sábado, 25 de abril de 2009

Veinte años después

La cita era al atardecer en el lugar de siempre que, conforme pasan los años, se va tiñendo de verdín. Muchas caras nuevas, otras sencillamente avejentadas, de aquél entonces sólo quedamos tres con el mismo entusiasmo y menos aire en los pulmones.
El techo del salón es demasiado alto lo cual exagera las reverberaciones, peor aún si la
muchachada insiste en entonar los cálidos compases del Ave Verum como la barra brava de Arsenal. Será cosa de domesticar a las fieras, cueste lo que cueste.
Es el coro de los egresados del colegio parroquial, un collage de personajes que se las trae. Del director sólo diré que ha ganado en simpatía lo que perdió en talento, especialmente desde que delegó el mando de la estruendosa Banda de la Federal.
El repertorio no ha sufrido grandes cambios… Yerevan Erepuní a grito pelado, el Carnavalito, las cantigas para Alfonso X que preferiría descansar en paz y la Capriciata a tre voci…

Nobili spettatori, nobili spettatori,
Udrete hor hora quattro belli humori
Un cane, un gatto, un cucco, un chiu per spasso
Far contraponto a mente so praun basso


No necesito mirar para adivinar quién canta pegado a mi oreja. Me abraza fuerte como en los viejos tiempos, la expresión elocuente y la sonrisa natural, y tarareamos a dúo el fragmento inolvidable de la Capriciata. Su risa es contagiosa, su vozarrón es el alma de la cuerda, ha madurado como los buenos vinos y el indiscutible parecido a George Clooney lo convierte en el centro de atención.
Nuestras miradas se cruzan en cada intermezzo pero no hablamos demasiado, algunos recuerdos, nada más.
Muchacho de barrio, tanguero de ley, ahora escribe versos de amor y hace reír hasta a los arcángeles de mármol. Hace veinte años me hubiera arrojado de cabeza al Riachuelo por un beso de su boca, ahora no sé...

Nobody knows the
trouble I've seen;
Nobody knows my sorrow…

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