jueves, 5 de noviembre de 2009

Enraizada

Aquí estoy, no vengo, no me fui. No encuentro insultos suficientemente potentes para maldecir la luz que no me quiere alumbrar. Scheibe!!!
Debería haber partido hace una semana, eso si el diablo no hubiera metido la cola y los dientes como suele hacer. No tengo derecho a quejarme –lo sé- pero me había ilusionado con un esperado cambio de aire, de lugar, de compañías… y ahora no sé, nadie sabe. Si Dios quiere… pero no, no quiero aventurarme.
Es que una abrupta epidemia de escarlatina mantiene acuartelados a los tres pequeñines que forman parte del elenco de la obra de teatro que es la verdadera excusa del viaje. No, no actúo. Voy (si voy) de acompañante de la hija de mi querida amiga que, por razones de fuerza mayor, no puede viajar. Alguien tiene que cuidarla y me echaron el fardo sin titubear.
Por ahora, la demora significa que no conoceremos la ciudad del puentecito, aunque alguien comentó por ahí que el dichoso puente está clausurado por refacciones. Y agregó, seguramente a modo de consuelo, que Avignon es un pueblo muerto.
La cosa es que no podré caminar por el puente cantando la canción que todos sabemos. Me cache en Die!!
Con suerte, volaremos derechito al siguiente destino. Si no, me quedaré aquí a tejer calceta.
Voy a prender velas. No tengo ganas de escribir.

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