martes, 24 de agosto de 2010

Waka Waka

My beloved brother volvió de Sudáfrica, volvió para quedarse luego de casi dos años de ir y venir, valijas que no terminan de vaciarse, plantas por regar, lagrimitas de despedida y esa inconsistencia de estar pero no estar, cuando uno vive de a ratos en la otra punta del mapa y sus vecinos más cercanos rugen por la noche acechando a la presa.

La emoción del regreso estuvo acompañada de un popurrí de regalos, incluida la auténtica vuvuzela, una bellísima Venda Doll con su bebito a cuestas, dos Calendar Recipes con platos tradicionales africanos, licor de Amarula, remeras, chops, llaveritos y lo que quedó del merchandising una vez acabada la festichola del mundial. También varios sobres de carne seca de kudu, una especie de charqui marinado en especias que los africanos llaman “biltong” y al que uno empieza a mirar con buenos ojos cuando escasea la longaniza en la picada.

Pero la revelación fue este pequeño explosivo casero que nos dejó la lengua como bolsita de agua caliente y un dolor agudo en el entrecejo, la misma sensación ingrata que queda al tragar helado de limón demasiado rápido, todo el frío se va al cerebro y duele. Tras mucha miga de pan para calmar el ardor, intentamos de nuevo y todos los sabores sucumbieron al fuego líquido del rey del picante. Aaaaaaaah…

Estamos felices con el retorno del hijo pródigo, especialmente mi papá que no cesaba de abrazarlo con los ojos llenos de lágrimas. Se pronostican grandes comilonas, muchos encuentros y ninguna despedida en lo que resta del almanaque.

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