domingo, 30 de mayo de 2010

Mi sono innamorata di Lei

Doy vueltas y no sé cómo salirme del monotematismo del extrañamiento físico que no sé cómo afrontaré esta noche y mañana y pasado...

Las mujeres de antaño lo combatían con baños de agua fría y –aunque argumenten excusas más santas- las monjas de clausura se flagelaban. Pero resulta que una cosa o la otra no hacen más que proyectar en primer plano aquello que se pretende sosegar, es decir, la presencia irrefutable del cuerpo y sus estentóreas demandas.

Últimamente, cuando nadie me mira y la casa está en silencio, me tiro en la cama rebotando y permanezco boca arriba, mirando el techo y te hablo. Te digo… muchas cosas, te digo. Y siempre te pregunto qué me hiciste, por qué estoy así, en este limbo del embobamiento total, extrañando...

¿Puede la gente “razonable” desear un estado de tanto mareo? Sí, definitivamente.

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