lunes, 9 de mayo de 2011

Ultima Vista

Hace 20 años, el maestro S tenía más pelo y yo era una mocosa irrespetuosa y desprejuiciada.

No quería ir pero Gabi terminó por convencerme. Éramos dos mocosas peligrosamente jóvenes en medio de una multitud de desconocidos que un domingo al año se congregaban para encarar un desafío colosal: estudiar una obra completa del vasto repertorio sinfónico-coral e interpretarla ante el público esa misma noche. La gracia estaba en que nadie sabía qué obra interpretarían hasta que recibían la partitura. Era un concierto sorpresa, el “Concierto a Primera Vista”.

La primera vez éramos más de 400 personas, entre cantantes y músicos. Y el maestro S ponía orden en el desorden y lograba el milagro. Pudimos con Mozart, Beethoven y Haydn, entre otros… Pero al terminar la jornada estábamos exhaustos. Con Gabi nos atrincherábamos en los bares cercanos a “pintar” nuestra parte con resaltador amarillo, repasando los pasajes más difíciles.

Después seguí sola, ella no quería o no podía o las dos cosas. Cada vez menos gente se sumaba a la aventura, obras más pequeñas y sencillas reemplazaban a las Misas Solemnes de los grandes compositores y, al final, terminamos siendo los mismos de siempre, 20 años más viejos y mañosos.

El otro día, por un momento, me pareció que revivía la gloria de antaño. El Requiem de Mozart atrajo a una enormidad de coreutas, muchos cantaban de memoria, felices. Porque no importa cuántas veces lo cantemos, el Requiem es el más deseado, cautiva, enardece, ¡es único!

Pero la incomodidad del lugar, la falta de espacio y tolerancia, el pelotón de viejas chotas de mi bendito coro ocupando y “reservando” los lugares de privilegio e intentando hacer oír sus voces cascadas por encima de la belleza de cantantes más jóvenes y bien entrenados… fue más de lo que pude tolerar. Me indigné conmigo misma, con el maestro S y su oído exquisito y selectivo que parece no querer escuchar las abominaciones que todos padecemos, me indigné con todo y con todos. Especialmente cuando me desalojaron del oscuro huequito que encontré, el único disponible en medio del caos … “Porque acá va el arpa” y yo pensaba que ni doblada en cuatro entraba la pobre, pero igual me fui.

Guardé el Requiem y dejé tirada por ahí la obra sorpresa, unas cancioncillas tontolonas de un tal Hammerschmidt. Fue mi último Primera Vista, lo sé.

Con todo el dolor de mi alma hice mutis por el foro y, sin volver la vista atrás, corrí a la estación del subte, tarareando el Hostias bajo la lluvia triste del último día de abril.

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