sábado, 4 de octubre de 2008

Make-up

La última clase de Maquillaje explotó en un haz de colores brillantes, pestañas postizas y mucho polvo volátil que me hizo toser como la gran siete.
Me gusta pintar. No importa qué ni cómo, me relaja, me transporta, adoro pintar. En esto debo admitir que heredé el talento de papá que es un dibujante consumado, sólo que su especialidad es tan técnica que me desespera, en cambio lo mío
está más cerca de las acuarelas y los óleos… y ahora de la purpurina y las sombras perladas.
Todavía conservo la carpeta de Plástica, repleta de hojas Nro. 5 amarillentas por el paso del tiempo. Fueron dos largos años con una profesora que creíamos francesa y resultó un fiasco: tenía dislalia. Pero era tan culta y exigente que aprendí todo lo que quería saber y más también.
La vez que se despachó con la técnica del vitreaux y hubo que recortar a mano pedacitos minúsculos de papeles de colores (nos tenía prohibido el papel glacé) y pegarlos con plasticola a distancia de un milímetro uno de otro sobre el complejo
dibujo que nos mandó a hacer sin explicarnos cómo seguía la historieta… Y cuando le dimos a la tinta china, con pluma y tintero y borrones incluidos… Y cuando nos enseñó a estampar con moldes de papa y casi sufro un ataque de nervios al tercer intento porque las cutículas me quedaron teñidas de azul ultramar y el papel se arrugó con el almidón y empecé a despotricar como una poseída y a lanzar cosas por los aires hasta que rompí el florero Murano de mamá y la cosa se puso bien negra…
Ahora miro los trabajos y me parecen aún más difíciles y bellos. Es evidente que le erré feo a la Facultad, lo mío transitaba por otros carriles.
Papá me regaló esos magníficos acrílicos de marca importante, con la valijita de madera y un set de pinceles de marta sedosos como la cabellera de un unicornio bebé. Hicimos grandes cosas juntos, aunque durante un tiempo preferí la carbonilla y más tarde las aguadas. Y después abandoné todo, los acrílicos se
secaron pero los pinceles están intactos, me dediqué a otras cosas, pisoteé la etapa más colorida de mi vida adolescente.
Pero nunca es tarde. Heme aquí envuelta en una bruma de sombras iridiscentes y labiales explosivos, una suerte de reivindicación. Y lo mejor es que me gusta… me gusta mucho.

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