escarbadientes de Minguito hurgando en las profundidades para sacar la hilachita de asado del día anterior que no lo deja dormir.
Y cuidado si les decís algo. Son capaces de ofenderse, pobres seres incomprendidos. Por eso, mucho cuidado. A no dejarse engañar y si, pese a todo seguís adelante, hacé honor al dicho “Si te gusta el durazno, bancate la pelusa”.
Anyway… al final a mí un hombre me compra con After Eights, vacaciones en una playa paradisíaca y un buen polvo antes de dormir. Lo demás es negociable.

1 comentario:

Ruth dijo...

Ah, qué viva, querida! La mayoría cumple con al menos UNO de los tópicos de la lista...