martes, 22 de septiembre de 2009

Epifanía

Creo que al fin encontré lo que buscaba.
Creo… todavía no estoy segura. Intento dilucidar las perspectivas, rehusando cualquier decisión apresurada, alerta y temblorosa como si se tratara de una cirugía a corazón abierto.
Llevo mucho tiempo esperando, debe ser eso.

“Todo empezó cuando…” Aunque suene gracioso y redundante, me remite a un comienzo lleno
de tropiezos, un proyecto varias veces frustrado y encajonado por años hasta vislumbrar un nuevo rapto de inspiración que, para variar, se esfuma entre las complicaciones que supone erigir una historia, una historia de verdad.
Idea, forma y personajes. No sé dónde situar al narrador, francamente no lo sé. Si hay crimen –siempre lo hay- no encuentro un móvil verdaderamente sustentable. Como es de suponer, la historia empieza a tambalear, los cimientos se resquebrajan y sólo queda la idea desnuda, desprovista de color y animación. Y entonces pierdo la fe (otra vez), entierro las evidencias y pienso que los demás lo hacen mejor, que no puedo conquistar a la inconquistable Musa, no soy capaz.

Pero esta vez fue diferente.
Tomaba un café en la esquina más famosa de Buenos Aires. Cada tanto echaba un vistazo al reloj, no del todo absorta en la novela negra de Ellroy, una edición barata que rescaté en la feria de usados.
Dos señores conversaban animadamente en la mesa contigua. No les presté atención hasta que mencionaron el “caso” y, aunque al principio no entendí de qué hablaban, logré hilvanar unas cuantas frases, un nombre que me sonaba familiar y… ¡Eureka! Allí estaba mi objeto de deseo servido en bandeja: la IDEA, la FORMA un tanto imprecisa pero ciertamente tangible y los PERSONAJES... Sexo, misterio, un crimen (¿pasional?), unos cuantos sospechosos y ningún culpable. “Un caso más de impunidad del que nadie quiere hablar”, eso dijeron.
Y creo que fue esto último lo que me instó a salir corriendo en busca de información, textos, testimonios fehacientes, debía encontrar las fuentes ¡rápido! antes que la dificultad de la tarea disipara el entusiasmo como una frágil nube de polvo.

En fin… aquí estoy, tratando de enfocar la historia como si supiera cómo se hace… Por
momentos, la realidad supera a la ficción y a mis propias ambiciones, no sé si podré llevarlo a cabo pero al menos lo estoy intentando.
Tengo un título… No sé, todavía, pero creo tiene fuerza.
¿El caso? No sé si puedo decirlo… Ella se llamaba Aurelia, pero le decían Oriel.

5 comentarios:

Luciano dijo...

Buenísimo. Espero que lo puedas hacer, yo te empujo con mi voluntad.

Menta Ligera dijo...

Gracias! Acepto colaboraciones y ofrezco recompensa por cualquier dato de interes. Nunca se sabe..

Luciano dijo...

Que tipo de colaboraciones?

Menta Ligera dijo...

Te mando un mail.

Luciano dijo...

Dale.