martes, 19 de junio de 2007

Contratos y palabras



Cuántas negociaciones frustradas… Incluida la estafa moral del hijo de p… que planeaba alquilarnos la oficina del piso 15 pero se empacó en arreglarla a su gusto y más tarde descubrió que había invertido “demasiado” en los escasos y poco luminosos 45 metros cuadrados y entonces decidió sin previo aviso aumentar el costo del alquiler con requisitos extra que nos tomaron por sorpresa y obligaron a buscar la “pastilla de los nervios” para después darnos el gusto de mandarlo con total merecimiento a la reconcha de la lora a dos días de la firma del contrato… Tipos como éste, indecisos y mal nacidos, mejor perderlos que encontrarlos.
Ni hablar de los dueños de la actual oficina, a decir de muchos “gente bien”, herederos de una anciana multimillonaria que se arrancaban los ojos al pie del cajón pugnando por las migajas de una cuantiosa fortuna que nadie sabe a ciencia cierta a cuánto ascendía. En medio de innumerables propiedades, campos, cabezas de ganado, títulos y vaya uno a saber qué más… nuestra humilde pero coqueta oficina resultó ser un bien altamente codiciado, a punto tal de desatar cruentas batallas familiares que nos ponían en la mira de apoderados, sobrinos y nietos de…, que a toda costa amenazaban con desalojarnos para repartirse este bocato di cardinale. Menos mal que H se puso firme y espetó: “De acá no nos mueve nadie hasta que finalice el contrato”. Y les cerró la puerta en las narices. Habráse visto tamaño atrevimiento.
Pero como “no hay mal que por bien no venga”, después de tantas idas y vueltas, aquí estamos firmando el contrato de locación de la nueva oficina, esa que tiene balcón terraza y una privilegiada vista al río en pleno corazón de San Telmo. Claro que hay que hacer algunos “arreglitos” previos, algo así como alfombrar, pintar, empapelar y otras cosas menores. Nos va a salir más caro que un hijo bobo pero bue… Todo cuesta en esta vida. Lo que nos sorprendió fue la confianza del dueño que hace unos días, como buen hombre de campo, dijo sin rodeos: “¿De qué sirven los contratos si no se hace honor a la palabra?" Acto seguido, nos entregó la llave para hacer y deshacer a nuestro gusto. Y aquí estamos... firmando, evaluando presupuestos y eligiendo el color de alfombra que a mi gusto debe tener un matiz verde menta.
A ver si arrancamos la segunda mitad del año descorchando un champán en el balcón terraza. Y “¡que sea con salud!” como decía mi abuelo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

“¿De qué sirven los contratos si no se hace honor a la palabra?", los contratos están hechos para no cumplirlos, por eso son contratos.

Sofi dijo...

Felicitaciones!!! Al fin!!
Hay inauguracion en el 14? Poneme la reposera en el balcon y a la tarde te hago compañia. Yo llevo el mate.