jueves, 27 de diciembre de 2007

El balance que no quiero hacer

No había pensado mucho en eso hasta hoy. No es que me desviva por hacerlo, más bien todo lo contrario… Pero sin querer, sin intención, fue quizá la palabra justa en el momento equivocado la que movió aquel resorte atascado y mi cabeza empezó a dar marcha atrás y resultó imparable y de pronto todo se volvió oscuro, triste y un poco confuso.
Y no es que haya sido un mal año. Es el hecho simple y conciso de sopesar lo hecho, lo omitido, lo postergado, lo deseado, lo obligado, lo inevitable, lo imprevisto…
No me gustan los balances de fin de año. Se me hace un nudo en la garganta cuando veo pasar el desfile de errores, fracasos y metidas de pata que son mi especialidad, saber que perdí un tiempo precioso en cosas sin importancia, que alguien ha sufrido por mi culpa y es tarde para volver atrás y reparar la falta… y lo peor, la realidad que se planta ante mi cara y me obliga a mirarla de frente y admitir que es hora de tomar una decisión.
Elegir.
Esta vez no me siento perdida, encontré mi lado del camino, el problema es cómo llegar.
Se me dio por revisar las anotaciones exhaustivas de mi diario, el que ahora se convirtió en elemento incriminatorio y sueño con jueces y órdenes de allanamiento y el diario cayendo inesperadamente en las manos burdas de un policía gordo y maloliente que ultraja las páginas en busca de material morboso y me mira con suspicacia, la sonrisa ladeada… “Acá está lo que buscábamos” Sí, todo está ahí. Le prendería fuego si no supiera que más temprano que tarde volveré a rebuscar en mi pasado aquellas cosas que tuvieron su momento y lugar, que me hicieron feliz, que dejaron su marca, que no puedo ni quiero olvidar.
Como pisar la arena calentita de una playa paradisíaca y soñar que se detiene el tiempo y estoy donde quiero estar… Saber que hay alguien que confía en mí y yo en él, que es mi cable a tierra, mi Alcoyana… O escuchar en tu voz las palabras mágicas que me llenan y me elevan y me hacen pensar que tal vez merezco un futuro mejor…
Tantas cosas giran en mi cabeza que me quedo sin habla por un rato largo, me vuelvo incoherente y no logro explicar qué me pasa. Y él está allí, a mi lado, abrazándome, intentando contenerme y comprender… Y yo sólo pienso cuánto lo quiero y lo necesito.

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