miércoles, 16 de septiembre de 2009

Papi… ¿O mami?

La doctora Danièle Flaumenbaum -ginecóla, psicoanalista y especialista en medicina china- escribió un libro sobre la mujer y la sexualidad.
Entre otras cosas dice que las féminas, pese a haber escalado posiciones en el campo social-laboral erradicando todo tipo de tabúes a lo largo de la historia, siguen considerando su vida sexual “insatisfactoria”. Y esto tiene que ver con la negación de las dificultades sexuales, no así con la prohibición sexual, lo cual no les permite vivir el placer con plenitud.
Dice Mme. Flaumenbaum que, en el vertiginoso tránsito histórico de la sociedad moderna, las abuelas y madres no han sabido transmitir el concepto de la función sexual de manera adecuada. Por ello, la dificultad de las mujeres a la hora de comprender, pues “para vivir esa sexualidad floreciente deben construir ellas mismas lo que hubieran tenido que recibir siendo niñas”. Es indudablemente un aprendizaje autodidacta.
Pero lo más curioso es que, según expone nuestra doctora, “cada historia de amor nos reconecta con la primera historia de amor que todos (hombres y mujeres) vivimos con nuestra madre”. Y esto la lleva a afirmar que la mujer ama a su pareja más allá del sexo (a veces, independientemente del sexo) puesto que el hombre amado toma en ella el lugar que ocupaba su madre.
La madre tiene la responsabilidad de asistir, alimentar y satisfacer todas las necesidades vitales. “Para la mujer, el hombre que ama adquiere el mismo carácter y por ello se vuelve totalmente dependiente de él”.
La doctora Flaumenbaum no hace más que complicar las cosas. Siempre creí que el hombre, sobre todo si es algo mayor que una, es una versión mejorada del “padre”, una suerte de “papá elegido", fuente de protección, amparo, sostén, amor. Aunque no se trate de una decisión conciente resulta inevitable volcar las implicancias de la relación padre-hija en la pareja.
Pero tal parece que no identificamos al hombre amado con el padre sino con la madre y es que el vínculo con la mamá es el primero de todos, sólido e indestructible, de dependencia total y absoluta. “Hasta que la muerte nos separe”.
Ahora empiezo a entender, como que se hizo la luz en algunos rincones.
Pero sigue resultando desconcertante, sobre todo considerando el enorme ascendiente que las madres tienen para el hombre, en general.
¡O sea que el padre está pintado! Porque si ellos buscan una madre en nosotras y nosotras vemos en ellos el reflejo de la nuestra… ¡el mundo es de las mujeres! ¡Un mundo de madres y suegras! No más “papi”, no más macho argentino. Ay, qué frustración…

(Me colé en la presentación del libro “Mujer deseada, mujer deseante” de Danièle Flaumenbaum. Vi muchas, pero muchas caras de consternación mal disimuladas por el aplauso vigoroso de las feministas de ocasión. Escapé minutos antes del final...)


1 comentario:

♋ Mariposa dijo...

me gustan tus textos cuando son explìcitos e interesantes...a tanto embrollo prefiero un buen tinto con pastas al dente y un buen polvo jajaja ( que bestia no?) el resto prefiero no pensarlo, cuando pienso hago cagadas...
la congoja es natural por que la mente asimila todo, despuès las mujeres cambiaràn de cara plàcida a cara de ojete cuando abran la puerta y tengan al mismo marido en la misma rutina
vos mientras disfrutà el colchòn para vos solita, que no tenès un gazapo esperàndote a punto de eructar
besitosssss... te quiero