lunes, 28 de abril de 2008

El golpeador

Se mudaron hace cuatro años. Ella toda delgadita, rubia, traslúcida, hubiera pasado desapercibida hasta con minifalda de cuero y rouge fluorescente. Él, larguirucho, de andar desgarbado, ausente, el prototipo del “cara de nabo”. Ella, azafata. Él… lo disimulaba bastante bien.
Solían pasear tomados de la mano al promediar la tarde, acaramelados como dos tortolitos. Y entonces ella quedó embarazada y siguieron paseando hasta que la panza corrió riesgo cierto de explotar.
Nacieron mellizos. Rubios, inexpresivos.
El muchacho reanudó el paseo vespertino, esta vez arrastrando el cochecito doble de los críos que, al cabo de tres años, se negaban a caminar. Ella se mantuvo oculta un buen tiempo, hasta que meses atrás reapareció exhibiendo un nuevo embarazo.
Nació el niño (o niña, no se sabe bien) y todo se veía tan normal que resultaba fastidioso.
Entonces, sorpresivamente, el vecino de al lado, “de quien eran muy amigos”, les retiró el saludo, vendió su casa y se mudó a la otra punta del country. Corrieron rumores, nada concreto, se habló de estafa, fraude, qué se yo… El flaco seguía fiel a su rutina de no trabajar, lavando la 4x4 y paseando a los mellizos como si tal cosa.
Hace una semana, un griterío infernal sacudió la noche estrellada de mi barrio-tupper. Los vecinos alarmados llamaron al personal de seguridad, algunos salieron a la calle a medio vestir. Nadie entendía nada. Hasta que llegó el patrullero y, tras mucho ir y venir, se llevaron esposado al paseador de mellizos, con sus patas largas y ese aire irritantemente desganado.
Se tejieron las más insólitas hipótesis, especialmente cuando ella, la víctima, asomó sollozante por el marco de la puerta, las huellas de la golpiza todavía frescas en su pálido rostro, temblando de rabia, protegiendo a los niños que miraban la escena confundidos, asustados.
Tal parece que él la engañaba. Sí, con esa cara de nardo a la enésima… es de no creer. Ella lo descubrió, le echó en cara las evidencias, discutieron, vociferaron como energúmenos y él la fajó, bastante fuerte por lo que se pudo apreciar después. Ella lo denunció a la policía y finalmente vinieron a buscarlo. No puede acercarse a la casa ni a los chicos.
Y nuestros vecinos letrados se han puesto al servicio de la desdichada, como debe ser. A ver si una vez en la vida hacen algo bien.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A pesar que tu humor lo hace menos dramatico que triste resulta todo esto. Uno pretende que esta mas seguro adentro del country y resulta que te muelen a palos en tu propia casa, custodiada por personal de seguridad y llena de pinos y florcitas.

Menta Ligera dijo...

Si, se puede retratar las cosas con humor sin perder el verdadero sentido y la gravedad de la situacion. Fue realmente inesperado, algo que no se puede dejar pasar asi como asi.
Lo bueno es que, pese a esa tendencia de resolver los problemas del country adentro del country, esta vez la cosa tomo estado publico y se resolvio como corresponde. Porque lo de vivir en una burbuja es una ilusion optica, la realidad esta ahi y no la podes ignorar, se cuela a traves de los pinos cuando menos lo esperas.