viernes, 6 de junio de 2008

Impressive instant

Es una tarde preciosa de sol. La brisa que golpea las ventanas me hace sentir aún más a gusto, chapoteando en mi baño de espuma calentito, relajante, con aroma a prados rebosantes de jazmín y gardenias. De a ratos intento dilucidar quien mató a la mujer del cuarto amarillo, pero hoy Leroux no logra cautivarme.
Qué lindo es disfrutar de esos ratos robados a doña Rutina… El privilegio del ocio bien merecido.
Y todavía es temprano… Podría hacer tantas cosas, simplemente no tengo ganas.
Este mal humor que me persigue desde hace días ha alcanzado la masa crítica, es mejor
mantenerse a distancia. Soy como un erizo pinchudo y muy peligroso, tanto así que temo causar heridas irreparables.
Después de una larga media hora, emerjo de las aguas como un Kraken arrugado y, envuelta en el mullido toallón color salmón que tomé “prestado” del Marriott, voy peregrinando rumbo al dormitorio, regando la alfombra de gotas cristalinas que son como perlas diminutas.
Siento ese impulso fugaz de escribir cosas sin sentido, o tal vez es la necesidad de estrenar la flamante notebook que espera silenciosa sobre la cama.
La enciendo con respeto, expectante. Los dedos rozan apenas el teclado, pero no escribo. Las palabras no fluyen como quisiera, se han escondido en algún rincón neblinoso y se niegan a salir. Curiosamente no siento frustración, el día es demasiado bello para eso.
Las sábanas me hacen mimitos en un despliegue de caricias inocentes, me dejo llevar… el olor levemente perfumado de la piel desnuda me tienta y todo parece tan divinamente apropiado…
Apago el celular… sólo por unos instantes.

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