sábado, 12 de julio de 2008

Princesa Vampira

Las uñas escarlata te delatan…

Subió en la parada de Congreso. Los ojos hundidos en un óvalo de sombra negra, el rostro enjuto llamativamente pálido, un enjambre de pelo erizado de horquillas, enmarañado, sucio. Vestía raro y olía más raro aún; un olor que, lejos de resultar desagradable, recreaba plácidamente a un grupo de niñas pequeñas saltando a la soga, cantando y gritando en un prado verde lleno de flores multicolores… ¿Colonia Mujercitas? Naaaaa… Pero sí, definitivamente sí.
La observé con curiosidad, todos la observaban pero a ella no parecía importarle, debía estar acostumbrada. Entre todos los lugares disponibles, eligió sentarse a mi lado y por un segundo me miró con esos ojos aterradores que no tendrían más de quince años. Ah… los adolescentes que se creen los reyes del universo y apenas saben “abrir la puerta para ir a jugar…”
Sonó su celular, una cosa plateada llena de estrafalarias pegatinas de calaveras y coronas de espinas. Lo tomó entre sus manos flacas de uñas larguísimas y el sonido de su voz apagó por un instante el murmullo de conversaciones incipientes. “Te dije que no puedo... Más tarde, ahora voy a la Bond con los chicos… ¡Entonces le pido a papá! Vos no entendés nada… Para que nuestra relación sea perfecta haría falta que te suicides, mamá…” ¡Plafff! Apagó el celular con fastidio y lo arrojó dentro de la mochila atestada de porquerías.
Sentí tanta pena… Me pregunto cuánta angustia y soledad se esconden tras el espeso maquillaje, los tatuajes, la ropa negra… todo ese look misterioso que, escudándose en el inconformismo y la originalidad, no permite ver la luz del alma.
Bajé del colectivo detrás de ella asumiendo -para variar- el rol de madre sustituta, como si se tratara de una criatura indefensa y tuviera el deber de protegerla de algún peligro.
¿A dónde vas, pequeña, con esas fachas de espanto?
Después de caminar un par de cuadras intentando lucir despreocupada y serena, la vi desaparecer a la vuelta de la esquina, se la tragó una puertita angosta y desvencijada. Humm… ¿Qué hago? ¿La espero? ¿Llamo a la policía? La cosa me huele mal…
Me paré a varios metros intentando concentrarme con todas mis fuerzas en la vidriera de la ferretería. La pendeja no salía y ya me la imaginaba acuchillada, violada, estrangulada, desangrándose en una habitación oscura y hedionda, y a mí, única testigo, me señalarían con el dedo preguntando por qué no acudí en su ayuda.
“Chica Dark brutalmente asesinada. ¿Testigo o cómplice?” anunciaría Crónica en el noticiero de la tarde.
Cuando por fin me decidí a acercarme a la puertita del infierno, la vi salir de la mano de un esperpento mezcla de Marilyn Manson y el conde Crápula de Notidormi, los dos muy acaramelados, riendo a carcajadas mientras saboreaban con deleite ¡una Cindor con galletitas Oreo!
Pero será posible la rep…. que los parió ¿quién me manda meterme en estos bretes? ¿Dónde está la minita gótica rebelde, la de las uñas sangrientas y las muñequeras con tachas que amenaza a la madre con desaparecer para siempre si no le deja perforarse la lengua? Oliendo a Mujercitas y tomando Cindor con el sobrino de Skeletor…
Bueno… por un lado, mejor. Aunque me quedé algo decepcionada, ansiosa de emociones violentas. Otra vez será.

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