jueves, 31 de enero de 2008

Pesadilla sobre ruedas - The end??

¡Era el radiador!
De nada sirvió cambiar las juntas, rectificar la tapa del cilindro, emparchar las mangueritas pinchadas, recargar el aire acondicionado, limpiar la bomba de agua y comprar esa cosa insólita que dan en llamar “el viscoso”, que supuse sería un miki-moko gigante escondido bajo la enredadera de fierritos y cablecitos, tal vez flotando adentro del tanque u oculto en el motor…
Los autos constituyen un verdadero misterio para mí.
El “viscoso” ese resultó ser una suerte de platillo volador del tamaño de una ensaladera pequeña y todavía no sé para qué sirve aunque vi que tenía un agujero muy chiquitito por donde pasa no sé qué manguera llevando agua al radiador… Y el agujerito se tapó o se trabó o qué se yo… la cosa es que el agua no pasaba. Entonces ¿por qué no le hicieron un agujero más grande, digo yo?
Pero el intríngulis estaba en el radiador, nomás. Así dijo Sr. Mecánico que, después de dar vuelta la camioneta como una media sucia, se topó frente a frente con la raíz del problema y se habrá sentido feliz como Newton cuando la fuerza de gravedad casi le parte el cráneo de un manzanazo.
H por fin respiró y se lo veía como iluminado por una luz celestial, otra vez al volante de su camioneta amada. Porque bien enojado estaba, a punto de gritar a quien quisiera escucharlo que la iba a vender, que no quería saber nada con ella, que sólo le había traído disgustos y bla bla bla… Pero yo sé que a la chata no la deja por nada del mundo.
Volvimos a casa sin perder de vista la aguja de la temperatura. Pero todo funcionó con normalidad, como si nada hubiera pasado. Tanto así que apenas llegamos, el perro movió la cola contento y corrió a mear las cubiertas según su costumbre.
Sólo espero que este sea el fin de la odisea…

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