martes, 7 de octubre de 2008

De amor y de sombra

Hoy es el aniversario de casados de mi mamá y mi papá. Mamá ya no está, pero él sigue evocando el recuerdo como si no hubieran transcurrido los años.
A eso llamo yo “amor verdadero”, el que no se desvanece con el paso del tiempo, es imperecedero, sólido, resiste cataclismos, se retroalimenta sistemáticamente y no deja lugar a dudas ni mentiras ni decepciones.
Claro que ellos tenían sus peleas, como todo matrimonio hecho y derecho. Y una vez mamá, en medio de una batahola infernal donde volaron platos y cacerolas, lo echó de casa a grito pelado. Papá se fue, llegó hasta la esquina y ahí se quedó parado, esperando. A los cinco minutos, mamá dijo que lo fuéramos a buscar… y volvió.
Se casaron un sábado a la noche. Había cuatro curas en el altar, el quinto llegó tarde y fue
derecho al salón… cuando llegaron, ya tenía la boca llena de saladitos.
El vestido de novia estaba íntegramente bordado en cristales, el escote un poco cerrado para mi gusto, y el tul que bajaba desde la cabeza medía casi quince metros. Era hermosa mamá.
Estaban un poco tristes porque semanas atrás había muerto la que sería madrina de bodas. En homenaje, mamá dijo que la primera hija mujer llevaría su nombre que no es “Menta”, por supuesto, sino un bonito nombre español.
Un año más tarde, el mismo día, a la misma hora y en el mismo sitio, me bautizaron. Fue en la cripta de la Parroquia, donde está la Virgen de los Niños y los esqueletos enmohecidos de los fundadores. No sé por qué eligieron ese lugar, daba lo mismo el castillo de Drácula.
Me bautizó el padre A que llegó a vivir casi un siglo y al fin, para tranquilidad de todos los que tuvimos la dicha de conocerlo, descansa en paz. Mamá organizó la gran festichola y, a juzgar por las fotos, parece que engulleron a lo bestia y yo ni enterada.
Pensar que papá sigue recordando el aniversario como si hubiera sido ayer, como si ni siquiera la muerte pudiera destruir un vínculo tan sagrado. En cambio yo no puedo decir lo mismo, en menos de un mes estaré esparciendo las cenizas de mi matrimonio por el balcón de mi nuevo hogar.
Todavía fantaseo (algunas veces) con ese amor incondicional que me haga sentir única, libre, plena, un amor como el de Homero y Morticia, sin penas ni llantos ni rencores, un amor para toda la vida y quizás para después también.
Tiempo al tiempo…

2 comentarios:

Aureliano Buendía dijo...

Lindo post señorita, muy lindo.

Que bello el amor de tu papa, coincido contigo en que ese es amor del de verdad del que te hace sentir de verdad.

Siento lo de tu matrimonio... soy de los que cree en el destino y en que en nuestra vida antes o temprano si tenemos buen corazón encontramos a nuestra media naranja.

Me gustó tu blog y me perdi en el durante unos minutos, seguiré leyendote.

Saludos desde Macondo.

Menta Ligera dijo...

Encantada, don Aureliano Buendia.
Muchas gracias por sus palabras y bienvenido a mi pequeño y coqueto mundo.
En privado le envio una invitacion especial ya que a veces tengo que bajar la persiana...
Ud. comprendera.