lunes, 23 de junio de 2008

Señorita maestra

“Alumno de cuarto grado golpea a su maestra y la deja en cama por 3 días.”

Así reza el titular de un conocido diario digital, un tanto amarillento para mi gusto. Cómo puede una criatura de nueve años golpear tan fuerte a un adulto hecho y derecho para obligarlo a hacer reposo ¡tres días! es algo que no logro explicarme.
Docentes eran los de antes, como la srta. Zunilda con su corazón de tiza y pizarrón, que a muy temprana edad entregó el alma a la enseñanza y en algún lugar andará todavía dando golpecitos de puntero mientras recita hasta el cansancio “trigo nuevo de la trilla tritura el vidrio del trino” sin que se mueva uno solo de sus cabellos meticulosamente endurecidos con spray.
Y no estoy justificando al niño, faltaba más. Desgraciadamente la violencia infantil se ha instalado en las escuelas, no hay duda. “Señoritas” que se tajean la cara a traición, “angelitos de Dios” que se roban los álbumes y las figuritas, criaturitas que pegan duro y con saña, se burlan de las sanciones, no reconocen límites ni castigos, imponen su propia ley. El reino del revés.
Claro que todos, alguna vez, habremos deseado propinarle un buen puñetazo en la nariz, un piquete de ojos o quizá un modesto codazo en el estómago, al hijo de p… que nos bochó, el que amenazaba con citar a los padres e informar al rector. Y no es que nos dejáramos amilanar por una veintena de amonestaciones, había respeto, códigos.
Qué ganas tuve de hacerle una zancadilla a la profesora de Aduanas y que rodara por las escaleras despojada de toda su almidonada mesura, cuando dijo que “mis conceptos no estaban suficientemente claros” y me puso esa nota vergonzosa, la última, la que iba a ser la frutilla de la torta y terminó desmoronando mi pulcra estantería, lanzándome de cabeza a la dura realidad, pensando que quizá había elegido mal.
No admito la violencia bajo ninguna circunstancia, pero tomarse tres días de licencia por un golpe en la cabeza que no la desmayó, ni la dejó ciega ni amnésica, a lo sumo un chichón, parece un tanto exagerado. Ni que el pendejo fuera el gordo Samid, che… ¡Que lo pongan de patitas en la calle y listo el pollo! Hay que cortar por lo sano, qué tanta psicología barata y zapatos de goma.
Encima el colegio que disfraza los hechos. ¿De qué lado están?
Tampoco hay legítima vocación para la docencia, eso es lo que pasa. Ni autoridad, ni disciplina, ni compromiso. Se acabó el respeto, los chicos actúan libres de escrúpulos y los maestros no saben ganarse el lugar. Y todo se resume a un grave problema educacional.
Ser docente no es plantarse al frente del aula con cara de autosuficiencia a dárselas de Maestra Ciruela, no es asumir el derecho inapelable al regalito, los interminables meses de licencia y el cese de actividades arbitrario e injustificado. Si elegís ser docente, sabés lo que te espera, hacelo con convicción y conocimiento de causa, aprendé para saber cuánto exigir después, ganate el respeto y la confianza, da el ejemplo, hacé honor a la vocación y al sacrificio.
Y si no, andá a laburar a una oficina ocho, diez, a veces hasta doce horas diarias, no sueñes que te liquiden las extras, ni se te ocurra mencionar la palabra “licencia” y aguantate la cara de orto del jefe que hoy se despertó cruzado y quiere que trabajes el feriado.
Erradicar la violencia de nuestras aulas… Docentes comprometidos, plenamente capacitados y bien remunerados… La panacea.

1 comentario:

Luciano dijo...

Que ganas de cantar. Por que cantar en patota?