viernes, 3 de abril de 2009

Canción para mi muerte

How blessed are some people, whose lives have no fears, no dreads; to whom sleep is a blessing that comes nightly, and brings nothing but sweet dreams... (Bram Stoker)

Cuando llegue el gran día quiero transitar mi último paseo con una corona de amapolas en la cabeza, que no se olviden las monedas de oro para el barquero -aunque eso tendré que preverlo yo misma pues dudo que algún alma caritativa se desprenda así como así de sus doblones- quiero que me vistan elegante y que me perfumen de arriba abajo porque uno nunca sabe con quién puede encontrarse en el más allá. Me gustaría –pero ya es mucho pedir- viajar en una carroza tirada por caballos negros bajo un cielo tormentoso y que a lo lejos resuene el aullido de un lobo, tiene que ser en otoño para escuchar el ruido de las hojarasca, todo eso quiero, y que al pié de la tumba se de lectura al testamento, porque para ese entonces espero poder dejar un legado respetable… ah, ya me regodeo imaginando la cara que van a poner cuando sepan quién, cómo, cuándo y cuánto.
La lápida… eso es algo que me perturba. Se me ocurren cosas como “Favor, no molestar”, “Aquí yace el polvo de Menta, que en vida tuvo muchos y espectaculares”, “Ven, aquí te espero”, “Enseguida vuelvo”, “Colorín Colorado, el cuento se ha terminado” y otras…
Flores naturales o nada, mejor pasto y un arbolito para cobijarme a su sombra. Podría ser un aromo o un roble o un jacarandá, menos el gomero porque trae mala suerte y peor la higuera, dicen que si uno duerme bajo sus ramas amanece muerto.
En fin, por si me fallan los cálculos y nada de esto es posible, dejaré bien clara mi última voluntad, no sea cosa que el diablo meta la cola y no haya manera de rebobinar. Quiero irme en paz, pero una paz que se note y se escuche y que permanezca resonando en el viento, por lo menos hasta que varios palmos de tierra me oculten para siempre de este mundo cruel.
Quiero Fauré en mi entierro, nada de cosas lúgubres ni melodramáticas, quiero entregar el alma bajo los acordes de esta hermosura, sólo así es seguro que no terminaré enredada en alguno de los siete círculos con un olor a azufre que apesta, quizá hasta tenga la suerte de que un ángel especialmente bello venga por mí, un ángel con los ojos y los abdominales de Brad Pitt, y entonces sí que estaré en el paraíso.
R.I.P.

No hay comentarios.: