lunes, 6 de octubre de 2008

Debut y despedida

Parece que el concierto del Diocle se hace nomás.
Hubo algún que otro contratiempo financiero, nada del otro mundo, sencillamente las arcas están vacías y cundió el pánico cuando la tesorera anunció la debacle apenas comenzado el ensayo.
Por ahora, esperamos con dudas la donación desinteresada del Fondo para las Artes que promete fechas pero evita mencionar importes. De concretarse, será un milagro capaz de devolvernos la fe en las causas perdidas.
Pero eso no es todo. Se viene el Primera Vista con obra sorpresa y ensayo en tiempo record, bajo los arcos de piedra de alguna fría iglesia de Buenos Aires. Vendrán los que “leen” y los que no, los que sólo hacen bulto y los que mueren por cantar aunque más no sea el Arroz con Leche.
Y este año el maestro S nos ha premiado con un regalo del cielo, la obra “señuelo”, como él la
llama, la que atraerá público suficiente para despertar la envidia de sus pares y el regocijo de las masas cantarinas.
La “niña bonita” es ni más ni menos que la Misa en Sol de Schubert, que tranquilamente podría haber sumado unos gramos más en mi archivo de partituras si no fuera porque es ésta la primera obra sinfónico-coral que tuve el honor de cantar en mi corta vida.
Sí, señor… el debut.

Octubre de 1991
El profesor A, titular de la cátedra de Práctica Coral, dejó de lado el programa oficial para dedicarse exclusivamente al ensayo de la Misa. Órdenes de arriba… que ciertamente le convenían, no sólo porque evitaba la monotonía de las clases que no hacían sino adormilar su aristocrático talento, sino porque el concierto de Schubert constituía un hito en la historia del Conservatorio: la despedida (y jubilación obligada) del afamado director Don Rudolf Van der M, y su desenvolvimiento natural en el inminente nombramiento del nuevo Jefe de la carrera, puesto que hacía rato le venían prometiendo al profesor A.
Un cambio de fichas… Claro que el candidato adolecía del carisma y el “ángel” del viejo director, pero estaba escrito que las cosas debían ser así.
Van der M era la versión paleozoica de Alfred (el mayordomo de Batman), flaco como una batuta, frágil como el cristal, silencioso como el aleteo de las moscas.
Dirigió los últimos ensayos previos al concierto. Coro, orquesta y solistas del Conservatorio,
alumnos avanzados, principiantes y algunos simplemente entusiastas. “¡Todas las voces, todas!” recreando con pasión la curiosa homofonía de esta missa brevis que un Schubert muy jovencito plasmó para nuestro especial deleite. Tres joli !
Vaya si lo hicieron laburar esa noche, literalmente se ganó el retiro con el sudor de su frente. Tres horas de espectáculo donde el anciano profesor se lució con sonatas y cuartetos, perdió unos kilos que evidentemente no le sobraban y se ganó el aplauso cerrado de un público afectuoso que seguía pidiendo más.
La Misa en Sol fue el plato fuerte. Un debut inolvidable de la mano de un prestigioso maestro por quien guardo profunda y sincera admiración.

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