sábado, 6 de junio de 2009

Que nada te turbe, que nada te espante

“Y en ese instante me aterroricé. Todavía ahora me es difícil creer la rapidez, la condenada rapidez con que mis emociones recorrieron el espectro desde la curiosidad normal, cierto placer por la interrupción de una rutina acostumbrada, hasta el temor absoluto. En ese instante comprendí que no estaban aquí para hablar conmigo acerca de algo, sino porque creían que yo había hecho algo, y en ese primer momento de terror tuve la seguridad de que lo había hecho.” (The dark half, Stephen King)

No sé por qué no apelé a Dumas esta vez, como en las grandes ocasiones donde toco fondo y no hay nada mejor que una intriga amorosa en la corte de Catalina de Medicis para hacer volar la imaginación varios siglos atrás, rigor histórico envuelto en un velo de fantasía que por momentos
evade las conveniencias políticas y se confunde en un duelo de caballeros, en la fragancia letal que prepara a escondidas el perfumista de la reina, en una partida de caza a primera hora de la mañana, en el torneo maldito en que accidentalmente el conde de Montmorency da muerte a su amigo el rey de Francia…
No. Esta vez decanté por Campbell, King y Cook con sus cataratas de sangre y cadáveres mutilados en la morgue de un hospital. Lectura fácil, atrapante, morbosa y predecible, ni siquiera Poe o Lovecraft pues entonces ya no podría pegar un ojo, prefiero los asesinos seriales, la chica telequinética, el médico demente, las pesadillas surrealistas y los talismanes misteriosos.
La literatura barata me está consumiendo. Cada tanto corro al baño a vomitar y otra vez me dejo absorber por la lectura sin oponer resistencia, en un estado de hipnosis que me aísla del mundo
real, generalmente hasta que suena el teléfono o el hambre apremia o cuando una serie de bostezos consecutivos cada vez más prolongados me recuerda que ya es hora de dormir.
Menos mal que todavía guardo un resto de discernimiento para separar el trigo de la paja, sólo espero rescatarme antes de que sea demasiado tarde… Y sí, el best-seller puede ser una droga muy pero muy peligrosa.

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