jueves, 27 de mayo de 2010

Cuestión de género

Cuando dos personas que se aman necesitan -de vez en cuando o de cuando en vez- intercambiar discursos serios, se enfrentan a la embarazosa elección del género. Esto es...

CONVERSAR personalmente: difícil, los besos terminan robándose casi todo el tiempo, inclusive la memoria de lo que se quiere decir.

CHATEAR: no tiene el mismo peso, las frases se enciman en alegre contrapunto como una sonsa comedia musical.

ESCRIBIR: pero es como si uno se hablara a sí mismo o pensara en voz alta... ¿Y el otro? ¿Acaso no contesta?

Esos que un día se dedicarán a escribir nuestra historia se encontrarán con un enigmático silencio y barajarán distintas hipótesis para explicarlo. Y como yo me conduelo de mis colegas venideros, por lo menos quiero dejarles un indicio y además decirles: queridos narradores, han dado ustedes con una historia preciosa, sepan contarla como se merece.

Mientras tanto –y por si acaso- me entreno en telepatía a grandes distancias y casi estoy por lograrlo. Pero con mi próximo hombre voy a ser mucho más precisa... Sin soltar el tubo del teléfono pasaré directamente a revolearle platos por la cabeza, desde el principio, sin silencios ni mensajitos que flotan sin respuesta, y así no habrá necesidad de idear hipótesis absurdas.

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