miércoles, 10 de junio de 2009

El Admirador

La función había terminado.
Otra noche de aplausos y glamour, el camarín lleno de flores y cartas, sobre todo cartas, incluidas las fervientes misivas del Admirador que, persistente como pocos, insistía en una bochornosa declaración de amor que la Actriz
desechaba con el ceño fruncido, rozando la frontera de la exasperación.
Cada noche desde hacía meses, la misma carta, las mismas palabras vehementes, ardientes, a veces amenazadoras. Resultaba odioso e irritante.
Inició una discreta investigación personal sin dar parte a las autoridades del teatro, sólo un sujeto de confianza conocía el secreto y la ayudaba, aunque poco pudo hacer. El Admirador continuaba su ininterrumpida correspondencia, la Actriz hacía oídos sordos.
Esa noche había más público del habitual aunque hacía frío y las nubes oscuras se arremolinaban en un cielo tormentoso.
La Actriz emergió de entre una multitud de abrazos frustrados y pedidos de autógrafos, la sonrisa cautivadora, la mirada inteligente y diáfana, saludando a todos y a nadie en particular. Quería alejarse cuanto antes, pero cómo explicar al público adorador que ella sólo ansiaba descansar, un par de pastillas le proporcionaría el olvido temporario de cada fin de día, ellos no lo sabían, no imaginaban hasta qué punto semejante trajín diezmaba su envidiable juventud y su cutis de terciopelo… Definitivamente necesitaba esas pastillas.
El chofer la esperaba unos metros más adelante. Pudo verlo envuelto en su sobretodo negro, lanzando bocanadas de aire tibio al frío nocturno. Fue entonces cuando la mano vigorosa se enredó en su cuello, intentó volver la cabeza pero no lo logró, aplastada por el peso de la multitud ni siquiera pudo gritar.
Con la mirada desorbitaba buscaba a su alrededor un alma amiga, un salvador, y de repente supo que era él, aunque aún no hubiera pronunciado las palabras que lo delatarían, antes aún de reprocharse la indiferencia con que castigara el amor infantil del desconocido que noche a noche se atrevía a hacerla objeto de su obsesión.
Él sólo quería una respuesta, la exigía. No deseaba lastimarla, no lo deseaba en absoluto, pero cuando la miró a los ojos todo cambió. Esa boca roja, que sabía besar y sonreír como ninguna, crispada en una expresión de horror inaudita, esa boca nunca sería suya, nunca derramaría en sus oídos las palabras de amor que alimentaban sus más arraigados sueños.
Entonces, cediendo a la fuerza de un odio desmesurado y salvaje, hundió el puñal en el pecho de su víctima que ya no podía apartar los ojos de los suyos, una mirada acuosa, suplicante, un intento desesperado por comprender.
Lloró, su voz se desgarró en un grito visceral mientras el cuerpo etéreo de la Actriz se escurría completamente laxo entre sus manos teñidas de sangre. La gente se apartó en un círculo de espanto a su alrededor, y allí permaneció, inmóvil, ajeno a todo, sabiendo que esta vez la había perdido irremediablemente
.

2 comentarios:

Luciano dijo...

No es el caso de la ballesta, no?

Menta Ligera dijo...

Asi es! Aunque lo de la ballesta y el arsenal que la policia encontro despues en el bolso me parecio bastante grotesco.
Son las lecturas poco recomendables las que me influencian ultimamente jajajaja!!!