miércoles, 11 de mayo de 2011

Juego de la Oca

La dependencia aduanera de nuestro bendito Correo es un antro sucio y obsoleto ubicado al otro lado de la estación Retiro. Allí concurren cada día centenares de víctimas a buscar la desgraciada encomienda que la “autoridad competente” ha dejado retenida, con o sin motivo.

Primero hay que sacar número sabiendo de antemano que habrá por lo menos otros cien adelante incómodamente instalados en la sala de recepción, demasiado estrecha y mal equipada. Las escasas butacas de goma espuma destripada son ocupadas de inmediato, apenas uno se levanta, dos o tres corren a calentar el lugar y así el público se renueva a ritmo lento pero sostenido.

El tiempo de espera garantizado es de hora y media. Una empleada llama de a diez números, los repite, aclara que hay que completar el formulario al dorso y que no se aceptan fotocopias y “¿Cómo…? ¿Usted no trajo el DNI?” Al rato vuelve a repetir los mismos números y va archivando los AVISOS en un pilón al costado del mostrador.

Un señor gordo atiende la Caja 2. Cobra y entrega otro número que servirá para continuar el trámite. Es como un Juego de la Oca pero sin dados. Los AVISOS son enviados al siguiente nivel a través de un pequeño montacargas que sube y baja a intervalos regulares. Desdichado aquél cuyo aviso se zafe del precario montacargas para ir a parar quién sabe adónde… su encomienda se habrá perdido para siempre y nadie nunca sabrá por qué.

Si acaso llega uno a superar la primera etapa, se encontrará pronto en una habitación más grande atestada de gente, niños llorones, algún perro que se ha colado por la compuerta del fondo y el típico olor a baño público que desgraciadamente nos es tan familiar. Por los altoparlantes van cantando los números como si fuera la lotería, sin orden de ningún tipo, y el agraciado continúa así hacia el próximo desafío.

Tras cruzar un molinete se accede al área de control aduanero protegida por una puerta que se puede abrir solamente desde afuera, de esa forma se aseguran que no se escape uno sin pagar. Los paquetes se amontonan sobre mesas desvencijadas, algunos pasean a los tumbos sobre la cinta transportadora hasta que alguien empieza a repartirlos. Una vez localizada la encomienda resta “hacer la declaración” en alguna de las diez mesas que se alinean hasta el final del extenso pasillo. Nada de jueguitos ni avivadas, a no ser que quiera uno enzarzarse en una discusión estéril por ahorrar unos pocos pesos. En esta instancia, lo mejor es pagar y callar y salir lo más rápido posible con el PAQUETE como pan bajo el brazo. Al fin y al cabo, ya han transcurrido al menos cuatro largas horas.

Mucho cuidado. Cualquiera puede quedar enredado en este atolladero donde no hay tiros que abrevien el recorrido y proliferan los obstáculos que obligan a dar marcha atrás o incluso volver a la posición inicial. Cualquiera… como yo, como vos.

No es el Juego de la Oca pero lamentablemente lo parece.

No hay comentarios.: