miércoles, 4 de junio de 2008

Soy tu fan – Capítulo IV

Caprichos y fugas

La Misa terminó minutos antes de las ocho. Inmediatamente la atmósfera fría de la Iglesia se tiñó de mágicas estridencias, como un llamado celestial. Caminé hacia el fondo con paso seguro y me detuve allí donde una puerta elevada y angosta comunica el templo con un salón enteramente recubierto en piedra que desemboca en la escalera más alta y desvencijada que vi en mi vida. Vacilé unos instantes recordando las palabras de Ralph: “La escalera cruje como si se fuera a partir cada escalón pero no temas, aguanta una manada de elefantes africanos en celo”.
Subí los primeros peldaños. En la mitad, el corazón se me salía por la boca. Pánico, vértigo… No sé cómo logré llegar a la cima, especialmente considerando que la escalera del horror culmina en una suerte de balcón con vista panorámica a un abismo insondable y para colmo de males ¡se tambalea! ¡Por Dios! Un escalón más y llego al Reino de los Cielos sin pagar peaje.

Afortunadamente elegí el camino correcto ya que la puerta de la derecha conduce al campanario y, dicen las malas lenguas, que está invadido de ratas del tamaño de un caniche adulto.
Al cruzar el umbral las cosas se ven diferentes, como si se tratara de dos mundos paralelos. La vista es magnífica y el sonido es puro, vibrante, estremecedor.
Allí estaba Ralph, esperándome. Sonrió al verme y de algún modo supe con certeza que algo había cambiado en mí para siempre.
Ocupé el que sería desde entonces mi lugar de honor, los pies bailando sobre la pedalera, al lado de mi genial organista, para quien mis deseos son órdenes impostergables. Será por eso que satisface todos mis caprichos musicales, no importa cuántas veces deba retomar los entreverados compases de la fuga de Liszt o agotar al público con una décima repetición de la
Sortie que me apasiona.
Adoro el sonido de las trompetas y la tuba… Apoyar la espalda sobre la consola del órgano, cerrar los ojos y sentir… sentir con el cuerpo, con cada centímetro de piel, desde la coronilla hasta la punta de los pies… Es lo más parecido a un orgasmo legítimo.
Ralph es mi amigo más talentoso y lo sabe. Yo soy su musa, según sus propias palabras, y la admiración es mutua. Tan distintos y tan afines… como debe ser.

2 comentarios:

maga dijo...

Muy propio de vos. Ahora entiendo muchas cosas.

Menta Ligera dijo...

¿Que cosas si se puede saber?