martes, 18 de diciembre de 2007

Eating desorders

Para qué comer sano
Si después te comen los gusanos

Tengo ciertos prejuicios hacia la comida chatarra. No es que me la doy de naturista ni mucho menos. Pero cuando veo esas milanesas gorditas que se salen del plato y chorrean aceite rancio me entran unas ganas locas de correr a la verdulería y volver con las manos llenas de zapallitos y radicheta. Y limón. Adoro el jugo de limón.
Nunca deliré por las hamburguesas de McD pero ciertamente mi vida adolescente estuvo plagada de combos, en especial el de pollo, en esa época en que sólo había cuatro variedades y te regalaban un Sundae si el pedido se retrasaba más de cinco minutos. Pero las ensaladas siempre me dieron mala espina. La lechuga parece de plástico y la galleta esa que según dicen “también se come”, puede acabar con la más privilegiada dentadura.
El olor… El olor a fritanga es para mí una barrera infranqueable. Se pega en la ropa y en el pelo y lo seguís respirando durante días como si tuvieras una croqueta en la nariz.
Últimamente vengo fanatizando con los jugos ultra ácidos, ensaladas de todos los colores, frutas (excluyendo la cereza que, por lo cara, parece venida de la India y entre todos tenemos que hacer valer el poder del consumidor y que se les pudra en el cajón) y... pastas. Las pastas me matan. Los ñoquis, no. Pero cerca de casa hacen unos ravioles de calabaza con crema de espárragos que son lo más. Lástima que engordan…
"En la vida todo lo bueno hace mal, engorda o es pecado", así decía mi abuela. Como el chocolate, el sexo y el botox.
Hoy me salí de la raya. Me dejé llevar, no pude resistir la tentación. Me atrapó el olorcito, la boca se me llenó de saliva y como hipnotizada por una poderosa fuerza sobrenatural, me adentré en el puesto de panchos de Lavalle y pedí el de salsa picante con papas fritas. La boca me ardía como fuego líquido, pero no me importó. Y pedí otro. Me di el gusto antes de morir. Y vaya si lo disfruté. Aunque después llegue el arrepentimiento y una vocecita adentro de mi cabeza repita sin cesar que me excedí, que con un poco de suerte evitaré sufrir una úlcera gástrica pero voy a tener que aguantarme los granitos y el paladar escaldado por un par de días. O sea, hasta que me den ganas de otro pancho picante.
Por lo pronto, esta noche… sopita de verduras y puré de manzanas. Y más tarde, tal vez un té de boldo.

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