domingo, 13 de septiembre de 2009

Menta dispersa

A veces la vida se asemeja injustamente a un dibujito animado. El circuito caprichoso que se retroalimenta como una cinta sin fin. Previsible.
El Coyote cae aplastado bajo un yunque colosal que debería aniquilarlo pero, como cabe suponer, tan sólo lo plancha un poquito y en segundos enerva hasta el último pelo para reanudar la obsesiva persecución de su… ¿víctima?
Pobre Coyote. Sufre indeciblemente, paciente y tenaz, incansable en pos de su único objetivo, el trofeo, el bocado más sabroso… ¿el enemigo? ¿un sueño?
Quizá un día le toque ganar y, entonces, nada será igual. Es probable que, tras las mieles del éxito, beba gota a gota el vacío imposible del volver a empezar. Entonces habrá roto el círculo y será libre… ¿libre?

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